Miguel Estanislao Soler nació en Buenos Aires el 7 de mayo de 1783. Era hijo de don Manuel Soler y Bernabeu y doña Manuela Josefa de Otálora.
Realizó sus primeros estudios en el Real Colegio de San Carlos, y en 1795 se inició como cadete del Regimiento Fijo de Buenos Aires. fue promovido a subteniente en 1805, y asistió a la defensa de esta ciudad contra los ingleses en 1806-07. Mereció ser ascendido a ayudante mayor con el grado de Capitán de Cuerpo de Castas de Infantería, el 26 de octubre de 1808.
Se encontró en la represión de la rebelión encabezada por don Martín de Álzaga, el 1ero de enero de 1809 y se adhirió con entusiasmo al movimiento revolucionario de mayo de 1810. En junio recibió los despachos de sargento mayor.
Por su eficaz intervención contra los realistas de Entre Ríos y la Banda Oriental fue ascendido a teniente coronel, el 1ro. de enero de 1812.
Participó del Sitio de Montevideo, y tuvo actuación destacada en la Batalla del Cerrito.
Debido a la separación del jefe titular del Regimiento N° 6, se lo promovió a coronel en 21 de abril de 1813.
Se halló en las acciones que condujeron a la rendición de la Plaza de Montevideo, el 23 de junio de 1814, siendo nombrado gobernador-intendente de la Banda Oriental, el 25 de agosto de aquel año.
Ostentaba en 1815, el grado de coronel mayor.
Tomó parte en los sucesos que tuvieron por consecuencia la caída del Director Supremo Alvear y el 24 de abril fue nombrado brigadier graduado de los Ejércitos de la Patria.
El 9 de mayo se lo designó general en jefe de las tropas de Línea y de Milicias residentes en la provincia e inspector general de ellas, cargo que ejerció hasta el 25 de mayo, en que se le nombró coronel del Regimiento de Granaderos de Infantería.
Presidió la comisión militar que juzgó a los que estaban procesados por haber acompañado a Alvear en el gobierno.
Soler retuvo el coronelato del citado regimiento hasta el 5 de septiembre de 1816, en que fue nombrado Cuartelmaestre General del Ejército de los Andes. Durante su actuación suplantó las banderolas amarillas por las blancas y celestes, y dirigió los ejercicios de fuego de los batallones.
Al frente de la vanguardia argentina derrotó a los realistas en Las Coimas, el 7 de febrero de 1817, con tanta valentía -dice San Martín en su parte al Director Pueyrredón-, que desordenó al enemigo y lo hizo poner en precipitada fuga.
Se distinguió en la Batalla de Chacabuco, recibiendo la medalla de oro acordada por el gobierno de las Provincias Unidas.
El Cabildo de Buenos Aires dispuso se encargara a Londres una espada de honor con el escudo de la ciudad grabado en la cazoleta y las inscripciones en su hoja que perpetuasen su actuación (actualmente se encuentra en el Museo Histórico Nacional).
De regreso a Buenos Aires, en 1819, ejerció la Jefatura del Estado Mayor General en reemplazo de Saavedra.
Después de la batalla de Cepeda, el 5 de febrero de 1820, el Alcalde de Primer voto y presidente del Cabildo, Juan Pedro Aguirre que desempeñaba las funciones de Director sustituto, nombró a Soler general en jefe del Ejército.
Los caudillos exigieron la disolución del gobierno nacional, y que el pueblo eligiera sus autoridades libremente, en forma análoga a las de otros pueblos del interior, para recién así establecer negociaciones. Soler y su oficialidad actuó en el mismo sentido. El Cabildo entonces, asumió el mando disolviéndose el Congreso y cesando el Directorio. En esa forma cayó el organismo nacional que había subsistido durante una década.
Como urgía la designación del gobernador de la provincia, y no existían precedentes para la forma de realizarla se resolvió convocar al Cabildo Abierto del 16 de febrero. Reunido al día siguiente de su elección, se eligió gobernador a Manuel de Sarratea.
De inmediato se trasladó al campamento de los federales, y el 23 de febrero acordó la paz con los caudillos López y Ramírez en una convención conocida con el nombre de Tratado del Pilar, que fueron ratificados por la Junta de Representantes.
Producida la sublevación de Balcarce se convocó a un Cabildo Abierto que el 6 de agosto depuso a Sarratea, por estar en desacuerdo con el último por la entrega de armamentos a los caudillos federales, y se nombró gobernador a aquél. De inmediato Soler estuvo en pugna con Balcarce, y esta divergencia fue una de las determinantes de la caída del último, el 12 de marzo, Sarratea fue repuesto en el poder. Conservó a Soler en el mando de las fuerzas, no obstante lo cual, aquél tramó a los pocos días con Alvear una conspiración para desalojarlo de su autoridad militar. Hallándose en el despacho del gobernador fue tomado preso y conducido al cuartel de Aguerridos; de allí se lo embarcó en la goleta de guerra “Aurora”.
Sarratea recibió el pedido de los partidarios de Alvear para que lo nombrar general en jefe de las tropas, pero la actitud amenazadora de la gente de Soler y del pueblo, enemigo de Alvear, intimidó a Sarratea.
Alvear huyó a la campaña buscando la protección de los federales.
