Peter Medawar era un médico inmunólogo, filósofo y periodista científico británico nacido en Brasil. En 1960 recibió el premio Nobel por su trabajo sobre los injertos de tejidos y tolerancia inmunológica. En su faz de comunicador solía definir al virus como “ácido nucleico rodeado de malas noticias”.
Estas infinitésimas partículas que sólo pueden vivir utilizando la estructura de células que infectan, a veces son tan primitivas que, como en el caso del HIV, sólo tienen escasos 10 genes. Otros virus como el de herpes o la viruela tienen entre 200 y 400, las bacterias tienen entre 5.000 y 10.000 y los mamíferos más de 30.000.
Los virus se cree que son desprendimientos de células más complejas que han adquirido independencia para reproducirse gracias a una relación simbiótica con otras células que necesitan para reproducirse. Son seres vivos que tienden a eternizarse (como todos los seres vivos) aunque en el proceso destruyan a su huésped.
La historia del mundo no sería como la conocemos sin los virus. ¿Cuántas ciudades de la antigüedad cayeron por las plagas generadas por los gérmenes y no por los ejércitos vencedores? Desde el sitio de Atenas en adelante se tiene un registro de cómo las pestes modificaron la historia y la geopolítica aunque muchas veces nos quieran hacer creer que tales variaciones se deben al voluntarismo de los individuos y no la acción de estas estructuras biológicas.
El virus de la viruela y el sarampión diezmaron a poblaciones enteras y permitieron a aquellos que lograban la inmunización avanzar sobre las naciones que invadía. América no tendría la distribución geopolítica que conocemos sin los virus. Las conquistas de los europeos no hubiesen sido posible sin la viruela que precedía a sus ejércitos, invasores, sembrando la muerte entre los nativos.
Quizás Napoleón hubiese extendido su imperio a América si 27.000 de sus soldados no hubiesen muerto de fiebre amarilla en Haití. Después de este revés, el gordo perdió interés en las posesiones francesas y vendió la Lousiana a Estados Unidos. Los norteamericanos de esta forma evitaron un conflicto armado y pusieron en práctica el concepto de que una guerra es un intercambio comercial violento. En vez de conquistar territorio con balas y cadáveres, lo hacían con dinero contante y sonante.
La muerte masiva de aborígenes y su debilidad ante las enfermedades introducidas por los conquistadores incentivó la esclavitud de negros traídos de Africa, convertidos en la mano de obra necesaria para el avance de la agricultura.
EE.UU. y Canadá permanecieron separadas porque la viruela impidió que las tropas británicas tomasen Quebec. Los norteamericanos prefirieron avanzar hacia el oeste y no al norte. Algunos autores sostienen que la decadencia española y su demorado comienzo en la Revolución Industrial se debió a qué las extensas posesiones en América aseguraban un ingreso fenomenal a las árcas del reino, creando entre la burguesía española el concepto de que era innecesario el esfuerzo industrial. El oro y la plata de las colonias hacían poco interesante la inversión en máquinas y tecnología. Fue un grave error que a España le costó guerras y atraso.
LLEGO EL COVID
El gran público ve horrorizado el avance del COVID y todos los días registra con zozobra como aumenta la cantidad de infectados, cuando en realidad, desconoce los guarismos con que comprarar.
En 1970 el sarampión infectó a 130 millones de personas en el mundo matando a 8 millones de ellos, principalmente niños.
Hasta el momento de su erradicación en la década de 1980, la viruela había matado a 300 millones de personas sólo en el siglo XX. Para muchos historiadores este virus es el mayor asesino serial de la historia.
La poliomielitis era en la década del cincuenta la quinta causa de muerte en Suecia y lejos la enfermedad que más secuelas y discapacidad sembraba en el mundo (aun hoy viven en pulmotor cientos de personas que sobrevivieron a esa pandemia). Cada año morían por polio 50.000 personas en Estados Unidos, fundamentalmente niños.
Por la fiebre amarilla murieron más de 30.000 trabajadores en el Canal de Panamá y llevó a la quiebra a la empresa que conducía Ferdinand de Lesseps. De no ser por este virus hubiese sido una empresa francesa y no americana la que condujo por años el canal interoceánico. EE.UU. logró terminar su construcción gracias a que médicos americanos llevaron a la práctica las ideas del cubano Carlos Finlay, y combatieron al vector de esta enfermedad, el mosquito.
La pandemia de gripe española en 1918/1919 fue en parte la causa de la derrota alemana y causó entre 20 y 100 millones de muertes según las distintas versiones, que hoy en día son difíciles de cotejar. De todas maneras , durante la Primera Guerra Mundial hubo más muertes por gripe que por las balas, como suele acontecer en casi todas las guerras.
Los virus siguen envueltos en malas noticias, que en nuestro caso viajan por internet. El bombardeo mediático ha creado terror en la población que escuchas estás cifras que cree apocalípticas, aunque carezca de elementos fehacientes con que compararla (de hecho este año hubo menos muertos totales en el país durante el primer semestre comparados con las de años precedentes).
El pensador italiano Giorgio Agamben sostiene que en esta pandemia “hemos suspendido nuestras vidas a fin de protegerlas”, aunque vivir encerrado no es vida, una paradoja que contemplamos con hastío pero sin haber tomado aun la decisión de superar este miedo. Vivimos en emergencia perpetua a costa de nuestra libertad.
Creemos que la ciencia vendrá en nuestra ayuda, pero la queremos ya, aunque esta salvación pueda crear nuevos inconvenientes en un futuro no tan lejano. Precipitar una vacuna podría traer nuevos e impensados problemas, si es que no se deja pasar el tiempo necesario para evidenciar, al menos, sus problemas y limitaciones.
Estos ácidos nucleicos con malas noticias vienen con más miedo que antaño, cuando generaban enfermedades más graves y con menos posibilidades terapéuticas. Este miedo está creando una tiranía.
La nueva normalidad -como han pasado a llamarla- implicará (al menos por un tiempo) la constitución de un despotismo tecnológico-sanitario sostenido por un aparato comunicacional destinado a dirigir a sus miembros como carneros.
Los nazis habían creado el concepto de biocracia, el gobierno de una nación con criterios biológicos. En el caso del nazismo, el Estado “debía proteger” al pueblo alemán de la degeneración racial, de los pueblos impuros. Pero ahora, nos debe defender de una infección, de un virus, de un contagio?
En nombre de esa biocracia se hicieron todo tipo de barbaridades, sólo esperamos que en el futuro, en nombre de esta cruzada inmunológica, no caigan en excesos.