El 10 de febrero de 1807, Rafael de Sobremonte fue depuesto como virrey del Río de la Plata constituyendo el primer acto de insubordinación de los habitantes de esta ciudad que conduciría a la autodeterminación de los criollos pocos años más tarde.
Rafael de Sobremonte había sido hasta la llegada de los ingleses un burócrata ejemplar. Este sevillano de noble origen (heredó de su padre el título de marqués) había sido inspector general de infantería del Reino de España y un notable colaborador del Virrey Vertíz, quien lo nombró gobernador de Salta, primero, y de Córdoba en 1782.
En ese puesto se destacó como un funcionario excepcional, promocionando la educación y la industria local. Fundó pueblos y embelleció a la ciudad de Córdoba, creando un paseo que llevaría su nombre. Al fallecer el Virrey Joaquín del Pino, Sobremonte surgió como el sucesor más idóneo y por cédula Real del 6 de octubre de 1804, se lo nombró como representante del Rey en el Río de la Plata.
Su tarea administrativa fue intachable, ordenó el comercio, fundó el pueblo de San Fernando, introdujo la vacuna antivariólica, defendió las fronteras y reglamentó la navegación. Sobremonte hubiese pasado a la historia como un correcto empleado colonial si no fuera porque el 25 de junio de 1806 un pequeño ejército británico llegó a las costas de Quilmes, y en un acto de audacia tomó la ciudad de Buenos Aires. Cuando vio que la resistencia inicial de los vecinos cedía ante la vehemencia de los invasores, Sobremonte decidió retirarse a Córdoba para organizar la Reconquista llevándose consigo a su familia y los caudales reales. Debido a las dificultades en la navegación de la flota española, después del desastre de Trafalgar, se había acumulado una significativa fortuna en Buenos Aires, razón que había encendido la codicia y audacia de los británicos. Esta “retirada estratégica” según Sobremonte fue considerada una “fuga” por sus detractores, más cuando los ingleses lo persiguieron, capturaron el tesoro real y permitieron que el virrey continuase su viaje hacia Córdoba, que nombró capital interina del virreinato.
En 18 días Sobremonte logró reunir fuerzas para dirigirse a Buenos Aires, que para entonces ya había sido reconquistada gracias a Santiago de Liniers (aunque los ingleses se habían llevado los caudales que fueron paseados victoriosamente por Londres).
Cuando Sobremonte decidió volver a Buenos Aires se enteró que un Cabildo Abierto había resuelto que Santiago de Liniers fuese el nuevo jefe militar de la plaza. Sobremonte decidió pasar a Montevideo pero con tan poca fortuna que para entonces la corona británica había enviado una nueva expedición más poderosa que la de Beresford.
Cuando los ingleses intimaron la rendición de Montevideo, Sobremonte rechazó de forma categórica la posibilidad de una claudicación… pero el virrey (o mejor dicho exvirrey) no estaba con todas las cartas a su favor y gracias a la superioridad numérica los británicos tomaron a la capital de la Banda Oriental, generando una nueva huida de Sobremonte, esta vez sin caudales que llevar.
El 10 de julio de 1807 una junta revolucionaria depuso al marqués, quien quedó detenido en la quinta de los padres betlemitas. Desde ese lugar de reclusión, Sobremonte escribió a la corte explicando el porqué de su accionar, pero en España decidieron suspenderlo en sus funciones y nombrar en su lugar a Ruiz Huidobro, sin saber que este había sido llevado preso a Inglaterra. Fue entonces que Liniers fue elegido virrey mientras Sobremonte mascullaba su derrota en una quinta de San Isidro. Allí permaneció hasta noviembre de 1809 cuando pidió volver a la Península, donde se inició un sumario. A lo largo de 3 años el marqués debió defender su posición frente a un Consejo de guerra. Como para entonces ya había estallado la Revolución de Mayo, los informes provenientes de Buenos Aires fueron silenciados y los 19 testigos que declararon eran todos fugados del exvirreinato, quienes apoyaron lo actuado por el exvirrey. Así se cerraron las acciones legales contra Sobremonte a quien se le pagaron los sueldos caídos y fue premiado con el título Mariscal de Campo.
A los 75 años volvió a casarse con la viuda de un sobrino de Hidalgo de Cisneros, su sucesor en el cargo
Murió a los 81 años donando su fortuna a inválidos y huérfanos.