Los acuerdos de Camp David

Durante doce días del mes de septiembre de ese año, Menahem Begin y Anuar El-Sadat, junto con altos funcionarios norteamericanos, israelíes y egipcios se reunieron en las cabañas y pasearon por el bosque. El ámbito y la ropa eran informales, pero la tarea que los convocaba era de lo más trascendente: terminar con treinta años de estado de guerra y enemistad entre los dos países más poderosos de Oriente Medio.

La hostilidad entre Sadat y Begin en Camp David alcanzó momentos de tanta tensión que llegó a pensarse que las conversaciones estaban destinadas al fracaso; sin embargo, gracias a la diplomacia y a la gestión personal del presidente Carter (tras horas de intentar negociar amablemente con uno de los líderes iba a la cabaña del otro para repetir el proceso), se llegó a dos acuerdos principales.

El primer acuerdo fue la creación de un marco para un tratado de paz, lo que incluía la retirada gradual de las tropas israelíes del Sinaí y el restablecimiento del derecho de Israel a utilizar el canal de Suez, derecho negado desde 1956 por Gammal Abdel Nasser.

El segundo acuerdo proponía (en forma no muy concreta, hay que decirlo) la formación de un gobierno autónomo palestino en Cisjordania y en la franja de Gaza, también con una retirada parcial de soldados israelíes.

Sadat y Begin compartieron el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos en la concreción de estos acuerdos, firmados el 17 de septiembre de 1978, pero la firma de este acuerdo provocó protestas y disturbios en varias ciudades. La Liga Árabe, luego de calificar el acuerdo como una “paz separada y personal” entre Sadat e Israel, expulsó a Egipto y le impuso un boicot económico. Por su parte, ante tal reacción, Israel ignoró las medidas de la segunda parte del acuerdo, las concernientes a los palestinos.

La Liga Árabe, vale recordar, es una organización fundada en 1945 que agrupa a los Estados árabes de Oriente Medio y el Magreb, está compuesta por 22 países y tiene como postulado “proveer el bien común, asegurar mejores condiciones, garantizar el futuro y cumplir las expectativas y los deseos de todos los países árabes”. Ajá.

Después de la reacción desfavorable de la Liga Árabe, las tensiones entre Israel y Egipto fueron creciendo (en realidad, nunca disminuyeron) hasta llegar a un punto crítico tres años después. Ronald Reagan era el recién elegido presidente de EEUU, no despertaba la confianza en Egipto que sí transmitía Carter, y no lograba evitar que la “paz oficial firmada” se transformara en violencia. El pacto de Camp David había logrado neutralizar a Egipto, pero Begin sostenía que Israel seguía encontrándose en una situación vulnerable.

Una de las preocupaciones era que Sadam Hussein, presidente de Irak, que aspiraba a convertirse en el máximo líder árabe, fabricara armas nucleares. Ante ese temor, Begin ordenó en junio de 1981 el bombardeo a un reactor nuclear iraquí. Washington (harto de este problema de nunca acabar y en cierto modo partícipe directo del pacto de Camp David) respondió reteniendo un envío de aviones caza comprados por Israel, pero levantó el embargo tres meses después (te castigo por hacer lío, pero te perdono enseguida). La guerrilla palestina respondió con sus clásicos ataques, e Israel subió la apuesta bombardeando la sede de la OLP en Beirut, dejando como saldo 300 muertos.

Sadat, aislado por las naciones árabes después de los acuerdos de Camp David, también tenía problemas en su país. Muchos ciudadanos egipcios estaban resentidos y ofendidos por lo que consideraban la “traición” de Sadat a los palestinos, y la situación social y económica empeoraba. Ante el creciente malestar, 1.300 miembros de la oposición fueron detenidos y en octubre, mientras asistía a un desfile militar, Anuar El-Sadat fue asesinado por fundamentalistas musulmanes.

El vicepresidente, Hosni Mubarak, asumió la presidencia y prometió respetar los acuerdos de Camp David y ampliar las eformas encaradas por Sadat. Pero Begin hizo otra jugada: aprobó un decrteo por el cual se anexaba las Alturas del Golan (ocupadas por Israel desde la Guerra de los Seis Días en 1967). Esa decisión fue denunciada y condenada por Egipto, el mundo árabe y hasta por EEUU, pero no fue modificada.

Sin inmutarse, Begin pronto inició una nueva acción bélica. En abril de 1982 (cuatro años después de los acuerdos) Israel terminó de cumplir la primera fase del pacto de Camp David, al devolver a Egipto la última porción de la península de Sinaí. Pero en junio del mismo año, la segunda fase del acuerdo (autogobierno para los palestinos de Cisjordania y Gaza) fue aplazada indefinidamente (incumplida, digamos), mientras Menahem Begin decidió invadir Líbano. Inicialmente, el objetivo era crear una “franja de seguridad” en la frontera, ya que frecuentemente los comandos palestinos atacaban a Israel desde el sur del Líbano. Pero a medida que las fuerzas israelíes avanzaban hacia el norte fueron apareciendo mayores ambiciones: expulsar a los guerrilleros de los cuarteles de la OLP en Beirut, desalojar a los sesenta mil soldados sirios en Líbano y establecer un gobierno cristiano más amistoso en su relacion con Israel.

Pero esto es otra historia…

¿El acuerdo de Camp David? Ah, cierto… bien, gracias.

Más de diez años después, el Acuerdo de Oslo entre Arafat y Rabin tendría como nuevamente como propuesta el autogobierno para los palestinos. Más de lo mismo en cuanto a intenciones, más de lo mismo en cuanto a resultados.

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