Miércoles 26 de octubre de 1881. Tres de la tarde. El marshal Virgil Earp camina por las polvorientas calles de Tombstone, en el desierto de Arizona, acompañado por sus ayudantes –sus hermanos Wyatt y Morgan– y un pistolero amigo de la familia, John “Doc” Holliday. Vestidos con sombreros y largas gabardinas de color negro van en busca de varios cowboys ladrones de ganado. Cuando llegan a su encuentro, en una caballeriza conocida con el nombre de O.K. Corral, da comienzo un tiroteo. En apenas medio minuto se dispararán treinta balas que acabarán con la vida de tres cuatreros y dejarán tres heridos leves en el bando de los Earp.
Esta cinematográfica escena se ha convertido en la imagen icónica de los duelos de la era dorada del Salvaje Oeste americano, una época violenta en la que valerosos agentes de la ley se juegan la vida ante peligrosos forajidos sin escrúpulos. ¿Pero sucedió realmente así? Muchos defienden que se trato de una ejecución a sangre fría de hombres desarmados, uno de ellos un chico de apenas 19 años. Un episodio más del ajuste de cuentas entre dos clanes enfrentados en un mundo en el que ni los buenos eran tan buenos, ni los malos, tan malos. Esos treinta segundos convirtieron en un mito a Wyatt Earp y le persiguieron hasta la muerte.
Polvo, desierto y plata
El teatro de los hechos era una población fundada pocos años antes por Ed Schieffelin, uno de tantos cazafortunas que, tras trabajar como explorador del ejército de Estados Unidos, había decidido buscar metales preciosos en el territorio donde coinciden los límites de México, Nuevo México y Arizona. Sus amigos, conocedores de la presencia de apaches en la zona, le dijeron que la única piedra que iba a encontrar sería la de su lápida, por lo que, cuando en 1877 halló una veta de plata, llamó Tombstone (“lápida”) a la mina. La zona no tardó en llenarse de aventureros que se agruparon alrededor de un campamento con ese mismo nombre.
En 1881, Tombstone albergaba a más de 7.000 hombres de frontera y era ya una próspera ciudad, capital del condado de Cochise. En ella se establecieron dos facciones enfrentadas entre sí por cuestiones económicas. Por un lado, se encontraban los residentes y, en general, los dueños de negocios del pueblo, cuyos intereses eran defendidos por el marshal o jefe de la policía local, Virgil Earp. El otro bando estaba formado básicamente por los mineros y los vaqueros que vivían en los alrededores de la localidad y contaban con el amparo del sheriff del condado, Johnny Behan.
Una vieja enemistad
Un año antes, Virgil Earp, un antiguo soldado, aserrador y buscador de oro, se había convertido en marshal de la localidad y había colocado como ayudantes a sus hermanos Wyatt y Morgan. El clan entró enseguida en conflicto con los Clanton y los McLaury, vaqueros protegidos por el sheriff Behan, que “completaban” sus ingresos con el contrabando de ganado y el asalto a alguna diligencia.
Este grupo acusaba a los Earp de usar sus placas en su propio beneficio. Ciertamente, los hermanos Earp, además de agentes de la ley eran también propietarios de varios salones y locales en los que se ejercía el juego y la prostitución. Los Earp y los cowboys habían tenido varios enfrentamientos a cuenta de robos de ganado y diligencias.
A todo ello se sumaba la enemistad personal entre Behan y Wyatt. Diez meses antes del tiroteo, ambos se postularon al puesto de sheriff del condado de Cochise, pero Behan convenció a Earp de que se retirara de las elecciones, prometiéndole a cambio que lo nombraría vice sheriff y compartiría con él los beneficios del puesto: el diez por ciento de los impuestos que se recaudaban en el condado. Pero Behan se olvidó del acuerdo en cuanto fue elegido.
Armas, juego y alcohol
En octubre de 1881 se aprobó en Tombstone una ordenanza que prohibía llevar armas en la ciudad, lo que contrariaba a los vaqueros que gustaban de acudir a los salones. Hay que tener en cuenta que estas poblaciones fruto del progresivo desplazamiento de la frontera hacia el océano Pacífico estaban habitadas por hombres que, después de duras jornadas de trabajo en el rancho o en la mina, querían apostar, beber y gozar de compañía femenina: la combinación de masculinidad, alcohol, apuestas y armas provocaba muchas peleas y muertes.
El día 25, Doc Holliday, un pistolero amigo de los Earp, estuvo jugando a las cartas en el salón Alhambra hasta altas horas de la noche, y discutió acaloradamente con algunos vaqueros, sobre todo con Ike Clanton, ambos ostensiblemente borrachos, según algunos testigos. Ike proclamó que él y sus colegas llevarían armas en Tombstone siempre que les viniera en gana, que al día siguiente lo harían y que ningún policía se atrevería a quitárselas.
A la mañana siguiente, Ike Clanton, que continuaba bebido y armado, se jactaba de buscar a Holliday o a algún Earp para saldar cuentas con ellos. Virgil Earp, para demostrar que él representaba la ley en Tombstone, fue en busca de Ike, le requisó las armas y lo llevó ante el juez, que le impuso la multa estipulada. Otra vez en la calles, Ike fue a reunirse con un grupo de cinco vaqueros del clan e hicieron correr la voz de que andaban armados y nadie los iba a desarmar. Es muy posible que siguieran con la bravuconada de la noche anterior, o bien que algunos de ellos fueran efectivamente armados porque se disponían a salir de la ciudad.
