Remember Roswell (I) Naufragio alienígena

Roswell, Nuevo México, un pueblo habitado por 50 mil almas convertido en el paraíso de los ufoadictos, ha resuelto no rendirse ante las evidencias de que en ese lugar un globo experimental secreto fue confundido con un OVNI.

Imagínese hojeando un semanario cualquiera (si es medio amarillito, mejor). De pronto, descubre que la portada -en tipografía catástrofe- se titula: “Comprobado: el OVNI estrellado en Roswell era un globo de espionaje nuclear”. Usted se sorprende: no es el tipo de título que atraiga multitudes. Es la noticia de una no-historia, o la historia de un acontecimiento que jamás ocurrió. Es, mejor dicho, una noticia pincha-globos. Pero usted se engancha, el tema le interesa. Además, siente que, por una vez, no pretenden venderle el buzón del marciano. El texto continúa: “El famoso ‘disco volador’ caído en el desierto de Nuevo México -en cuyo mito se basaron las películas y series de ciencia ficción más exitosas de los ‘90- era parte de un proyecto militar secreto dedicado a vigilar por medio de globos la actividad nuclear en la Unión Soviética”.

Despreocúpese, jamás leerá tal titular. Al menos, no en un semanario amarillito. Los medios, en general, mezquinan las desmentidas que no prometen revelaciones sensacionales o… llegan con 67 de retraso. En este caso, en realidad, hay que contar 36, si se considera que el platillo caído en Roswell se consagró como misterio allá por 1978.

Pero pasó el tiempo y Roswell -o la noticia del primer impacto alienígena en suelo norteamericano- devino en el caso OVNI más popular del siglo. La acusación de encubrimiento (cover-up) gubernamental siempre fue la nota distintiva de la controversia. Y la “explicación final” de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, lejos de disipar el clima de intriga, levantó la temperatura del debate entre los entusiastas más iracundos.

Si la USAF quiso ocultar un secreto de Estado, hay que reconocer que fue bastante ineficiente. De hecho, la ‘verdad’ más popular sobre el incidente es aquella que, se supone, han intentado silenciar; esto es: que un disco extraterrestre averiado sufrió un aterrizaje forzoso en el desierto de Nuevo México, habiendo sido recuperados los restos del aparato y sus tripulantes. Todo lo cual, sin dejar el menor rastro.

Esa es la ‘verdad’ que denuncian los ufólogos.

Ahora bien, si esa no es la verdad y todo se reduce a un rumor legendario, ¿qué pasó ahí, realmente?

ROSWELL, 1947. Ese año, la Fuerza Aérea no sólo creía en los platos voladores. También admitía haber capturado a uno de ellos. Al menos es lo que se desprende de la primera noticia del incidente, publicada en el Daily Roswell Record el 8 de julio de 1947. “Los numerosos rumores referentes a los discos voladores ayer se convirtieron en realidad cuando el oficial de inteligencia del Grupo de Bombarderos 509 de la 8ª Fuerza Aérea en el aeródromo de Roswell tuvo la suerte de disponer de un disco gracias a la cooperación de un ranchero local y de la oficina del sheriff del condado de Chaves”. Más adelante, la crónica menciona al granjero William Mac Brazel, quien “guardó el disco”, y al mayor Jesse Marcel, del Grupo de Bombarderos 509, quien “recogió el disco” para su posterior estudio en el Cuartel General.

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Visto en perspectiva, la ingenua redacción de la primera noticia que informó sobre el evento más sensacional del siglo no debería causar asombro. Después de todo, ¿qué significaba, en julio de 1947, la expresión disco volador? Por entonces, la inquietud popular -y la preocupación militar- giraba alrededor de la posibilidad de que la Unión Soviética pudiera estar experimentando prototipos secretos sobre el espacio aéreo norteamericano. Visto en su contexto, el fenómeno plato volador era algo nuevo y desconocido: habían pasado nada más que trece días desde que se empezó a hablar del asunto, a raíz de la observación del piloto Kenneth Arnold en Monte Rainier, estado de Washington.

