Los restos de de Juan Manuel de Rosas

Lo de Rosas fue público, notorio y escandaloso, una falta de respeto a la antropología forense y al sentido común: recordemos que cuando el 30 de septiembre del año 1989 se repatriaron sus restos, los encargados de hacerlo mandaron a una empresa a excavar el lugar utilizando una pala mecánica; los responsables llegaron tarde tras quedarse dormidos y al ataúd -detalle esencial- lo habían dejado en la vereda. Más tarde, lo abrieron sin control científico alguno -ni una foto siquiera-, sacaron todo lo que había dentro para repartírselo sin dudar un segundo. Uno de los presentes, para más señas vendedor de departamentos, exhibía orgulloso en su casa la dentadura de Rosas, hasta que hubo que denunciarlo públicamente. Por supuesto, el sarcófago original de plomo fue fundido y vendido; y ni decir que los huesos, sin tratamiento alguno, sin siquiera los cuidados mínimos de un conservador, quedaron convertidos en polvo ¡y el embajador responsable -un Ortiz de Rozas- lo publicó, orgulloso, en el libro La repatriación de Rosas.

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