La vida es una tragedia vista de cerca, pero una comedia al verla de lejos Charles Chaplin
Obituario del 28 de diciembre de 1977, publicado por The Guardian.
Charles Chaplin murió a los 88 años la noche de Navidad de 1977 en su propiedad de Vevey sobre el lago de Ginebra. Cuando el sacerdote que lo asistía en su lecho de muerte dijo: “Que el Señor tenga piedad de su alma”. El comediante pudo más que el moribundo y preguntó: “¿Por qué no habría de hacerlo, acaso no le pertenece?”. También había dicho en una de sus películas: “Estoy en paz con Dios, mi conflicto es con el hombre”. Poco después de esta humorada, murió Chaplin y, con él, una época del cine, quizás, la más original y gloriosa. Su esposa Oona O’Neill, hija del dramaturgo Eugene O’Neill, inhumó los restos del artista en el cementerio de Corsier-sur-Vevey, pero su descanso eterno sería interrumpido por un impensado secuestro. Tres meses después del entierro, el 1 de marzo 1978, el ataúd fue sustraído y la familia recibió una carta donde se pedía un rescate de seiscientos mil. Lady Chaplin se rehusó a pagar semejante suma: “Charlie lo hubiera considerado ridículo”, sostuvo ante los íntimos, pero les siguió el juego a los secuestradores, lo que permitió que la policía atrapara a un polaco y a un búlgaro, autores de la sustracción.
El ataúd de Chaplin había sido enterrado a pocos metros del cementerio, en un campo de trigo, donde permaneció durante las once semanas que duró este secuestro post mortem. El polaco, Roman Wardas, cerebro del grupo, fue condenado a cuatro años de prisión, mientras que el búlgaro, Gantscho Ganev, recibió una condena menor. Charles Chaplin volvió a su reposo en Vevey pero, esta vez, bajo una placa de cemento, para desalentar cualquier otro ridículo intento de secuestro. La historia no termina aquí porque, en el año 2014, el director Xavier Beauvois realizó una película, basada en este hecho, llamada El precio de la fama, donde actúan Eugene Chaplin y Dolores Chaplin, hijo y nieta del comediante. Al principio, la familia se había resistido a relatar un episodio tan perturbador para ellos, pero después se percataron de que la trama de muchas de las películas de Chaplin estaba basada en experiencias que habían sido dolorosas para algunas personas, y la de ellos no debía ser una excepción. Como Chaplin dijo en vida: “A fin de cuentas, todo es un chiste”.
Extracto del libro Trayectos Póstumos de Omar López Mato.