Considerada la mejor cantante belcantista de la historia, fue una conocida cantante de ópera de origen español. Su corta presencia en la escena lírica europea dejó un recuerdo imborrable en la historia de la ópera. Con su belleza y talento, “la Malibrán” encarnaba los ideales de la artista romántica que se veían enriquecidos por la tempestuosa y novelesca vida que le tocó vivir, como también por su trágico y prematuro final. Artistas de la talla de Rossini, Donizetti, Bellini, Chopin, Mendelssohn y Liszt se contaban entre sus admiradores.
Síntesis biográfica
María Felicia García Sitches fue la segunda hija de Manuel García y Joaquina Briones. Sus dos hermanos fueron también cantantes: Manuel Vicente García, fue un famoso barítono y además uno de los mejores profesores de canto de su tiempo y su hermana menor Pauline García-Viardot, conocida como “La Viardot” fue otra gran diva de la ópera y una de las mujeres más influyentes en la cultura europea de su tiempo.
La Malibrán llegó al mundo mientras su padre triunfaba en París en 1808, tras huir de la nativa España por entonces ocupada por Napoleón. Sin embargo ya en 1811 la familia debió huir nuevamente esta vez a Nápoles en donde trabaron estrecha amistad con Rossini quien escribió su rol del Conde de Almaviva para Manuel García. Por aquel entonces la familia García-Sitches funcionaba como una verdadera compañía ambulante y con 6 años de edad María pudo pisar el escenario por primera vez en la obra Agnese de Ferdinando Paër cantando un rol menor al lado de su padre y madre.
Su maestro
El primer y único maestro de la Malibrán fue su padre, un cantante brillante y a la vez tiránico y exigente. Se dice que a punta de golpes e insultos pudo darle a María una técnica vocal perfecta. En 1815 y tras la derrota de Waterloo, la guerra y las enfermedades llegaron hasta Nápoles y los García-Sitches debieron huir nuevamente con rumbo a París y luego a Londres. En ese momento Manuel García decidió poner a su hija a salvo de los problemas políticos y de la vida del teatro y la internó en el colegio-convento de Hammersmith, cercano a Londres. De allí salió a los 16 años, ya formada con 5 idiomas aprendidos.
Vuelta a la tutela paterna, su padre se sumergió en la tarea de adiestrar el joven instrumento vocal de la cantante. Se dice que las lecciones se convirtieron en una batalla constante de dos caracteres extremadamente fuertes. Como también se dice que el padre exigía tanto a su hija que la cantante aprendió a cantar mientras lloraba sin que el llanto afectara a su voz, truco que utilizaría después para impactar a sus públicos.
Debut
Ya a los 17 años, María García tendría su segundo debut, esta vez en el papel protagonista de Rosina en El barbero de Sevilla de Rossini el 5 de junio de 1825 en el Royal Theatre de Londres, propuesta por su padre como reemplazante de la enferma Giuditta Pasta, una leyenda de su tiempo.
A su debut como Rosina le siguió una actuación como Palmide en Il Crociato en Egitto de Meyerbeer al lado del castrato Giovanni Battista Velluti que se convirtió en una verdadera batalla vocal entre dos fenómenos vocales de la época.
No obstante el futuro que se le presentaba, el olfato financiero de su padre la llevó a otros horizontes. A finales de 1825 la familia completa zarpó con rumbo a Nueva York. En la ciudad norteamericana, la familia se convirtió en el foco cultural de su época, pues fueron los primeros en representar ópera en los Estados Unidos.
Especializada en Rossini, debutó el 29 de noviembre de 1825 como Rosina en “El Barbero de Sevilla”, a la que rápidamente siguieron otros roles. El debut de la joven cantante tomó a Nueva York por asalto y el público norteamericano no acostumbrado a la ópera quedó embrujado por el talento y la belleza de María García. El público americano la convirtió en la primera estrella de la ópera en el nuevo continente y la apodaron cariñosamente “La Signorina”.
La Malibrán
Por un capricho del destino seria usando el apellido de su marido que María alcanzaría la fama mundial y se convertiría en el icono del romanticismo. Tanto en el viaje en barco como en las presentaciones teatrales, María García se ganó admiradores. La joven ya cansada del control paterno y de sus malos tratos fijó sus ojos en Eugene Malibran, un banquero francés de 43 años.
