La revolución de 1789 se ha convertido en un hito histórico, paradigma del Golpe de Estado, un arquetipo de las conductas de sus partícipes que se repitieron en las colonias españolas, en Haití, en Rusia, en Cuba, Angola y en cada lugar en que un movimiento popular pretende desplazar a un régimen autocrático. Cuando esto acontece surgen jacobinos y girondinos, fanáticos y moderados, intelectuales que preceden en años al movimiento y ofrecen letra para justificar sus aciertos y sus excesos.
En todas las revoluciones y bajo distintas formas, se ocultan un Robespierre y un Danton, un Marat y un Saint Just aunque no todos corren la misma suerte. Algunos subsisten y, a su tiempo, podrán convertirse en héroes o tiranos. A otros solo les espera una muerte violenta.
Habrá quienes la historia los convertirá en prohombres. Otros quedarán sepultados en la ignominia.
Los acontecimientos en Francia que llevaron a estos reclamos populares pueden sintetizarse en:
1) El apoyo de la monarquía francesa a la Revolución Norteamericana y el agotamiento de sus arcas, que llevó a un aumento en la presión impositiva (basada en una tercerización de la recaudación).
2) El mal tiempo y las malas cosechas con su secuela de ruina económica y hambre.
3) La perseverancia de la monarquía de mantener sus prerrogativas en la Convención Nacional (la aristocracia y el clero, es decir las partes más ricas de la población, gozaban de excepción impositiva).
En definitiva, el mal humor económico más la falta de intención de alterar los privilegios de un sector, fueron un detonante.
4) Las dudas al momento de reprimir a estos grupos que actuaban con vehemencia.
Curiosamente, la monarquía había apoyado las ideas de los revolucionarios americanos, pero se había negado a concederle los mismos poderes a la burguesía francesa.
La Revolución francesa, a no dudarlo, fue el reclamo de una burguesía que aprovechó el descontento popular a fin de promover sus ideas. Ninguno de sus líderes era de extracción social baja, todos eran personajes educados, como Robespierre, Danton y Marat (los dos primeros, abogados y el tercero médico) y aun nobles, como Lafayette, Mirabeau y Condorcet. Pasada la efervescencia inicial, este grupo (o mejor dicho, los supérstites) se encargaron de hacer una nueva oligarquía bajo el Imperio de Napoleón.
La tan comentada Toma de la Bastilla fue un acto más simbólico que justiciero. Solo seis presos que se alojaban en ella, y no podían llamarse políticos. Hasta el mismo Ministro de Economía Jacques Necker, había solicitado su destrucción.
Obviamente, el legado más importante de la Revolución fue la Declaración de los Derechos del Hombre, que inspiraron la célebre tríada de libertad, igualdad y fraternidad, principios que no siempre los revolucionarios tuvieron presente, más cuando debieron recurrir al Terror para imponerse. Es más, esta declaración no fue una novedad, pues existían numerosos antecedentes. Como los Concilios de Toledo, la Carta Magna Leonesa (1188), la Carta Magna inglesa (1215), el Habeas Corpus (1679) y The Bill of Rights (1689). El acta de declaración de Independencia (1776) y la Constitución americana (1787) son sus antecedentes directos.
Es imprescindible señalar que esta declaración de 1789 fue anulada en 1794 (Loi du 22 prairial) donde se introduce el concepto de Tribunal Revolucionario que tiene potestad de suprimir estos derechos para aplicar las políticas del Terror, de modo tal que dicha declaración terminó siendo una parodia, una burla para aquellos que la votaron y finalizaron sus días siendo víctimas de la mecánica revolucionaria.
Si bien en los derechos se declara la libertad de culto, los revolucionarios adoptaron al principio un papel anticristiano (pose ideal para hacerse de los cuantiosos bienes de la Iglesia). Se intentó reemplazar la religión por la veneración a la razón y la ciencia, promoviendo una sociedad materialista e inmanente.
Si bien la Revolución Francesa terminó con el poder de la aristocracia, los excesos cometidos crearon una reacción pro monárquica, cuya expresión máxima fue el Congreso de Viena y el apoyo al absolutismo europeo, después de la derrota de Waterloo.
La concepción de Estado concebido por Rousseau como un contrato, es contrario al concepto de sociabilidad altruista y terminó favoreciendo la aparición de un Estado que se convirtió en dueño del monopolio de la creación del derecho como instrumento de dominación, más cuando por muchos años no existió una auténtica democracia (que aún no existe en muchos países que así se autodenominan).
La Revolución Francesa fue un extremo en la historia pendular de la humanidad, un experimento violento, costoso en vidas y medios, y hasta con una dosis importante de hipocresía. Con los años se tamizaron sus excesos, se rescataron sus aciertos y se hicieron factibles algunas ideas utópicas que siempre encierran estos movimientos. Se puso fin a una época y comienzo a otra, con las ventajas y desventajas que encierran todas las creaciones del hombre.
¿Fue necesaria tanta violencia, tanto exceso y furia?
Probablemente, no, aunque la falta de creatividad y tolerancia del sistema monárquico haya asistido a favorecer dicha violencia.
Por eso es bueno tener presente a esta Revolución, no solo los 14 de julio, sino cada vez que una agrupación tiende a imponerse por la violencia.
Sería bueno agregar que aunque se proclamó el principio de la libertad se mantuvo la esclavitud en Saint Domingue (Haití) y se mandó una escuadra a reprimir a los rebeldes,. El líder haitiano, Tousaint L´Ouverture murió en una cárcel en Francia. La libertad no era para los pueblos de las colonias y menos aún si eran negros.