Thomas Hardy: Un poeta sin corazón

Cien años, y el mundo allí lo seguirá

y se inclinará reverente donde yacen sus cenizas

Thomas Hardy (“At Lulworth Cove a century back”, 1920)

El último poeta y novelista, cuyo corazón siguió otro camino que el resto de sus despojos mortales, fue Thomas Hardy. Escritor hoy un tanto olvidado, al morir en 1928, era uno de los grandes literatos de habla inglesa. Estaba considerado de la talla de Bernard Shaw y de Rudyard Kipling, personajes que asistieron a su entierro en el Rincón de los Poetas en la abadía de Westminster.

Thomas Hardy vivió largo tiempo en Stinsford (Dorset), lugar que no solo amaba, sino en el que ubicaba también sus novelas. Allí estaba la tumba de su primera esposa y, si bien no lo dejó por escrito, más de una vez expresó su deseo de ser enterrado junto a ella.

Sin embargo, otras personas tenían ideas distintas al respecto. Sir James Barrie, el autor de Peter Pan, y Sydney Cockerell, su editor, creían que Hardy merecía habitar el ya densamente poblado Rincón de los Poetas. Los últimos dos literatos en recibir tal honor habían sido Charles Dickens en 1870 y Tennyson, en 1892. Al parecer, la idea la tenían desde antes de que Hardy pasase al más allá porque, la noche en que el novelista murió, curiosamente, ambos se encontraban en su casa de Dorset.

Leído el testamento, este nada decía sobre preferencias funerarias. Entonces, sin demoras, sir Barrie se dirigió a Londres y convenció al primer ministro y al editor del Times sobre la idea de un nuevo habitante del poético rincón.

Comunicadas sus intenciones a la viuda, esta se mostró dubitativa entre aceptar este honor póstumo para su marido o respetar su supuesta última voluntad, que no estaba documentada. La situación era delicada. Por un lado, la presionaban los impulsores de tan alta distinción, ¿por qué negarle este reconocimiento a su marido? Por otro, los familiares y habitantes de Stinsford no deseaban ver partir a su vecino más ilustre.

Quizás por pura coincidencia o por una señal divina, ese día el periódico local publicó un artículo sobre el entierro de corazones ‒práctica que, se remonta a los egipcios, pasando por muchos reyes que desearon dejar su corazón en el lugar de sus afectos‒. Leer sobre esta costumbre monárquica hizo que no pareciera tan terrible sacarle el corazón al difunto e inspiró a la viuda de Thomas Hardy a tomar una decisión y poder cumplir con sus compromisos. Puestos de acuerdo, un cirujano extirpó el corazón –que permaneció en Stinsford y fue enterrado en la tumba de su primera esposa–, mientras que el cuerpo cremado[1] y reducido a cenizas recibió sepultura en el laureado Rincón de los Poetas en la abadía de Westminster.

Esta es la historia oficial pero, por años, circuló una versión distinta a la relatada. Según esta, el poeta había muerto en Londres y su corazón fue enviado en una lata a su hermana para que procediera a enterrarlo junto a su primera esposa.

También cuenta la leyenda que el gato o el perro (varía de versión en versión) de la casa secuestró el corazón de Hardy con intenciones gastronómicas. La familia, entre consternada y avergonzada, reaccionó enseguida y, sin inmutarse por el percance doméstico, decidió continuar con la ceremonia y enterrar una caja vacía en la tumba donde debería haber un gran corazón.

Hardy Grave.jpg

[1]. Ya no había mucho lugar en el Rincón de los poetas. Debió ser cremado para entrar en el reducido espacio. Este último detalle intranquilizó a la familia que, por poco, se resiste a esta novedad. La cremación recién fue autorizada por la Iglesia en 1963.

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