El hecho es que María García se convirtió definitivamente en María Malibrán el 23 de marzo de 1826. A las pocas semanas se descubrió que Eugene estaba lejos de ser el acaudalado millonario que pretendía ser y tras varios pleitos judiciales y deudas impagas se declaró en bancarrota. A pesar de todo Maria decidió quedarse al lado de su marido, defenderlo y ayudarle en su situación judicial con el pago de sus actuaciones en el teatro. El resto de la familia García-Sitches partió hacia México dejando a María en New York en una posición que estaba lejos de ser el sueño de liberación paterna que buscaba la cantante. 5 meses manteniendo a su marido soportó el espíritu en ebullición de la Malibrán hasta que harta de la situación pidió el divorcio que Eugene se negó rotundamente a entregarle. La Malibrán sin nada más que hacer en América partió de vuelta a Europa, esta vez a París: el centro mundial de la ópera.´
Debut en París
En 1828 a su llegada a la capital francesa produjo de inmediato el vivo interés de la Condesa Merlin que ayudo mucho a promocionarla dentro de los círculos intelectuales y sin duda ayudo a su debut en la ópera.
La Malibrán debutó en La Ópera de París como Semiramide de Rossini en el transcurso de una gala a beneficio de Monsieur Galli. A pesar del nerviosismo de la cantante que se medía a una audiencia que ya tenía por favoritas a verdaderas leyendas de la época como Giuditta Pasta, Rosmunda Pisaroni o Henriette Sontag, su talento vocal y originalidad en la actuación la puso desde un primer momento en un lugar aparte en el competitivo mundo parisino de las Prima donna. El triunfo en París fue clamoroso y con este la Malibrán pudo imponer sus propios términos prefiriendo al Théâtre-Italien a La Ópera de París.
En París rápidamente se hizo de los mejores y más disimiles papeles del reperotorio. Podía pasar del soprano puro de Semiramide o Desdemona al contralto de Angelina en La Cenerentola, Romeo en I Capuleti e I Montecchi de Bellini o Rosina en El Barbero de Sevilla.
A pesar de su triunfo, el enfrentamiento con Henriette Sontag fue inevitable desde un comienzo y si bien la Malibrán poseía claras ventajas sobre la soprano, tanto público como críticos se dividieron en opiniones.
La rivalidad entre ambas terminó una noche en que se presentaban en Semiramide de Rossini, tras finalizar el dúo “Alle più care immagini” ambas cantantes se abrazaron fraternalmente extasiadas la una de la otra por la manera suprema de cantar y ornamentar.
Londres
Apareció nuevamente en Londres el 21 de marzo de 1829 como Desdémona en Otello de Rossini. Repitiendo el triunfo obtenido en París. A su primera actuación siguieron Ninetta en La gazza ladra, Rosina en Il barbiere di Siviglia y Semiramide ocasión en la que tuvo a su lado al Arsace de Rosmunda Pisaroni, según muchos la única cantante que se le podía acercar en perfección vocal.
En esa misma temporada actúo por primera vez al lado del bajo Luigi Lablache durante una representación del Il matrimonio segreto de Cimarosa. Entre ambos cantantes nació desde el primer momento una sincera amistad unida a una mutua admiración.
Regreso a París
En junio de 1829 ya estaba de vuelta en París en donde repitió sus ya acostumbrados triunfos esta vez acompañando a la Sontag en Tancredi y como Ninetta en La gazza ladra. En esa misma temporada ocurrió el reencuentro con su padre que había vuelto desde América con problemas financieros. En el Theatre Italien Manuel García enfrentó su último compromiso como Almaviva en El barbero de Sevilla al lado de la chispeante Rosina de su hija.
En 1830 Henriette Sontag, su más cercana rival, se retira de los escenarios tras casarse con el Conde Rossi, embajador de Cerdeña en Francia. Sin posibles competidoras la Malibrán disfrutó desde ese momento de los mejores papeles que le ofrecía el repertorio, tanto en óperas de Mozart o Cimarosa como en óperas mas contemporáneas de Rossini, Donizetti o Bellini. Por esta misma época de reinado absoluto decidió integrar a su repertorio el rol del Otello rossiniano, una muestra de la maestría actoral de la cantante y una prueba que para 1830 prácticamente cada capricho de la Malibrán debía ser cumplido.
Romance con Bériot
Por esta misma época comenzó un bullado romance con el violinista belga Charles-Auguste de Bériot. Como si el destino la persiguiera, una vez comenzado el romance llegó inesperadamente desde América su marido Eugene Malibran, quien alegaba los derechos que poseía sobre su mujer y su patrimonio debido al matrimonio que los unía. Decidida a usar toda su influencia se marchó con de Beriot a Bruselas retirándose a un pequeño palacio dejando la promesa de nunca volver a cantar en París si Eugene Malibran no se marchaba de la ciudad. Todo el mundo artístico estaba interesado en resolver este embrollo llegando finalmente a un acuerdo mediante el cual la cantante no seria molestada por Eugene a cambio del pago de una suma de dinero mensual. Regresó finalmente al Italien de París como Ninetta en una nueva producción de La gazza ladra que la reunía con Rubini como Gianetto.
