Rodó, su Ariel y un homenaje a la Tempestad

“Rodó fue una de las primeras voces que reivindicó en América la raíz hispana y afirmó la posibilidad de formar un haz de naciones unidas por la herencia, la lengua y el pasado comunes.

[…] Desde su planteamiento ético propone ante todo una lección de moral, libre y humanista, centrada en la vocación y en la superación personal. La armonía es una incitación a que el ser humano desenvuelva toda su capacidad moral, la cual viene de la mano de un alto sentido estético.

[…] Su concepción estética se basa en «la razón y el sentimiento superior», cumbre del ideal ateniense y del espíritu cristiano. La belleza es para Rodó «un motivo superior de moralidad». Busca un ideal que no subordine la vida a lo útil, y apuesta por la belleza como requisito que plenifica la vida.”

Carlos REAL DE AZÚA

Nació en Montevideo el 15 de junio de 1871. Fue el séptimo hijo del matrimonio de José Rodó y Janer, comerciante de origen catalán, y doña Rosario Piñeiro y Llamas, uruguaya. Su niñez transcurrió en la casa paterna, ubicada en la esquina de las calles Treinta y Tres y Buenos Aires, en Montevideo.

Aprendió a leer a los cuatro años, con la ayuda de su hermana Isabel. Estudió luego con el maestro Pedro José Vidal. Desde 1882 concurrió al colegio Elbio Fernández en donde realizó sus estudios secundarios. Su vocación por la escritura se manifestó desde muy temprano; en sus primeros años liceales fundó con su amigo Milo Bereta Los Primeros Albores, periódico estudiantil en el que publicó sus primeros escritos. Más adelante, concurrió al liceo público en donde se destacó en Literatura.

Desde muy joven, debió trabajar para contribuir con la economía familiar. Luego de la muerte de su padre, en 1885, se empleó en el estudio de un escribano y posteriormente, en 1891 comenzó a trabajar en el Banco de Cobranzas; por tal motivo, no pudo finalizar sus estudios secundarios.

En 1895 fundó junto a sus amigos Carlos y Daniel Martínez Vigil (quienes junto a Rodó se autodenominaban «Los Mosqueteros») y a Víctor Pérez Petit la Revista Nacional de Literatura, de aparición quincenal. En aquella publicó páginas literarias, artículos y ensayos críticos sobre algunas personalidades de la época: Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Bartolomé Mitre y José Santos Chocano, entre otros. La revista se editó durante dos años: el primer número apareció el 5 de marzo de 1895, el último, (número 60), se editó el 25 de noviembre de 1897.

Rodó se dedicó entonces a sus libros; publicó dos trabajos agrupados bajo la serie La vida nueva, los folletos «La novela nueva» y «El que vendrá» en 1897. Dedicó el segundo volumen de la serie, editado en 1899; al análisis de Prosas Profanas, obra del escritor nicaragüense Rubén Darío. En forma paralela, se inició en la vida política apoyando la candidatura de Juan Lindolfo Cuestas. Hacia 1898, se incorporó como colaborador a El Orden; en este medio de prensa manifestó su pensamiento y actitud hacia la política de la época. Un año después, desvinculado de esta publicación; comenzó a trabajar en la Oficina de Avalúos de Guerra concentrando su atención en la producción intelectual. Un año más tarde, el entonces rector de la Universidad de la República, Alfredo Vázquez Acevedo, lo nombró catedrático interino de Literatura, cargo que ejerció por tres años y al que debió renunciar al ser electo diputado por el Partido Colorado en 1902. Ejerció esta función durante tres legislaturas: 1902-1905, 1908-1911, 1911-1914.

