Vestusta y desvencijada, no podría decirse si está olvidada, o si alguien la dejó caer, como han caído en el olvido los versos de este poeta nacido en Brasil, de padres argentinos obligados a emigrar en tiempos de Rosas. En vida fue periodista y desempeñó varios cargos públicos, llegando a ser secretario del presidente Derqui.
Su obra Nido de Cóndores fue leída en el primitivo teatro Colón por Mariano Varela en oportunidad del retorno de los restos del General San Martín en 1877.
Muerto el 30 de octubre de 1882, a los 43 años, el mismo presidente Julio Argentino Roca despidió sus restos. Su amigo, el poeta Gervasio Méndez, aislado por años de la sociedad debido a su invalidez, le rindió sentido homenaje: “condensando en mis lágrimas, te dejo todo el triste poema de tu muerte, y este laurel que es símbolo de gloria, arrancado de mi sien para tu frente”. Una placa de 1916 lo unge como el “Poeta de la Juventud”. Su busto habita el jardín de los poetas en el Rosedal de Palermo.
En esta bóveda están los restos de su hija Agustina, poetiza también, casada con Ramón Lista (explorador y gobernador de Santa Cruz), muerta por propia mano, al no soportar el desaire de su esposo amancebado con una tehuelche.
Yo soy un ave, tímida, agreste
nacida sólo para cantar.
Bajo los ceibos y chañares
de las orillas del Uruguay
donde bandas de aves cantoras
van en las tardes a contemplar
el llanto áureo del sol, que muere
de las corrientes en el cristal
Agustina Andrade
and
Su vida, como su obra, fue Flor de un día.