“Cuanto más numerosos los abogados, tanto más largo el proceso; cuanto más numerosos los médicos, tanto más breve el proceso”
M. G. Saphir
San Cosme y San Damián son los patronos de los cirujanos, dos hermanos gemelos que trabajaron juntos a lo largo de su vida profesional. Estudiaron medicina en Siria y ejercieron su profesión con auténtico espíritu cristiano. Perseguidos por su fe, fueron decapitados, no sin antes sufrir una serie de tormentos de los que salían incólumes, dada la protección divina. Fueron apedreados, clavados en sendas cruces y flagelados sin que estos castigos los dañasen. Finalmente, y ante la obstinada resistencia a morir, las autoridades paganas se vieron obligados a decapitarlos.
Es común que a los hermanos se los represente en el acto quirúrgico de trasplantar una pierna extraída de una persona de color e implantarla en un cristiano que había perdido la suya por gangrena. A los pies de la cama se ve al moro o africano, según el origen de la obra, con la pierna cambiada.
Es curioso que se haya representado una imagen de esta índole, ya que los primeros intentos de trasplante se remontan al siglo XIX, y el primer éxito se logró recién en 1936, un trasplante renal efectuado por un doctor ruso llamado Varony. Todo lo previo fue anecdótico y, de hecho, rotundos fracasos. ¿Cómo es que persistió esta idea de injertar, no un órgano ni un tejido, sino un miembro completo? Es difícil decir y más difícil aun justificar el cambio racial. Quizás de esta forma pretendían evocar el precepto bíblico de la sumisión de las otras razas a la blanca, como había acontecido con los hijos de Noé.
En todas las iconografías que recogen este milagro, los santos amputan la pierna por arriba de la rodilla, es decir, una amputación a la turca, la forma más habitual de resección de una pierna por una cuestión de inserciones musculares. En caso de injerto de un nuevo miembro esta resección no tendría sentido.
En la obra de Fernando del Rincón (imagen principal de la nota) hay otras dos características a señalar.
Una es que el paciente sostiene una planta aun estando dormido. ¿Acaso es una adormidera o una Mandrágora la que justifica la narcosis? Por otro lado, a un costado de la obra se ve un hombre que expulsa una serpiente por la boca. ¿Es acaso una serpiente o podría tratarse de un helminto, una tenia saginata que está vomitando? De todas maneras, a este espectacular fenómeno se lo hubiese considerado un milagro, la expulsión de un espíritu maligno. Ésta era una imagen frecuentemente representada en la iconografía medieval. ¿Eran demonios o sólo parásitos los que expulsaban de esta forma tan teatral? Vaya cada uno con sus creencias.
TEXTO EXTRAÍDO DEL LIBRO CUADROS CLÍNICOS, DE OMAR LÓPEZ MATO