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Pocas horas después de haber anunciado la recuperación del disco, el Brigader General Roger Ramey, Comandante de la 8ª Fuerza Aérea en Forth Whort, Texas, desmentía la primera versión de la historia -difundida por Walter Haut, portavoz de la base Roswell- y presentaba a la prensa los fragmentos hallados en Roswell.

Ramey, asesorado por los oficiales Irving Newton y Sheridan Cavvit, indicó que los restos correspondían a “un globo meteorológico y un reflector de radar”. La explicación era consistente con la primera descripción del ranchero Brazel. A saber, “retazos de papel aluminio, tiras de hule, un papel bastante rugoso y varillas”. Un artículo del 9 de julio, incluso, mencionó que entre los restos había “una cinta scotch floreada”. Los periodistas tomaron algunas fotografías de los despojos y se fueron satisfechos.

La versión del disco había durado menos de tres horas.

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ROSWELL, 1978. Tres horas parece poco tiempo para borrar de la faz de la Tierra toda evidencia del estrellamiento de una nave extraterrestre. Stanton Friedman, físico nuclear en retiro efectivo y conferencista full time sobre OVNIs, no sólo piensa eso, sino que, además, la USAF reemplazó el plato volador por los restos de un globo. El Watergate cósmico -denunció- había empezado.

El caso se mantuvo en letargo hasta 1978, año en que Friedman se entrevista con el mayor Jesse Marcel. Para el militar, ya retirado, no cabían dudas: en Roswell se había recuperado un verdadero plato volador. Nunca se iba a olvidar, por ejemplo, de haber visto “unos jeroglíficos que parecían escritura alienígena”.

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Stanton Friedman. Físico nuclear que ejerce como ufólogo.
Stanton Friedman. Físico nuclear que ejerce como ufólogo.

 

 

La novedad coincidió con la prédica solitaria de otro ufólogo, Leonard Stringfield, quien sazonaba la historia con decenas de testimonios anónimos de vecinos o ex-militares que habían sido testigos, la mayoría de las veces indirectos, de que la USAF, además del disco, había recogido entre tres y ocho cadáveres de criaturas alienígenas. Todas menos una -le confiaron- habían muerto en el accidente.

La polémica se disparó cuando William Moore -un ufólogo del riñón de Friedman- escribe con Charles Berlitz El incidente Roswell (1980). Y si bien Berliz no gozaba de la mejor reputación entre los ufólogos, el best-seller consolidó el interés por el caso. Desde entonces, el rumor creció como una bola de nieve y Roswell se convirtió en un caso emblemático, en la prueba de la existencia de una conjura destinada a suprimir la verdad.El silencio oficial, desde luego, cimentaba la sospecha del complot y fortalecía la posición de quienes lo denunciaban.

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William Moore. Chanta al servicio del recontraespionaje.
William Moore. Chanta al servicio del recontraespionaje.

 

 

LOS ACUSADOS HABLAN. En setiembre de 1994, a pedido de la Oficina General de Cuentas del Congreso (GAO), la Fuerza Aérea norteamericana difundía un informe de 25 páginas y 33 anexos con cientos de páginas con información de apoyo donde concluía que el famoso disco precipitado en Nuevo México no había sido otra cosa que los despojos de un racimo de globos correspondientes a un proyecto clasificado destinado a monitorear pruebas nucleares en la Unión Soviética. Así, el informe sobre el Proyecto Mogul -nombre clave del programa- se convertía en el segundo documento oficial más importante desde 1969, cuando la Universidad de Colorado cerraba el capítulo Libro Azul de la Fuerza Aérea.

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En 1997 la USAF presenta este
En 1997 la USAF presenta este “bibliorato”.

 

El informe, firmado por los coroneles Richard Weaver y James McAndrew, fue un baldazo de agua fría en pleno rostro de la comunidad ufológica. Si bien los ufólogos exigían una respuesta oficial, era evidente que ese no era el tipo de verdad que habían estado reclamando.