Esta nueva temporada de éxitos fue cortada súbitamente por la enfermedad de la cantante que se sentía sin fuerzas y con frecuentes desmayos que la preocupaban al extremo. Dejando una carta en la que expresaba su intención de no volver a cantar hasta sentirse recuperada del todo volvió a marcharse con de Bériot a Bruselas.
Los alarmados empresarios del Italien viajaron rápidamente a Bruselas para tratar de convencerla de volver a cantar, explicándole la catástrofe económica que le provocaría al teatro su partida cuya temporada descansaba completamente en sus apariciones como artista principal. Apelando a la generosidad de la artista fue finalmente convencida de volver a París para cumplir sus compromisos de la temporada.
La prensa y el público sin embargo no perdonaron el actuar de la diva y muchos se dedicaron a atacarla, tachándola de caprichosa. Además de su actuar divesco la sociedad conservadora de la época le pasó la cuenta y si bien artistas y fanáticos la siguieron apoyando en su nueva posición de mujer liberada, lo cierto es que el escándalo fue muy grande.
La Malibrán resentida por las críticas decidió no volver a cantar nunca más en París. Su última aparición fue el 8 de enero de 1832 como Desdémona en el Otello de Rossini. Su última noche fue electrizante, tanto que el público le pedía a viva voz desde las galerías que no se marchara de la ciudad, tratando de compensar en parte los ataques que había sufrido la cantante anteriormente.
Terminados sus compromisos la cantante partió hacia Bruselas acompañada de Bériot, huyendo de la plaga de cólera que se desataba por esa época en París. A principios de mayo de 1832 recibieron en su casa a su amigo y colega Luigi Lablache. Lablache la invitó bromeando a su viaje a Italia y la Malibrán, demostrando su carácter vehemente y decidido, se apresuró rápidamente a poner sus cosas en orden para el viaje.
Italia
En Italia no solamente fue reconocida como una artista inalcanzable sino que una verdadera manía. Llegó primeramente a Milán en donde ofreció un par de actuaciones privadas para partir rápidamente hacia el Teatro Valle de Roma en donde había sido contratada para actuar como Rosina en Il barbiere di Siviglia de Rossini en donde interpoló una canción en francés escrita por ella para la escena de la lección de canto, lo que no mermó en su caluroso recibimiento. Pasó luego a Nápoles en donde el empresario Doménico Barbaja le ofreció un jugoso contrato por 20 actuaciones a 1000 francos por noche.
A finales de septiembre Malibrán y de Beriot partieron hacia Bolonia donde había sido contratada para 20 actuaciones. El impacto producido en la ciudad puede ilustrarse con una crítica de la época.
Encuentro con Bellini
A finales de 1832 la cantante se trasladó a París para retirarse unas semanas antes de dar a luz el hijo de De Beriot. El 12 de febrero de 1833 nació Charles-Wilfrid de Bériot el único hijo de la pareja. El embarazo fue todo un escándalo de la época pues la cantante aún se encontraba legalmente casada con Eugene Malibran. En la primavera de 1833 regreso a Londres esta vez al Drury Lane en donde había sido contratada para 20 funciones. La ocasión dio pie para que debutara dos grandes roles: Amina en La Sonnambula de Bellini especialmente traducida al inglés y Leonora de Fidelio de Beethoven. Ambos títulos se convirtieron en éxitos espectaculares. El mismo Vincenzo Bellini se encontraba en Londres para supervisar la puesta en escena de una producción con la que tenía bastantes reservas. El impacto que causó en Bellini la personificación de María fue muy grande, tanto que muchos especularon sobre un romance entre ambos artistas, cosa que ambos negaron, según muchos muy a pesar del compositor.
Actuó además en los festivales de Norwich, Worcester y Liverpool. Cerca de 4 meses duró su temporada en Inglaterra, tras los cuales partió nuevamente a Italia. En Nápoles fue contratada durante cuatro meses y pudo agregar como último título el rol principal de Norma de Bellini. En esta última ópera los talentos de la Malibrán parecieron brillar con renovado fulgor. El público la premio con una interminable ovación y no menos de 20 llamados al escenario tras el fin de la representación.
La Scala de Milán
El debut en la principal sala italiana tardo varios meses en concretarse después de varias tentativas entre la directiva del teatro y la cantante. La presión popular por parte de los milaneses contra el duque de Visconti por llevar a la Malibrán a la Scala fue tal que incluso se pensó en llevarla a otro teatro milanés si La Scala tardaba más tiempo en contratarla. Con tal propósito partieron agentes de teatros rivales hacia Bolonia, sin embargo la suerte le sonrió a Visconti y pudo contratar a la Malibrán antes.
