Negocios con cabezas: Emanuel Swedenborg

No hay nada repartido de modo más equitativo que la razón: todo el mundo está convencido de tener suficiente

René Descartes

El filósofo sueco Emanuel Swedenborg fue, entre otras cosas, fundador de la iglesia La Nueva Jerusalén. Antes de dedicarse a difundir la palabra del Señor, había sido una de las personas más ilustradas de su tiempo, hasta que una “visión” le permitió acceder al reino de los cielos y, desde entonces, se dedicó a difundir su experiencia mística. Jorge Luis Borges lo cita cuando explica sus conclusiones sobre la estructura burócrata del reino de los cielos.

Swedenborg murió en Londres, donde había ido para difundir su creencia y allí fue enterrado, en la iglesia sueca de la capital inglesa. Recién entonces, nos gusta creer, que pudo Swedenborg reencontrarse con los ángeles que lo empujaron a su misión evangelizadora y con los que mantuvo extensos diálogos durante sus sueños, conversaciones que después volcó en los textos que tanto fascinarían a Borges.

Cuando en 1908 el gobierno sueco reclamó sus restos mortales para ser repatriados, se encontraron con la sorpresa de que a Swedenborg le faltaba la cabeza. Es muy probable que esta fuera sustraída por el capitán Saberg, un marino retirado y frenólogo amateur obsesionado con la idea de descubrir el sitio donde asienta el pensamiento teológico. Sin haber llegado a ninguna conclusión frenológica, este capitán vendió el noble cráneo a otro interesado en esta pseudociencia, y así pasó sucesivamente de manos, hasta que fue colocado a la venta en un anticuario de Gales.

La familia del filósofo adquirió la pieza pero, en lugar de restituirla a los restos de su pariente y dueño original, decidieron ponerla nuevamente a la venta. El cráneo del sabio fue rematado por la casa Sotheby’s en el año 1978.

Desde entonces, cambió de manos una vez más, sin que hasta la fecha tengamos noticias sobre nuevas transacciones para continuar lucrando a expensas de tan magnífica testa que acumuló preciados conocimientos, tuvo magnificas visiones del Paraíso y terminó robada, malvendida y menospreciada por sus coetáneos y su descendencia.

Al parecer, los ángeles con los que tanto hablaba Swedenborg no lo custodiaron como merecía.

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