Tras la asonada de Carrera, una diputación se trasladó a bordo de la “Aurora” para pedirle a Soler que desembarcara, poniéndose nuevamente al frente de las tropas. Soler accedió, y en cumplimiento de la orden mandó una división de vanguardia a las órdenes de su jefe de Estado Mayor, el general Domingo French, con instrucciones de seguir a Carrera.
El gobierno le intimó a que se retirase con sus elementos a la frontera, y contestó a Ramírez, quien abogaba se amnistiase a Alvear, que evacuara la provincia con sus tropas, declarando a su protegido reo de alta traición y fuera de la ley.
Ramírez, ante el peligro de Artigas que invadía Entre Ríos, se retiró a defender su provincia; López ya había emprendido el regreso en actitud pacífica a Santa Fe; y Carrera se alejó buscando el amparo federal.
La provincia de Buenos Aires se hallaba libre de fuerzas invasoras. Aunque subsistía en ambiente de anormalidad, y procurándose hallar una solución se convocó al pueblo a elecciones para elegir los miembros de la Junta de Representantes de la provincia, disuelta por ausencia de la mayoría que la integraba.
La elección dio por resultado el triunfo de la oposición, el antiguo partido directorial. Sarratea se apresuró a renunciar. La Junta nombró para reemplazarlo interinamente a Ildefonso Ramos Mejía, cuyo primer acto de gobierno fue poner en libertad a los antiguos congresales detenidos a raíz de los procesos instaurados por el ex-gobernador.
Soler, que había concebido la esperanza del gobierno, cuando supo la asunción del mando por Ramos Mejía, sublevó las tropas bajo sus órdenes, y se hizo nombrar gobernador por el Cabildo de Lujan.
Ramos Mejía, falto de fuerzas materiales en que apoyarse, presentó la renuncia. La Junta, sin aceptarla ni rechazarla, dispuso que el gobernador depositara el bastón de mando en el Cabildo, y se avisara a Soler que podía entrar a la ciudad sin oposición alguna. Esto ocurrió el 20 de junio, fecha en que ha pasado a la historia con la triste celebridad de ser el día de los tres gobernadores.
Soler tomó posesión del cargo de 23 de junio. Pero su gobierno fue breve, al ser derrotado por Estanislao López en la Cañada de la Cruz, el 28 de junio.
Vencido, retrocedió hasta el Puente de Márquez con una división de infantería que había logrado salvar del desastre el coronel Pagola.
Desalentado y seguro de que sus servicios no podían ser útiles, presentó su renuncia, el día 30, siendo inmediatamente aceptada, y se expatrió voluntariamente a la Colonia, dejando en acefalía al gobierno.
Quiso regresar al país en el gobierno de Martín Rodríguez en 1821, pero su pedido no prosperó.
Fue incluido en la reforma militar de 1822. Al año siguiente, Rivadavia le confió una misión secreta en la Banda Oriental ante los generales Lecor y Álvaro da Costa.
En 1824, fue designado Inspector General de Armas, en reemplazo de Rondeau, nombrado por el gobernador Las Heras. Al ascender a la presidencia Rivadavia, el 10 de febrero de 1826, lo nombró Inspector General en Jefe de todas las fuerzas de la provincia de Buenos Aires.
Luego actuó brillantemente en la guerra contra el Brasil; comandó el III Cuerpo del Ejército Republicano. En la batalla de Ituzaingó (20 de febrero de 1827) actuó con bravura, por lo que recibió el cordón y escudo de oro concedido a los vencedores.
Mandado por Alvear a Buenos Aires para informar a Rivadavia de las necesidades del Ejército de Operaciones, sostuvo algunas conferencias con el ministro general Cruz, a raíz de lo cual fue investido con el cargo de Comandante General de Armas de la provincia Oriental.
Cuando Rivadavia renunció el 24 de febrero de ese año, se le dio de baja.
Dorrego lo nombro ministro plenipotenciario y enviado extraordinario en Bolivia, en 1828, pero el gobierno de Lavalle consideró que la misión no era necesaria, y en Córdoba se le avisó que su cometido quedaba sin efecto.
Llegó a Buenos Aires en 1829, y se retiró a la vida privada. El 30 de marzo de ese año se le nombró Jefe de Caballería de la Capital, y se le encargó la organización del 4to Regimiento de Patricios, agregándosele poco después, el cargo de miembro del Consejo Consultivo del gobernador. De estos cargos renunció el 4 de julio, al ajustarse la Convención de Cañuelas entre Rosas y Lavalle.
Quedó fuera del servicio y emigró a la Banda Oriental, radicándose en Mercedes, en retiro forzado y sin recursos.
En 1837, el presidente Oribe le confió el cargo de Jefe de Armas de Montevideo, que ejerció hasta la caída de aquel mandatario, y la emigrar a Buenos Aires, soler también regresó.
El 1ero. de enero 1839, fue dado de alta en la Plana Mayor Activa del Ejército Federal por orden de Rosas, situación que mantuvo hasta su fallecimiento.
Con motivo de la invasión de Lavalle en agosto de 1840, el dictador le encomendó la confección de un plan de defensa de la Capital asignándole el mando de la primera División Norte.
Fue uno de los firmantes del Acta de colocación de la piedra fundamental de la muralla de la Alameda (Paseo de Julio) en 1847.
Falleció en esta ciudad, el 23 de septiembre de 1849. Sus restos fueron depositados en el Cementerio del Norte, y en el sepelio pronunció una alocución don Marcelino Carballido.