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La conspiración, negocioredondo como un OVNILas  desmentidas de la USAF sobre el caso Roswell coincidieron con la cima  de su popularidad. Todos sus subproductos fueron un éxito comercial: sin  Roswell no hubiera existido el fraude de la autopsia del alien que  enriqueció a Ray Santilli y a sus cómplices mediáticos.Tampoco hubiesen existido series de TV como Expedientes Secretos X o Dark Skies,  ni hubieran triunfado los buenos en Día de la Independencia. Sin  Roswell, en fin, no se hubiera podido satisfacer la demanda del 50 por  ciento del público yanqui, convencido de que el Gobierno oculta el  secreto de los OVNI: la popular imagen de los militares custodiando el  platívolo en un hangar clandestino o la del laboratorio donde se  conservan los ufonautas refrigerados devino -junto con el asesinato de  Kennedy- en el escenario favorito de los amantes de las teorías  conspirativas.Hay otro signo claro de que el plato estrellado en  Roswell es parte de la cultura de masas: el identikit de sus pilotos -el  monigote de cabezota calva y ojos grandes y rasgados- ya aparece en las  remeras. La fuerza del mito desbordó el horizonte de los ufólogos y se  convirtió en tema de tesis universitarias. En La rumeur de Roswell, el sociólogo Pierre Lagrange estudia el fenómeno como un modelo de leyenda contemporánea, y en The Roswell Myth, los antropólogos Benson Saler y Charles Ziegler  plantean la existencia de un

 

La conspiración, negocio redondo como un OVNI
Las desmentidas de la USAF sobre el caso Roswell coincidieron con la cima de su popularidad. Todos sus subproductos fueron un éxito comercial: sin Roswell no hubiera existido el fraude de la autopsia del alien que enriqueció a Ray Santilli y a sus cómplices mediáticos.Tampoco hubiesen existido series de TV como Expedientes Secretos X o Dark Skies, ni hubieran triunfado los buenos en Día de la Independencia. Sin Roswell, en fin, no se hubiera podido satisfacer la demanda del 50 por ciento del público yanqui, convencido de que el Gobierno oculta el secreto de los OVNI: la popular imagen de los militares custodiando el platívolo en un hangar clandestino o la del laboratorio donde se conservan los ufonautas refrigerados devino -junto con el asesinato de Kennedy- en el escenario favorito de los amantes de las teorías conspirativas.
Hay otro signo claro de que el plato estrellado en Roswell es parte de la cultura de masas: el identikit de sus pilotos -el monigote de cabezota calva y ojos grandes y rasgados- ya aparece en las remeras. La fuerza del mito desbordó el horizonte de los ufólogos y se convirtió en tema de tesis universitarias. En La rumeur de Roswell, el sociólogo Pierre Lagrange estudia el fenómeno como un modelo de leyenda contemporánea, y en The Roswell Myth, los antropólogos Benson Saler y Charles Ziegler plantean la existencia de un ‘discurso Roswell’: “Los denunciantes del ‘complot del silencio’ transformaron el caso en un nuevo vehículo de protesta social. La controversia, por cierto, asomó a la superficie a fines de los ’70, en pleno auge de ambos diablos mellizos”, en alusión a Vietnam y Watergate, dos casos donde estuvo presente la misma narrativa anti-gubernamental.

 

La desconfianza de los ufólogos no era pura paranoia. De hecho, el informe de la USAF dejaba traslucir que -cuando en 1947 se dio el carpetazo al asunto- no habían dicho toda la verdad. Y si habían faltado ella con la pretensión de ocultar el Proyecto Mogul, ¿qué les impedía seguir mintiendo, si lo que se trataba era de silenciar la recuperación de una verdadera nave extraterrestre?

En su estudio, la USAF explica así por qué no hubo encubrimiento: “Los oficiales que recuperaron los restos -escribe Weaver- los identificaron como parte de un globo meteorológico porque no había ninguna diferencia física entre los blancos de radar y los globos que se usaban en el Proyecto”. Lo que sí hubo -agrega- fue una “sobrereacción del coronel Blanchard y del mayor Marcel al reportar que había sido recuperado un ‘disco volador’, cuando, en ese momento, nadie sabía qué eran en realidad, ya que la expresión había estado en uso tan solo por un par de semanas”.

