Perón y Franco, una relación que no fue

El 1 de julio de 1974 Francisco Franco fue uno de los primeros jefes de Estado en enviar sus condolencias a Argentina por la muerte del presidente Juan Domingo Perón. Pero la vida de Perón en Madrid no fue un libre albedrío. Todo lo contrario. De entrada, para que pudiese viajar a España y gestionar su residencia allí, le envió una carta al “generalísimo” español para solicitarle permiso para residir como exiliado argentino por un tiempo imposible de determinar. Algunos han supuesto que Franco recibía a Perón cada tanto, o que asistía a reuniones sociales o cócteles por fiestas o celebraciones varias. Nunca más lejos de la realidad. El llamado entonces “generalísimo de los ejércitos de España”, jamás recibió a Perón en todo su exilio de casi 17 años en Madrid, salvo al dejar el país, en 1973, y con motivo de la visita de Estado del entonces presidente argentino, Héctor J. Cámpora. Unas tres fotos que trascendieron de la despedida de Franco a Cámpora en el aeropuerto de Barajas, hoy “Adolfo Suárez”, muestran a Perón en una segunda línea de protocolo. Hubo un abrazo de despedida y nada más. Perón acató con rigor militar las advertencias de Franco para dejarlo residir en España a partir de 1960, y recibió constantes recomendaciones del dictador para que no lo molestara con reuniones políticas. Por eso, carece de credibilidad que se lo relacionara a Perón con Franco desde una eventual simpatía o coincidencia “fascista”. Lo escuché una decena de veces en Madrid y lo conversé con periodistas españoles, con el ex embajador de España en Argentina, prestigioso escritor, José María de Areilza, conde de Motrico, quien me obsequió y dedicó una foto suya con Eva Perón cuando éste cumplía sus funciones diplomáticas en Buenos Aires.

Uno de los momentos más difíciles del ex presidente argentino en Madrid tuvo lugar con motivo de su frustrado viaje a Brasil para volver a la Argentina. Fue el 2 de diciembre de 1964, cuando Perón piso suelo brasileño en el aeropuerto de El Galeao, Rio de Janeiro. Había llegado en un vuelo de la compañía española Iberia y al iniciar los trámites para su traslado a Buenos Aires, en medio de un fuerte operativo de seguridad, le informaron que no podía continuar y que debía regresar a Madrid. El jefe de protocolo del Palacio de Itamaratí, sede del ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil, a la sazón Jorge Lampreia, fue el encargado de comunicarle al ex presidente que no podía seguir viaje. Era ni más ni menos lo que había solicitado el gobierno de presidente Arturo Illia, que en ese momento gobernada Argentina. Brasil, que desde ese año era regido por una dictadura encabezada por el presidente mariscal Humberto de Alencar Castelo Bran, había aceptado detenerlo y enviarlo de vuelta a España. Perón trató de persuadir a las autoridades brasileñas a bordo del avión que era considerado “territorio español”, sin poder convencer a nadie. La orden estaba dada y había que cumplirla. Se sospechó en Argentina que Illia había actuado así presionado por las Fuerzas Armadas de entonces, pero nunca pudo confirmarse, ya que antes había trascendido que Illia le había hecho saber a Perón que “era libre de volver a su país”, pero que debía hacer frente a causas judiciales que existieran. Franco no puso impedimentos para el regreso de Perón a Madrid y recuperar su residencia, ya que se había comprometido en respuesta a una carta del expresidente, previo a partir a Brasil. Pero le volvió a recomendar que no le complicara su relación con el gobierno militar argentino.

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