Mozart vs Salieri: leyenda y realidad de una rivalidad

La historia de esta pugna de talentos ha sido retratada en biografías, libros e incluso películas. En el séptimo arte, el ejemplo perfecto es Amadeus, película de Milos Forman. En esta cinta, los espectadores son testigos de excepción de la citada rivalidad, protagonizada por el propio Wolfgang y Antonio Salieri (1750-1825). Ambos constituyen el ejemplo perfecto de un choque de estilos que se ha reproducido infinitamente a lo largo de los siglos. Uno es la perfección y el otro el trabajo constante. Las fricciones entre los dos compositores estaría alimentado por los celos de Salieri hacia su joven colega. En la película de 1984 queda plasmado en varias escenas, una de ellas memorable, en las que el italiano revisa las primeras partituras de Mozart, que le son entregadas por su mujer Constanza. Salieri parece asombrado, ya que no hay ni una sola corrección, como si hubieran sido escritas de una sola vez y en muy poco tiempo. Ante tal panorama, Antonio arroja las partituras, mientras Constanza le pregunta si no son de su agrado. La respuesta de su interlocutor lo dice todo: “Son milagrosas”.

Ya hubo menciones anteriores de este mito, pero fue la obra de Milos Forman la que marcó un antes y un después en la moderna concepción sobre Mozart como músico y en la de Salieri como falto de talento. Ganadora de ocho premios Óscar, muestra a un Amadeus presuntuoso, muy seguro de sí mismo, narcisista y mujeriego. Sabedor de que poseía un don especial.. Por su parte, el italiano —interpretado de manera impecable por F. Murray Abraham—, es peligroso, envidioso y se le retrata como un asesino. Porque sí, el cineasta usó, entre otras cosas, el manido mito del asesinato, una historia de rencor nacida en cuanto se produjo el fallecimiento del genio austríaco, y que fue aprovechada por la mano de Alekxandr Pushkin, quien en su prolífico año 1830 compuso Motsart i Salieri (Mozart y Salieri), el poema épico contenido en Malenkie tragedii (Pequeñas tragedias) que dio rienda suelta a la leyenda negra en torno a ambos personajes.

El fallecimiento del austríaco se produjo de forma abrupta, con escasos treinta y cinco años. Sin embargo, el mal que le llevó a la tumba comenzó a gestarse unos meses antes de su muerte. Todo comenzó el 6 de septiembre de 1791. Mozart se encontraba en Praga, presentando su ópera La clemenza di Tito (KV 621), cuando comenzó a sentirse enfermo. En ese momento, el asunto no pasó a mayores, por lo que a su regreso a Viena continuó trabajando en el Réquiem con normalidad, estrenando el día 30 Die Zauberflöte (La flauta mágica). Llegado el mes de octubre, su salud empeoró de forma alarmante. En una ocasión, mientras caminaba con su esposa Constanza, se sintió tan indispuesto que le aseguró que sospechaba de un envenenamiento. En noviembre la gravedad de su mal se agravó. Se vio obligado a guardar reposo absoluto debido a un cuadro de vómitos, acompañados de fuertes dolores e hinchazón. El doctor Nicolaus Closset no acertaba a dar un diagnóstico correcto, pero aun así Mozart continuó trabajando en el Réquiem tanto como pudo. El 5 de diciembre ya no había solución posible. La fiebre que presentaba el compositor era tan alta que el doctor Closset recurrió a compresas muy frías, algo que no sirvió de nada. El austríaco perdió el conocimiento y no volvería a recuperarlo nunca más. Una hora después, Wolfgang Amadeus Mozart murió junto al doctor, Constanza y la hermana de esta, Sophie.

Su funeral se produjo al día siguiente en la catedral de San Esteban, siendo amortajado según el rito masónico, con un manto negro con capucha. Su cuerpo fue trasladado al cementerio de St. Marx de Viena, y fue enterrado en una tumba comunitaria, ante la atenta mirada de algunos de sus colegas en vida, incluido Antonio Salieri, según aseguró el biógrafo Otto Jahn en 1856.

Muy poco tiempo después comenzó a hablarse del posible envenenamiento de Wolfgang, según las malas lenguas un plan premeditado y ejecutado por la mano de Salieri, que al parecer pretendía deshacerse de su principal rival. Estas sospechas acompañaron al italiano durante el resto de su vida. Siempre negó su participación en un crimen de tal envergadura, y nunca hubo pruebas sobre tal cosa. Aunque su deterioro mental le llevó a confesar su culpa en 1823, mientras estaba interno en un sanatorio mental, en sus momentos de lucidez volvía a negarlo todo tajantemente. En su lecho de muerte, recluido en un asilo de pobres, dijo a su discípulo Ignaz Moscheles lo siguiente:

“Puedo jurarle como hombre de honor que no es verdad esa conseja absurda. Dicen que envenené a Mozart. Pero no es cierto. Solo es maledicencia, pura maledicencia. Dígale al mundo, querido Moscheles, que en su lecho de muerte, se lo confesó Salieri”.