El documento de los militares, que insumió ocho meses de investigación y decenas de miles de dólares, se había preparado a instancias del congresista Steven Schiff, del estado de Nuevo México. Los auditores del Congreso sólo habían pedido que se buscaran los registros del caso Roswell en los archivos a los que pudiera acceder la Fuerza Aérea. Barry Greenwood, un ufólogo especializado en documentos oficiales, apela al sentido común y pregunta: “¿Por qué la USAF iba a arriesgarse a entrar en un abierto debate social con sus detractores cuando la postura más prudente hubiera sido informar que ‘no hay ningún documento’ y finalizar así con su implicación en el tema? Este comportamiento -continúa- no corresponde con el de una agencia interesada en esconder el tema debajo de la alfombra lo más rápido posible”.

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Así recordó un testigo los
Así recordó un testigo los “signos E.T.” que aparecían en los restos del globo. Sería una cinta adhesiva infantil.

 

 

FLORES DE MOGUL. Otro detalle que aplaca las suspicacias es que las primeras referencias históricas del Proyecto Mogul no fueron descubiertas por militares de gafas oscuras sino por dos investigadores civiles, Robert Todd y Karl Pflock. Por caminos independientes, llegaron al doctor Charles Moore, profesor emérito de física en el Instituto de Minería y Tecnología de Nuevo México, quien resultó ser uno de los tres científicos del Proyecto Mogul aún con vida. Todd le propuso reconstruir el incidente. Así, determinaron que el artefacto que cayó en Roswell bien podía corresponder al vuelo número 4, lanzado el 4 de junio de 1947 a tan solo 25 kilómetros del lugar donde Brazel halló los restos.

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Reconstrucción
Reconstrucción “creativa” de los signos que aparecen en los restos del “ovni” en el film de Santilli.

 

 

Otro ufólogo que buceó en las raíces del mito fue Kent Jeffrey, de la Mutual UFO Network. Jeffrey reunió más de 20 mil firmas para pedir al presidente Clinton que libere el secreto de los OVNIs. Pero, sobre todo, escribió a 700 miembros del Grupo de Bombarderos 509 y se entrevistó con 15 pilotos que pasaron por el aeródromo de Roswell a mediados de 1947. Ninguno había oído hablar de la recuperación de un plato volador. Abrumado por la falta de evidencias, se apartó del caso considerando que “insistir con Roswell es una pérdida de tiempo”.

La explicación más efectista fue la que se dio para los símbolos que varios testigos, incluído el mayor Marcel, interpretaron como “misteriosos trazos de escritura alienígena”. El profesor Moore recordó que la cinta reforzada que se utilizaba para pegar los blancos de radar tenía un curioso diseño floral. “Una vez le pregunté al mayor John Peterson cuál era el propósito de esas marcas. Riéndose, me respondió: ‘¿Acaso no sabés que los blancos se hacen en una fábrica de juguetes?”.

Si bien la investigación de la Fuerza Aérea llevó a que muchos ufólogos desertaran de la causa Roswell, otros creen que el empeño puesto en desmitificar el caso sólo ha servido para dar más fuerza al rumor de la conspiración.

Algunos ufólogos se preguntan hasta qué punto un testigo puede confundir un muñeco o un piloto accidentado con un extraterrestre. “¿Por qué no?”, se responde el investigador escéptico Philip Klass. “Si alguna gente convirtió guardas florales en una cinta adhesiva en signos de un alfabeto galáctico, creo que ninguna jugarreta de la mente puede llegar a sorprenderme”.

 

AGRADECEMOS A ALEJANDRO AGOSTINELLI POR SU PERMISO PARA PUBLICAR ESTA NOTA, ORIGINALMENTE PUBLICADA EN: https://factorelblog.com/2014/07/05/naufragio-alienigena-en-roswell/

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