Olympe de Gouges, la revolucionaria olvidada

Olympe nació como Marie Gouze en el mes de mayo del año 1748 en el seno de una familia burguesa de Montauban, Francia. Contrajo matrimonio en 1765 con un hombre mucho mayor que ella, quien poco tiempo después la dejó viuda y con un hijo, Pierre Aubry. Marie no fue feliz en su matrimonio, vínculo del que renegaba y jamás volvió a casarse. En lugar de ello, se trasladó a París, preocupada por que su hijo recibiese una esmerada educación, y comenzó a frecuentar los salones literarios de la “corte” francesa prerevolucionaria. Quizá ese contacto directo con las artes impulsase una vocación hasta entonces reprimida, la de escritora.

Con el pseudónimo de Olympe de Gouges, escribió varias obras de teatro y montó una compañía teatral itinerante que rápidamente comenzó a actuar en teatros de toda Francia. Su obra más conocida, La esclavitud de los negros (L’esclavage des noirs), fue publicada en 1792 y pretendía visibilizar la condición de los esclavos negros. Esto le supuso un enfrentamiento con la corte versallesca, donde el comercio colonial suponía más del 50% de los ingresos, y en la que muchas familias se habían enriquecido con la trata de esclavos. Olympe fue encarcelada en la Bastilla, pero consiguió ser liberada gracias a sus influencias y continuó con su trayectoria abolicionista que la llevaría a ser una figura considerada dentro del movimiento.

A partir de este momento, Olympe se involucró activamente en la lucha por la igualdad. Publicó una treintena de panfletos proponiendo un amplio programa de reformas sociales, dirigidos a las tres primeras legislaturas de la Revolución, a los Clubes patrióticos y a diversas personalidades. Sus trabajos adquirieron un cariz feminista y revolucionario. Defendió la igualdad entre el hombre y la mujer en todos los aspectos de la vida pública y privada, incluyendo el derecho a voto, el acceso al trabajo público y a la vida política, el derecho a poseer y controlar propiedades, a formar parte del ejército, y a la educación y a la igualdad de poder en el ámbito familiar y eclesiástico. Abogó por la supresión del matrimonio y la instauración del divorcio, por el reconocimiento de los niños nacidos fuera del matrimonio, y propuso un contrato anual renovable a firmar por los cónyuges,. En 1791 redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, basándose en la reciente declaración de los derechos del Hombre. Su máxima era: Si la mujer puede subir al cadalso, también se le debería reconocer el derecho de poder subir a la Tribuna. Probablemente no supiera entonces lo profética que resultaría su proclama.

Defensora de la separación de poderes, tomó partido por los girondinos y criticó duramente la política de Robespierre y Marat, así como la creación del Comité de Salvación Pública. Esta postura, le supuso, tras la caída de los girondinos, su detención en agosto de 1793. Reclamó sin éxito un juicio, pero no pudo evitar el expeditivo tribunal revolucionario. Sus panfletos “Olympe de Gouges en el Tribunal revolucionario” y “Una patriota perseguida”tuvieron una gran repercusión, pero serían sus últimos textos.

El 3 de noviembre de 1793, Olympe fue guillotinada. Su único hijo, Pierre Aubry, renegó de ella públicamente poco después de su ejecución, por temor a ser detenido. Aunque ya en vida había tenido que enfrentarse a la profunda misoginia de la sociedad en que vivía, tras su muerte, sus contemporáneos la relegaron a un tercer plano. Su obra cayó en el olvido, e incluso el desprecio, durante todo el siglo XIX, en que la intelectualidad francesa rechazaba la idea de una ideóloga revolucionaria. Se llegó a decir de ella que era analfabeta, poniendo en duda la autoría de sus obras y se dudó incluso de sus facultades mentales.

Habría que esperar hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, para que la figura de Olympe de Gouges se recuperara como una de las grandes figuras humanistas de la Francia de finales de siglo XVIII. Objeto de estudio en Estados Unidos, Alemania y Japón, en Francia, tras la publicación de su biografía por Olivier Blanc, se le rindió homenaje en los actos del bicentenario de la Revolución Francesa en 1989. Desde entonces se han representado varias de sus obras de teatro, sus escritos están siendo reeditados y varios municipios franceses han dado su nombre a colegios, institutos, plazas y calles. Un reconocimiento tardío, pero imprescindible, a una gran luchadora por la mujer y por la igualdad.

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