El título elegido para su debut fue Norma de Bellini. Si bien la Malibrán pudo haber elegido sus ya más que exitosas versiones de Desdémona en Otello o Ninetta en La gazza ladra prefirió el título que más satisfacciones le había dado en los últimos meses en Londres y Nápoles. Tal decisión provocó la furia de los Pastitas, los incondicionales seguidores de Giuditta Pasta, la primera intérprete de Norma, que sentían una competencia directa y una provocación premeditada. La acusaron de dar pruebas de vanidad y pretensión al elegir la opera belliniana y se dedicaron a atacarla por los medios de prensa. El triunfo fue apoteósico. No menos de 30 veces fue llamada al escenario a recibir los interminables aplausos mientras una lluvia de flores, bouquets y sonetos caía desde las galerías. Una multitud de 12 mil personas la acompaño desde el teatro al Palazzo Visconti en donde la esperaron bajo el balcón para verla saludar. La reacción de Bellini, el propio compositor de la ópera, puede servir como ilustración a la hora de sopesar el triunfo de la Malibrán en La Scala como Norma. En una carta a la cantante le escribió:
Actuaciones en Italia
La presencia de la Malibrán en La Scala fue aprovechada por las ciudades vecinas como Sinigaglia, Bolonia, Lucca, Nápoles y Venecia. En todas ellas la cantante fue tratada con los honores de una princesa pues la cantante disfrutaba de una popularidad colosal en toda Italia.
Después de una breve temporada en Inglaterra la soprano regresó a Nápoles para el estreno de una ópera escrita especialmente para ella, se trata de Inés de Castro de Persiani. La ópera la reunía con la naciente estrella tenoril de Gilbert Duprez y el estreno ocurrió el 28 de enero de 1835.
La actividad de la temporada fue interrumpida por un brote de cólera que se extendió rápidamente por toda Italia. Estando en Lucca la cantante decidió partir a pie en su camino hacia Milán para burlar los cordones sanitarios, con toda la decisión y apasionamiento que la caracterizaba viajó por toda la península escapando del contagio y las cuarentenas. Arribó a Milán a principios de septiembre para cumplir sus compromisos adquiridos. El 30 de diciembre de 1835 apareció como Maria Stuarda de Donizetti en La Scala en una revisión de la ópera hecha especialmente por el compositor en su intento por romper con la censura impuesta en la primera versión estrenada en Nápoles. La ópera, que se ajustaba perfectamente a las posibilidades vocales e histriónicas de la cantante, no fue un éxito apabullante como otras de sus presentaciones en el teatro Milanés y a pesar del entusiasmo de la cantante, la ópera fue prohibida por la censura tras la tercera representación.
Matrimonio con Bériot
A principios de marzo de 1836, Malibrán y de Bériot dejaron Milán y partieron hacia París en donde pudieron contraer matrimonio finalmente el 29 de marzo de 1836. Tras un largo litigio con Eugene Malibran y la ayuda del Marqués de Lafayette, la cantante pudo obtener finalmente el divorcio alegando que su nacionalidad al momento de casarse no era francesa sino española por lo que el matrimonio era no válido.
Muerte
Después del matrimonio pasaron unas semanas en Bruselas como parte de su luna de miel. A finales de abril de 1836 partieron nuevamente con rumbo a Londres para una corta temporada en los teatros locales. Fue en esta corta estancia en que la cantante participando en una cacería cayó de su caballo lo que le provocó un sinnúmero de heridas internas. A pesar de la gravedad de las heridas la Malibrán se negó a ver a los médicos, según muchos, por el miedo a que le amputaran la pierna. A finales de julio partió nuevamente hacia Bruselas.
Medianamente recuperada de sus heridas accedió a un pedido de la ciudad de Aquisgrán para presentarse como Amina en La Sonnambula, en lo que sería su última actuación en una ópera. Según muchos de sus cercanos la cantante presentía la muerte y su pasión por la música como su manera de actuar en escena se volvió en extremo apasionada. Desde Bélgica la Malibrán viajó a Lille y Roisy en Francia en donde compuso sus últimos romances.
Arribo a Mánchester a principios de septiembre, siempre con los síntomas que la preocupaban mucho. Se negó a descansar y siguió cumpliendo con sus compromisos. Finalmente durante los ensayos del Andrónico de Mercadante, la cantante cayó desvanecida después de un dúo que supuso un esfuerzo superior al que su cuerpo podía aguantar. Agonizó durante 8 días durante los cuales se le practicaron todos los tratamientos disponibles en la época, sin embargo la fiebre, el decaimiento y las fuertes migrañas y dolores internos sumados a un embarazo terminaron por minar su estado general. Finalmente falleció el 23 de septiembre de 1836 con tan solo 28 años de edad.
A su funeral en la catedral de Mánchester asistieron más de 50 mil personas. Después de algunos años su cuerpo fue trasladado a Bruselas al cementerio de Laeken.