Manuel Oribe nació el 26 de agosto de 1792 en Montevideo. Hijo del teniente coronel Francisco Oribe y de María Francisca Viana. Recibió esmerada educación y comenzó su carrera militar durante el sitio de esa plaza, actuando como “aventurero” en las tropas que comandaba su tío, el general Francisco Xavier de Viana.
Actuó valientemente en la batalla del Cerrito en 1812, donde alcanzó el grado de alférez de artillería, pasando luego, por méritos de guerra, a la Academia de matemáticas de Buenos Aires. De allí egresó en 1813, con el grado de subteniente.
Vuelto a la patria, participó como artillero durante el segundo sitio hasta la capitulación de Montevideo.
Pasó a servir en las tropas artiguistas, y más tarde de Rivera, habiendo alcanzado la jerarquía de capitán cuando los portugueses invadieron la Banda Oriental.
En marzo de 1817, operó con Rivera contra Lecor, y se destacó en la acción del paso del Cuello. Disconforme con los actos del delegado Fernando Otorgués, emigró a Buenos Aires con otros compatriotas, siendo ascendido a capitán por el entonces Director Juan Martín de Pueyrredón.
A las órdenes del gobernador Balcarce combatió en Cepeda el 1ero de febrero de 1820 y fue fiel a su infortunio. Tomó parte en Cañada de la Cruz, como oficial de Soler, el 28 de junio del mismo año.
Ayudante de Dorrego en la toma de San Nicolás, asistió a los combates de Pavón y Gamonal. Fue promovido a sargento mayor el 7 de septiembre de 1820.
Leal al coronel Dorrego, Oribe pidió la baja del ejército argentino y se reintegró a Montevideo, en 1821.
Fue uno de los pocos oficiales que se negaron a firmar el acta de incorporación de la provincia cisplatina al reino de Portugal y a prestar el juramento de fidelidad. Tampoco lo hizo cuando se lo exigió don Pedro I al desalojar los brasileños a los portugueses quedando dueños del territorio uruguayo.
El Cabildo de Montevideo lo ascendió a teniente coronel de caballería el 18 de julio de 1823. Ya jefe, intervino en la conjuración de los “Caballeros Orientales”, sociedad secreta organizada para luchar contra la dominación brasileña.
Las persecuciones de Lecor le obligaron a emigrar nuevamente a Buenos Aires, siendo allí el principal organizador y el más entusiasta animador de la Expedición de los Treinta y Tres Orientales, en 1825. Fue el segundo jefe de la valiente expedición, y ya en su patria, imprimió una acción vigorosa y decisiva a la campaña contra los asoleados -como le decían a los brasileros.
Al frente de los Dragones Libertadores comandó el centro del ejército libertador en la batalla de Sarandí.
El 8 de enero de 1826, era jefe de la línea sitiadora de Montevideo. Obtuvo un brillante triunfo de Cerro contra los brasileños, y ascendió a coronel el 6 de noviembre 1826.
Se cubrió de gloria en Ituzaingó con el famoso Regimiento Nro. 9, al entrar en Bagé. Se halló en Camacuá, siendo destinado el 21 de abril de 1827 a mandar la línea sitiadora de Montevideo. En diciembre de ese año, batió a los imperiales en Las Piedras. En 1828 se le nombró comandante general de armas de la provincia oriental.
Por orden de Lavalleja salió a combatir a Rivera, con la intención de impedir la campaña de las Misiones. Afortunadamente, Rivera pudo superar la intervención de Oribe y la campaña de las Misiones permitió acotar la guerra con el Brasil y defender el territorio oriental..
Al declararse independiente el Uruguay, se le nombró capitán del puerto de Montevideo, en noviembre de 1830.