El mito desmentido

La hipótesis del envenenamiento se perpetuó en el tiempo. Paralelamente, se ha tratado de dar respuesta al enigma del fallecimiento a través de la sífilis o de un fallo renal fatal. La situación cambió en 2009, cuando la ciencia hizo justicia a Antonio Salieri. La respuesta apareció en la revista Annals of Internal Medicine de la mano de un trabajo liderado por investigadores británicos y holandeses con el que se pretendió dar con el motivo último de la muerte de Mozart. ¿Cuál fue el sospechoso principal? Una infección por estreptococos. Los investigadores analizaron el archivo necrológico vienés en el mismo periodo en el que murió Mozart, tomando notas de los registros plasmados entre noviembre de 1791 y enero de 1792 y comparándolos con los obtenidos un año antes y otro después. La principal causa de muerte en ese corto periodo de dos meses fue la tuberculosis y otros males relacionados, mientras otras personas murieron debido a la caquexia o a edemas pulmonares. La hinchazón del cuerpo del compositor durante su enfermedad llevó a los investigadores a la conclusión de que el fallecimiento pudo deberse a una infección severa. El resto de síntomas —vómitos, dolores de espalda o generalizados— son compatibles con una infección bacteriana. En base a ello, los investigadores concluyeron que “Mozart podría haber fallecido de un síndrome nefrítico agudo, una complicación derivada de una infección epidémica por estreptococos”.

La ciencia dio la razón a Salieri. Pero la leyenda aun debía sufrir un varapalo más, quizá definitivo. Alekxandr Pushkin en un primer momento, y Peter Shaffer y Milos Forman después —con la obra de teatro Amadeus y la película del mismo nombre—, fomentaron la historia de celos. Pero en el año 2016 se demostró que ambos compositores llegaron a colaborar, mano a mano, en una composición. Y no era la primera vez que trabajaron codo con codo, pues ya en 1786 compartieron escenario en Schönbrunn. Lo mismo ocurrió en la coronación de Leopoldo II. Incluso acudieron juntos a una función de Die Zauberflöte (La flauta mágica) en el mismo año 1791.

La pretendida rivalidad no era tal. La prueba final se reveló el 10 de enero de 2016, cuando el diario Schwäbische Zeitung dio a conocer el hallazgo en Praga de un ejemplar del libreto y la partitura de una cantata conmemorativa para voz y acompañamiento compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart junto a Antonio Salieri, sobre versos de Lorenzo da Ponte. El hallazgo se produjo gracias al compositor y musicólogo Timo Jouko Herrmann, especialista en Salieri, y fue avalado por la Fundación Mozarteum, de Salzburgo, la institución que promueve desde hace más de un siglo la investigación acerca de la vida y la obra del compositor salzburgués. La cantata se compuso en honor de la soprano inglesa Nancy Storace —que a la postre sería la primera Sussana en Las bodas de Fígaro—, quien en junio de 1785 perdió la voz durante un estreno en Viena. Este contratiempo llevó al atraso de la nueva ópera de Salieri, La grotta di Trofonio. Cuatro meses después, la soprano pudo volver a la actividad, hecho que fue aprovechado para sacar a la luz Per la ricuperata salute di Ofelia (Para la recuperada salud de Ofelia), papel que Storace interpretaba en la ópera del italiano.

En esta pieza colaboraron tres músicos: Mozart, Salieri y Cornetti, un personaje del que aún no se tiene certeza absoluta sobre su identidad, aunque es posible que se tratara del maestro de canto Alessandro Cornetti. La pieza fue anunciada por la prensa de la época, pero incomprensiblemente no se había encontrado ningún ejemplar de la misma hasta ese año 2016, bajo la referencia K.477a.. El texto de la cantata contiene treinta estrofas y fue redactado por el famoso poeta de la corte imperial vienesa Lorenzo da Ponte. Per la Ricuperata Salute di Ofelia narra la historia de los cuatro meses en los que Storace estuvo enferma, aunque emulando el estilo de la poesía bucólica italiana.

Además del libreto, el impresor de la corte imperial vienesa Joseph von Kurzböck añadió excepcionalmente unas páginas desplegables con la música de Mozart, Salieri y Cornetti. Se trata de una reducción en dos pentagramas para voz y acompañamiento. La música de Mozart se limita a un Andante de treinta y seis compases que se inicia con el verso Quell’agnelletto candido. Aún hay quienes cuestionan que estas colaboraciones prueben que Salieri no sentía celos de Mozart. Puede que sí que los hubiera, pero no a los niveles que se han querido mostrar hasta ahora. Algo parecido ocurre con la propia labor del de Salzburgo como músico, más propia de la épica legendaria que de la realidad.

Fuentes:

– Andrés, Ramón. Mozart: su vida y su obra, Swing, 2006-

– Ruiz Herrera, Félix- Entre genios y onironautas: leyenda y ciencia, Editorial Guante Blanco, 2019.

– Sollers, Philippe. Misterioso Mozart, Alba Editorial, 2003.

– Stendhal. Vida de Mozart. Alba, Editorial, 2000.

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