Un tiroteo legendario
Comoquiera que fuese, Virgil llamó a sus hermanos y a su amigo Doc Holliday y decidió demostrar quién mandaba allí. El marshal y su escolta fueron al encuentro de los vaqueros por la calle principal de Tombstone, Fremont, hasta un estrecho solar vacío de apenas cinco metros de ancho, detrás de un establo de caballos llamado O.K. Corral. Allí ambos grupos se encontraron cara a cara y Virgil pidió a los cowboys que le entregaran sus armas, al parecer sin éxito, con lo que se inició el tiroteo que desembocaría en la matanza. Es muy posible que los cowboys no esperaran que Virgil apareciera acompañado. A priori, los Earp estaban en minoría, sin embargo, en cuanto comenzó el enfrentamiento, tres de los vaqueros –Billy Clairborne, Ike Clanton y Wes Fuller– salieron corriendo del lugar con las manos en alto. Los tres que se quedaron, Billy Clanton, y Tom y Frank McLaury, murieron acribillados. El primero tenía tan solo 19 años.
Tras el tiroteo afloraron los dos bandos enfrentados (residentes y comerciantes contra vaqueros y mineros de los alrededores), representados en los dos periódicos editados en Tombstone. El Tombstone Epitaph se congratulaba de que los Earp hubieran enseñado a los forajidos “que no pueden salir a las calles de Tombstone, a plena luz del día y armados a la caza de sus víctimas”. En cambio, su rival, Tombstone Nugget, informaba que el funeral de Billy Clanton y los McLaurys fue el “más grande jamás presenciado […] una marcha solemne y conmovedora marcha por los muertos”.
Según la legislación vigente, era lícito servirse de las armas cuando el contrincante amenazaba con hacer lo propio. Pero ¿iban realmente armados los hombres abatidos en O.K. Corral? Ike Clanton acusó a los Earp de disparar contra hombres desarmados. El sheriff Behan apresó a los hermanos Earp y a Doc Holliday, acusados de asesinato a sangre fría. En una vista preliminar que duró un mes sólo se pudo demostrar que dos de los vaqueros iban armados. Finalmente, el juez no vio motivos para llevar a juicio a los acusados, pero desde el primer momento las circunstancias del tiroteo levantaron sospechas y se acusó al juez de connivencia con los Earp.
A pesar de quedar exonerados de cualquier delito, el enfrentamiento trajo consecuencias terribles para el clan Earp. En diciembre, Virgil fue tiroteado en una emboscada; estuvo a punto de morir y su brazo izquierdo quedó inútil para siempre. En marzo del año siguiente, un disparo procedente de un oscuro callejón acabó con Morgan Earp. A la vista de que alguien estaba vengando las muertes de O.K. Corral, Wyatt Earp formó un grupo de persecución para tomarse la justicia por su mano.
ke Clanton logró escapar de la venganza de los Earp, pero la cuadrilla asesinó a cuatro vaqueros, entre ellos un ayudante de Behan, a los que consideraban implicados en la muerte de Morgan. El sheriff de Cochise consiguió una orden de arresto y persiguió a Wyatt y a sus hombres, pero sin éxito. Earp abandonó Arizona en abril de 1882, y al cabo de los años se estableció en California con su pareja, Josephine Marcus, ex esposa de Behan, con la que conviviría hasta su muerte, en 1929.
El hombre y el mito
Wyatt Earp pasó pronto a formar parte de la mitología de la frontera estadounidense. Tenía jugosas anécdotas que contar como hombre de la ley, jugador de cartas, buscador de oro y plata, cazador de búfalos, proxeneta y dueño de cantinas. Era invitado frecuentemente para arbitrar combates de boxeo y su presencia llenaba de glamour las veladas de las estrellas de Hollywood del momento. Sin embargo, nunca le resultaba fácil explicar lo que sucedió durante aquellos fatídicos treinta segundos en el solar de Tombstone. La sombra de este episodio lo marcó para siempre.
Wyatt Earp representa como nadie la fina línea que separaba el bien del mal en esa época y como muchos de sus protagonistas estaban a un lado y a otro de ella al mismo tiempo: La década anterior a su llegada a Tombstone, Wyatt Earp había sido detenido y acusado de quedarse con parte de las tasas destinadas a financiar centros escolares en Lamar (Missouri), de varios robos de caballos y de frecuentar (y regentar) prostíbulos en diferentes poblaciones. En 1875 se convirtió en ayudante del marshal de Wichita, pero al año siguiente fue despedido acusado de tráfico de influencias para colocar a sus hermanos.
Después del episodio de Tombstone, la fama de Earp aumentó y en 1883 fue llamado junto a otros pistoleros para “defender” los intereses del propietario del Long Branch Saloon de Dodge City (Kansas), cuyo alcalde quería obligar a cerrar en virtud de las recién aprobadas ordenanzas contra el vicio y la vagancia. La presencia de la cuadrilla y la ruina económica provocada por el cierre de salas de juego y prostíbulos de la localidad, persuadieron al alcalde para echarse atrás.
Hubo que esperar a 1931, cuando Earp ya llevaba dos años muerto, para que Stuart Lake publicara Wyatt Earp. Policía de frontera. Basado en conversaciones con el famoso vaquero, el libro fue recibido con gran éxito inicial, aunque hoy en día se le reprocha escasa precisión histórica y demasiadas dosis de ficción. Pero sería el cine el que elevó el episodio de O.K. Corral a la categoría de mito. My Darling Clementine (1946), de John Ford, es uno de los mejores westerns de la historia, y Gunfight at O.K. Corral (1957), de John Sturges, dio nombre al tiroteo. Ambas son poco fieles a la historia. Más verídica es la versión de George P. Cosmatos, Tombstone (1993), nombre de la localidad convertida en un popular foco de turismo para los amantes de las historias del Oeste.