Pintor de decorados teatrales, Louis Daguerre había inventado hacia 1827 el diorama, un espectáculo a base de pinturas y efectos luminosos. Buscando un método para reproducir la realidad en imágenes sin necesidad de pintarlas, coincidió con Nicéphore Niépce, que desde 1820 venía experimentando con placas de betún de Judea dentro de una cámara oscura, en las que obtenía rudimentarias imágenes fotográficas tras una exposición de varias horas.
Daguerre se asoció con Niépce en 1830 y, tras su muerte en 1833, perfeccionó su método reduciendo el tiempo de exposición a unos pocos minutos, al sustituir el betún por yoduro de plata (sustancia sensible a la luz, cuyas propiedades había descubierto J. Schulze cien años antes). Así consiguió, en 1837, un primer procedimiento fotográfico conocido como daguerrotipo, cuyo uso no tardó en extenderse; fue premiado por el Gobierno francés y gozó de una gran popularidad. En 1839, el inglés W. H. F. Talbot anunció el descubrimiento de otro método con la obtención previa de negativos, primera de una serie de innovaciones que han seguido perfeccionando la técnica fotográfica hasta nuestros días.
Precursora directa de las técnicas fotográficas actuales, la daguerrotipia fue una de las primeras técnicas para la obtención de imágenes estables. Los principios ópticos de la cámara oscura, en cambio, se conocían desde hacía siglos. Los antiguos griegos sabían que, si se hacía un diminuto agujero en la pared de una sala oscura, se proyectaba una imagen clara (aunque invertida) del mundo exterior. Tales salas, denominadas cámaras oscuras, se usaban sobre todo como auxiliares del dibujo y la perspectiva.
Después del Renacimiento, cuando la perspectiva adquirió importancia, las cámaras oscuras se hicieron más pequeñas y más sofisticadas. Hacia finales del siglo XVIII se crearon dispositivos que consistían en una serie de cajas metidas unas dentro de otras y una lente para enfocar. Algunos incluso añadían un espejo para reflejar la imagen en un trozo de cristal superior, lo que facilitaba el calcado de imágenes. Los viajeros llevaban consigo pequeñas cámaras oscuras portátiles y calcaban paisajes y figuras sobre un trozo de papel para registrar sus viajes. Hacia 1800 la cámara llevaba mucho tiempo inventada, pero nadie había inventado un método para conservar las imágenes.
Con este objetivo, el francés Joseph-Nicéphore Niépce comenzó a experimentar con sustancias sensibles a la luz (fotosensibles) a principios del siglo XIX. En 1826 consiguió fijar la primera imagen. Para ello colocó en el interior de la cámara una lámina de estaño recubierta con una solución asfáltica que se endurecía al recibir la luz, pero sólo al cabo de unas ocho horas de exposición. Louis Daguerre descubrió que podía revelarse con vapor de mercurio la imagen originada por la luz tras una exposición relativamente corta (al principio unos 20 minutos). A este procedimiento lo llamó daguerrotipia, aunque era más o menos idéntico al empleado por Niépce, que había fallecido en 1833, pocos años después de iniciar su colaboración con Daguerre.
El procedimiento de Louis Daguerre consistía en tratar con vapor de yodo una plancha de cobre recubierta de plata por una de sus caras, con lo que se creaba una capa de yoduro de plata fotosensible. Se exponía la plancha en la cámara y luego se revelaba con vapor de mercurio, pues el mercurio se adhiere a las partes de la capa de yoduro de plata que han recibido luz. Por último, se sumergía la plancha en hiposulfito de sodio y se aclaraba con agua.
Un inconveniente de este método era que el fotógrafo debía cargar, además de con la cámara, con todo el equipo de laboratorio (unos cincuenta kilos) para poder sensibilizar la plancha, exponerla y revelarla. En relación con los sistemas posteriores, tenía otras desventajas. En primer lugar, se obtenían imágenes positivas invertidas de izquierda a derecha. Por otra parte, el daguerrotipo resultante era visible sólo bajo cierto ángulo y condiciones de visión; a plena luz, no se veía más que una superficie metálica pulimentada. Peligraba además la salud del fotógrafo, ya que los vapores de mercurio son tóxicos, y, por último y no menos importante, sólo se conseguía un original, siendo imposible obtener copias. Pese a todo ello, el daguerrotipo ofrecía una imagen positiva con un detalle extremadamente fino, por lo que fue muy popular en sus inicios.
Durante la misma década de 1830, Fox Talbot, un científico y matemático inglés, inventó otro proceso en el que las imágenes se creaban sobre un papel sensibilizado con capas alternas de yoduro de potasio y nitrato de plata. También usó el revelado para conseguir la imagen, con el resultado de tiempos de exposición de 30 segundos en un día de sol radiante. El proceso de Talbot producía imágenes negativas, en las que las áreas de luz aparecían oscuras y las áreas oscuras iluminadas. Por medio del encerado de estos negativos para que se volvieran transparentes y la colocación de otra hoja de papel sensibilizado debajo de ellos, Talbot conseguía obtener un número ilimitado de imágenes positivas. Este proceso se denominó calotipia.
La fotografía experimentaría un empuje considerable hacia 1870, con el descubrimiento de las primeras emulsiones fotosensibles secas a base de gelatina y bromuro de plata. Poco más tarde aparecieron los primeros rollos de película (emulsión de gelatina sobre una delgada película de celuloide). De este modo la fotografía se hizo asequible a los aficionados y desde entonces ha sido posible conservar imágenes de los más diversos lugares y situaciones.