Días atrás, coincidiendo con el aniversario de la batalla de Waterloo (18 de junio 1815) se subastó en Lyon un sombrero perteneciente a Napoleón que, según los expertos, habría cubierto la testa del Gran Corso en su última derrota.
Decían que Napoleón lo usaba así para que lo diferenciaran de sus generales, que lo lucían en forma perpendicular a la línea de los hombros como lo usaba nuestro padre de la Patria.
Al parecer este bicornio de Napoleón fue hallado en el campo de batalla por un capitán holandés y lo guardó como recuerdo, aunque lo expuso (¿una humillación póstuma?) en la Exposición Internacional de Bruselas, en 1897. Este sombrero fue estudiado por Nicolas Dugoujon, quien lo comparó con los que subsisten de los 120 que supuestamente eran propiedad del general. Al parecer les quitaba la badana hecha de cuero de oveja a la que el Emperador era alérgico.
El bicorne en cuestión se remató en £ 350.000, mucho menos que otro sombrero que salió a la venta en 2014 y que le costó a su actual poseedor (un empresario surcoreano) 1.5 millones de Euros. Evidentemente, las acciones del Gran Corso están en baja.
Nuestro político más destacado del siglo XIX también se caracterizó por el uso de un chambergo. En el caso de Bartolomé Mitre, las razones para usarlo también eran médicas, ya que con él tapaba la herida que había sufrido en los potreros de Langdon (hoy Constitución) durante el Sitio de Buenos Aires realizado por el general Lagos.
Una bala había impactado su quepis, ocasionando la fractura del hueso frontal. Esta esquirla comprometía el encéfalo y por tal razón debió ser operado de urgencia por el Dr. Almeyda.
La cicatriz que dejó el impacto era un signo distintivo de Mitre, quien prefería cubrirla con su inseparable chambergo, signo distintivo del general.
En nuestra galería de sombreros los vemos a los generales de la Independencia con su bicornio, a los granaderos con su morrión, a Justo José de Urquiza con su galera (cuya insignia punzó tantas críticas le trajo de parte de Sarmiento, usualmente fotografiado luciendo su calva), Julio Argentino Roca con su bicorne emplumado como presidente o su quepis en campaña, Hipólito Yrigoyen con su bombín y Marcelo T. de Alvear con su rancho, Carlos Gardel con su fungi y todos los militares que nos gobernaron luciendo el gorro con visera de nuestro ejército. Como ven, hay para todos los gustos y modas, pero ninguno de estos sombreros creó el fanatismo, ni el entusiasmo crematístico entre los coleccionistas como el suscitado por los bicornes del Gran Corso.