Al igual que la “Ronda Nocturna”, el célebre cuadro de Rembrandt que transcurre a plena luz del día, el nombre de esta obra maestra del Siglo XX surge de un error. Picasso evoca en esta pintura a las prostitutas que trabajaban en una casa de tolerancia del Carrer d´Avinyó, el distrito rojo de la ciudad de Barcelona. Andrés Salomón la llama equivocadamente Avignon (ciudad de los Papas y el célebre puente con el que Picasso no tuvo nada que ver). Apollinaire, ajeno a toda geografía, bautizó a esta obra como “El burdel filosófico”.
Cumplido su sueño de instalarse en París, Picasso siente nostalgia por Barcelona, ciudad de la que guardaba gratos recuerdos. Especialmente añoraba las reuniones con otros artistas en el “Café de los cuatro gatos”.
La muerte de Cezanne en 1904 -artista por quien sentía admiración y afecto- conmueve a Picasso. Con “Las madmoiselles d´Avigon” el pintor español le rinde homenaje al maestro e indaga en otros formas de expresión que ejercieron una natural fascinación sobre el artista, como el arte africano. Picasso se convirtió en coleccionista de máscaras africanas por influencia de Matisse.
Esta obra también guarda reminiscencias con los dibujos de Degas sobre las casas de citas parisina (ver “La fête de la patrone” Pág. 17) y está inspirada en unas fotografías eróticas de Antoni Espulga, quien plasmó escenas de prostitutas en posiciones semejantes a las señoritas retratadas por Picasso.
Originalmente, Picasso se inspiró en “Les Grandes Baigneuses” de Cezanne, pero la obra fue cambiando. En la primera versión el centro de la pintura estaba ocupado por un marinero bebiendo y la figura de un hombre con una calavera en la mano, al parecer uno de los muchos estudiantes de medicina que visitaban este burdel. Las mujeres posan con el descaro de Olympia y la indolencia de las pupilas de Lautrec. “Dos mujeres desnudas”, de 1906, prefigura el estilo de “Les demoiselles…”
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