Pero la vorágine de la guerra civil no tardó en envolver al país dividiendo en los partidos blanco y colorado, que nacen durante la batalla de Carpintería, por los ponchos usados en la contienda. Rivera y Oribe, convertidos en rivales irreductibles lucharon, aquél apoyado por la escuadra francesa e incitado por los emigrados argentinos, y éste último auxiliado por Rosas mantuvieron una enconada pelea hasta que la derrota sufrida en El Palmar precipitó su renuncia, en octubre de 1838.
Protestó Oribe ante las Cámaras reivindicando sus derechos, y emigró a Buenos Aires con sus ministros, jefes y oficiales. Rosas desconoció a Rivera sosteniendo que el presidente legal era Oribe, acusando a los agentes franceses de inmiscuirse en asuntos de naciones independientes.
El 16 de marzo de 1839, Rivera declaró el estado de guerra entre su país y la Argentina. Rosas envió entonces a Echagüe a la Banda Oriental, donde fue derrotado en Cagancha, mientras Oribe marchaba a Santa Fe con sus orientales para ponerse a las órdenes de Juan Pablo López. Combatió a Lavalle y a los unitarios en don Cristóbal, el 10 de abril de 1840, y en Sauce Grande lo venció. Rosas al nombrarlo general en jefe de los ejércitos de mar y tierra de la Confederación Argentina, persiguió a Lavalle que se retiraba hacia el norte para unirse a Lamadrid, derrotándolo en Quebracho Herrado y más tarde en Famaillá, el 19 de septiembre de 1841.
Sus armas triunfaron en todos los campos de batalla: en San Calá, sobre Vilela, el 9 de enero; en San Juan, sobre Acha, el 22 de agosto de 1841; y en Rodeo del Medio sobre Lamadrid, el 24 de septiembre del mismo año.
Entre los que hizo degollar en Metán después de la batalla, figuraba el ex gobernador de Tucumán, Marco Avellaneda, padre del futuro presidente.
A raíz del triunfo de Paz en Caa-Guazú, Rosas dispuso que Oribe bajase desde las provincias norteñas para marchar a Santa Fe contra el gobernador que se había revelado, venciéndolo en Colastiné, el 19 de abril de 1842. Entre los vencidos estaba el general Juan Apóstol Martínez, a quien Oribe mandó degollar después de Arroyo Grande, junto a más de 400 jefes y oficiales después de la contienda.
Cruzó entonces al Uruguay, y el 16 de febrero de 1843, puso sitio a Montevideo, estableciendo su cuartel general en el Cerrito, pero la plaza defendida por el general Paz, no cayó, a pesar de los largos años de asedio. Se sucedieron batallas en el marco de la Guerra Grande, Urquiza triunfó sobre Rivera, en India Muerta (el 27 de marzo de 1845), y Barrios sobre el mismo, en Pan de Azúcar, el 26 de enero de 1847.
Cuando Urquiza inició su campaña contra Rosas, lo primero que hizo fue buscar las tropas argentinas dispuestas en el sitio de Montevideo, para unirlas a sus huestes. Oribe le entregó a los argentinos sin ofreer resistencia. Fue entonces cuando Urquiza pronuncia su célebre “ni vencedores ni vencidos”, destinado a Oribe.
Retirado a la vida privada, y luego de radicarse un tiempo en Barcelona (España), volvió a Montevideo, donde falleció, el 12 de noviembre de 1857 por tuberculosis.
Casó con su sobrina carnal, doña Agustina Contucci y Oribe, hija del diplomático italiano Felipe Contucci (que en su momento había defendido la propuesta del Carlotismo en las colonias españolas).
El gobierno oriental le decretó los honores póstumos a que era acreedor por su rango y antiguos servicios prestados.
Oribe ha sido apasionadamente juzgado. Los odios desatados contra Rosas, exacerbados después de Caseros, alcanzaron a su aliado uruguayo, que en su momento cumplió la tarea represora encomendada con celo excesivo.
Su mérito como soldado de la Independencia y correcto administrador, más la defensa de la identidad oriental, lo ungió como jefe y fundador del Partido Blanco o Nacional.