En su juventud, Florencia era una potencia bajo el mandato de Lorenzo de Medici (Lorenzo el Magnífico, el más inteligente de los cinco hermanos Medici). La muerte del mismo en 1492 disolvió la paz entre los distintos estados italianos; aún así, los Medici mantendrían el control de Florencia hasta 1494, año en que el rey francés Carlos VIII quiso hacer valer su derecho a gobernar Nápoles, por lo cual decidió entrar en Italia con su ejército y pasar por Florencia. El fraile Girolamo Savonarola, un predicador impetuoso y ambicioso muy seguido por el pueblo, lo consideró un enviado del cielo para poner orden en el clero, que él consideraba impuro. En noviembre de ese año estalló una rebelión en Florencia y los gobernantes de la familia Médici fueron expulsados. Tras la expulsión de los Medici, Girolamo Savonarola surge como líder de la ciudad y comienza entonces a gobernar lo que sería la República Democrática de Florencia, de carácter claramente religioso.
El gobierno de Savonarola cayó (y Savonarola sería ejecutado) en 1498, y ese mismo año Nicolás Maquiavelo se incorporaría al servicio público como secretario de la segunda cancillería de la república florentina. Su trabajo consistía en redactar actas de sesiones y ocuparse de la correspondencia oficial que generaba la política tanto interna como externa.
Maquiavelo fue ascendiendo en sus funciones; el gobierno de Florencia le encargó comisiones en países extranjeros y en las ciudades dependientes de la república. Su primera misión diplomática fue un viaje a Francia en 1500, en el que tuvo varias entrevistas en la corte de Luis XII. A través de sus informes posteriores a sus misiones ya puede notarse cómo se va formando su pensamiento político.
En 1502, el mismo año en que Maquiavelo se casa con Marietta Corsini, se produce una revuelta contra Cesare Borgia (noble político italiano, nacido en Valencia como César de Borja, hijo del papa Alejandro VI y capitán de los “ejércitos papales”, nombrado duque de Valentinois y duque de Romaña). La rebelión es sofocada, pero dará origen a uno de los primeros trabajos de Maquiavelo: “Descripción de cómo mató el duque de Valentinois a Vittellozo Vitelle, a Oliverio de Fermo, al señor Pagolo y al duque de Gravina Orsini” (breve título si los hay). En esta obra Maquiavelo expone la acción eficaz de Borgia para sofocar la rebelión, mostrándola como contraste con la incapacidad de tomar decisiones en la república florentina.
Maquiavelo es destinado a diferentes misiones; en 1506 se hace cargo de las milicias florentinas, y de su encuentro en 1507 con el emperador alemán Maximiliano I de Habsburgo saca la idea de que un Estado debe fundamentarse en una fuerza propia. En 1509 su accionar resulta decisivo para la reconquista de Pisa, en 1510 hace de mediador (sin éxito) entre el papa y Francia y en 1511 es enviado a Francia para tratar de impedir un concilio cismático en Pisa.
Se crea la Santa Liga en 1511 (no confundir con la Santa Liga como “coalición militar” que 60 años después combatiría en Lepanto) con el objeto de debilitar el poder de Francia en Italia; las tropas españolas vencen a las florentinas en Prato y propician el retorno de los Medici a Florencia. Cuando en 1512 los Medici regresan al poder, Maquiavelo pierde su puesto como funcionario. Es encarcelado por figurar en una lista de rebeldes conjurados contra los Medici y luego es desterrado a San Casciano, una comunidad en las colinas de Chianti.
En este destierro se desarrolla la mayor actividad literaria de Maquiavelo; durante este período escribe “El Príncipe”, “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”, “La mandrágora” y otros escritos. Estas obras reproducen conceptos ya asentados en el pensamiento de Maquiavelo: la astucia, la lucidez para comprender los hechos, la manipulación, la ironía, la inteligencia. También escribe “Sobre el arte de la guerra” y “La vida de Catruccio Castracane”.