A comienzos del siglo XX se publicó, en Montevideo, la primera edición de Ariel, obra dedicada por su autor «a la juventud de América». Con respecto a la trascendencia de esta obra, Mario Benedetti afirma:

1900 es el año de Ariel, uno de los libros de mayor resonancia que se hayan escrito en América latina. […]. Ariel, dedicado “«a la juventud de América»”, significó para Rodó el punto más alto de su celebridad. Todavía hoy debe ser uno de los libros más abundantemente leídos y citados en las aulas, en los programas universitarios y en las investigaciones político-sociológicas de América latina. En los comienzos del siglo fue como si la juventud hispanoamericana hubiese estado esperando la palabra que tradujera sus ansias, al Maestro que guiara sus pasos, el impulso que diera un sentido a su inconformismo y a su inquietud. Ariel representó de pronto esa palabra, ese guía, ese impulso1.

Alternó su labor en la Cámara Baja con el ejercicio del periodismo. A iniciativa del diario bonaerense, La Nación asumió, en 1907, la colaboración en sus páginas literarias. En los pocos momentos libres que le dejaba la actividad política y periodística, continuó escribiendo Motivos de Proteo. Esta obra, en la cual Rodó venía trabajando desde 1904, se editó recién en 1909, agotándose la primera edición en pocas semanas.

En 1910, el entonces presidente José Batlle y Ordóñez lo designó, junto con el poeta Juan Zorrilla de San Martín y el coronel Jaime Bravo, para integrar la delegación uruguaya a las fiestas conmemorativas del Centenario de la Independencia de Chile. Por esa época colaboraba con El País, El Día y La Razón.

Durante su tercera legislatura, el vínculo político entre Rodó y el presidente José Batlle y Ordóñez se vio deteriorado a causa de la oposición del escritor al proyecto de reforma constitucional que instauraría un Poder Ejecutivo colegiado.

Al alejarse de la actividad política, Rodó retomó su actividad periodística en el diario El Plata donde continuó con su discurso anticolegialista.

Hacia 1913 publicó El mirador de Próspero, obra que recopiló escritos dispersos sobre temas históricos y literarios.

En 1914 estalló la Primera Guerra Mundial en Europa, causando una profunda conmoción en Rodó. Abandonó entonces el diario El Plata por discrepancias con la postura que este medio de prensa había asumido en relación con la política exterior. Su labor periodística continuó en El Telégrafo en el que escribe artículos sobre la guerra. Dos años después, la revista bonaerense Caras y Caretas lo convocó para desempeñarse como corresponsal en Europa, bajo los términos propuestos por el escritor.

Para el cumplimiento de este cometido se embarca en el Amazón, rumbo a Europa, el 14 de julio de 1916, arribando a Lisboa 17 días después. Inició entonces su recorrido por Madrid, Barcelona (la tierra de sus abuelos), Marsella y varias ciudades italianas en donde mantuvo entrevistas con diversas personalidades de la época.

Durante su estadía en el viejo continente, su salud se fue deteriorando y, finalmente, falleció en la ciudad de Palermo, Italia, el 1. ° de mayo de 1917. La noticia sobre su muerte se conoció en Uruguay tres días después, causando gran pesar en todos los ámbitos. Algunos meses más tarde, concurrió a aquel país una delegación encargada de repatriar los restos del escritor, hecho que se concretó en febrero de 1920.

En homenaje a la figura de este gran hombre de letras uruguayo, el Municipio de Montevideo resolvió dar su nombre a uno de los principales parques de la ciudad, entonces denominado parque Urbano.

Cronología literaria

La vida nueva I. «La novela nueva», «El que vendrá», Montevideo, Claudio García y Cia, 1897 .

La vida nueva II. Rubén Darío. Su personalidad literaria. Su última obra, Montevideo, Dornaleche y Reyes 1899

La vida nueva III. Ariel, Montevideo, Dornaleche y Reyes, 1900

Liberalismo y jacobinismo, Montevideo, Librería y papelería La anticuaria, 1906

Motivos de Proteo, Montevideo, José M. Serrano, 1909

El mirador de Próspero, Montevideo, José M. Serrano, 1913

El camino de Paros, Valencia, Editorial Cervantes (obra póstuma) 1918

Epistolario, Biblioteca Latino-Americana, París, 1921

Los últimos motivos de Proteo (obra póstuma), 1932

Texto extraído del sitio https://uruguayeduca.anep.edu.uy/efemerides/319

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