Maquiavelo es amnistiado en 1521, logra que se lo nombre “historiador oficial” y se le encarga la elaboración de las “Historias Florentinas”. En mayo de 1527, Maquiavelo se encuentra en Roma cuando ésta sufre el saqueo de las tropas de Carlos V, y regresa a Florencia cuando los Medici son nuevamente expulsados. Maquiavelo no consigue acomodarse bien políticamente, pierde su cargo y muere el 22 de junio de 1527.
“El Príncipe” es, sin dudas, la obra más importante de Nicolás Maquiavelo, influyente aún en nuestros días. En una carta que Maquiavelo le envía a su amigo Francesco Vettori, él mismo describe su obra con estas palabras: “…he compuesto una obra sobre los principados, extendiéndome lo más posible por el profundo conocimiento que he obtenido sobre el asunto. Examino lo que es un principado, en qué consiste, cómo se adquiere, cómo se conserva y cómo se pierde. Se lo he dedicado al Magnífico Lorenzo”.
Maquiavelo comenta, en la misma carta: “…desearía que los Medici me diesen trabajo, aunque sólo sea hacer rodar una piedra. Por este trabajo, si merece el elogio, se verá que he pasado quince años estudiando el arte de gobernar, que no he perdido el tiempo en dormir o en divertirme, y que todo el mundo pagaría por adquirir la experiencia a costa del prójimo”.
Antes de ser impreso, “El Príncipe” circuló como manuscrito durante años, hasta que finalmente fue editado en 1532, luego de una prebenda del papa Clemente VII. “El Príncipe” se desarrolla en torno a dos ejes principales: uno, los tipos de principado y las formas de llegar al poder (capítulos I a XI); dos, la conservación del poder (capítulos XII a XXIV).
En la primera parte, Maquiavelo distingue tres tipos de principados: hereditarios, nuevos o mixtos y eclesiásticos. Centra su investigación en los nuevos o mixtos, concluyendo que el príncipe debe tener tres elementos si quiere conquistar el poder: la virtud, la fortuna y la ocasión propicia que acerque a los dos elementos anteriores.
En la segunda parte, Maquiavelo hace un análisis de la política en defensa del Estado, las características que debe tener el príncipe para conservar el poder y los consejos para gobernar. El autor considera fundamental la fuerza de los ejércitos como expresión del poder del príncipe y reivindica la autonomía militar. Sostiene que el príncipe debe destacarse más por su eficacia que por su virtud, más por parecer que por ser, debe usar la fuerza del león y la astucia del zorro y debe preocuparse por su imagen pública.
“El Príncipe” es una obra que puede ser considerada tan brillante como cínica, tan sincera como cruel, tan defensora de la lógica como de la hipocresía, tan ejemplificadora de la autoridad como de la manipulación. Y así podríamos seguir. Mejor leerla y sacar cada uno sus propias conclusiones.
Para muestra, algunas frases de “El Príncipe”:
“Cada uno ve lo que parece, pero pocos palpan lo que eres”.
“Puede combinarse perfectamente el ser temido y el no ser odiado”.
“Los príncipes deben ejecutar a través de otros las medidas que puedan acarrearles odio, y deben ejecutar por sí mismos aquellas que les reportan el favor de los súbditos”.
“La naturaleza de los pueblos es muy poco constante: resulta fácil convencerles de una cosa, pero es más difícil mantenerlos convencidos”.
“A los hombres hay que mimarlos o aplastarlos, pues se vengan de las ofensas ligeras, ya que de las graves no pueden; la afrenta que se hace a un hombre debe ser tal que no haya ocasión de temer su venganza”.
“Hay que hacer comprender a los hombres que no te ofenden si te dicen la verdad; pero cuando todo el mundo puede decírtela te falta el respeto”.
“Un príncipe que no se preocupe del arte de la guerra, aparte de las calamidades que le pueden acaecer, jamás podrá ser apreciado por sus soldados ni tampoco fiarse de ellos”.
“Las injusticias se deben hacer todas a la vez a fin de que, por probarlas todas de golpe, hagan menos daño, mientras que los favores deben hacerse poco a poco con el objetivo de que se aprecien meor.
“Los hombres olvidan con mayor rapidez la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio”.
En resumen, toda la obra transita por una mezcla de “el fin justifica los medios” y “nada es lo que parece”.