Leda Valladares: una cantora que investigaba

Su progenitor era un melómano tucumano y su madre una patricia santiagueña de apellido Frías, bisnieta de Félix Frías (un político y periodista argentino, representante del romanticismo católico en la segunda mitad del siglo XIX). Su adolescencia discurrió entre el blues, el jazz y la música clásica que escuchaba su padre.

Antes de cumplir los veinte años, formó su primer grupo de música con unos amigos: F.I.J.O.S (Folklóricos, Intuitivos, Jazzísticos, Originales y Surrealistas). Con el seudónimo de Ann Key comenzó a cantar jazz y esos amigos que la acompañaban, adolescentes también, eran: Adolfo Abalos, Manuel Gómez Carrillo, Enrique “Mono” Villegas, Gustavo “Cuchi” Leguizamón y Louis Blue. Artistas todos de un talento irrefutable, que se desplazarían a lo largo de sus carreras profesionales y se convertirían en referentes musicales de artistas por venir.

Poco tiempo después, a los 21, descubre esa música mágica, misteriosa y anónima que son las bagualas (un género musical folclórico originario del noroeste argentino que desciende de las comunidades diaguitas que habitan los Valles Calchaquíes y que consiste en un canto de versos octosílabos, frecuentemente improvisados espontáneamente, acompañado por un ritmo ternario de tempo lento muy uniforme, que es arcado por un instrumento de percusión llamado “caja”, casi siempre tocado por quien canta) y desde ahí comenzó un trabajo minucioso de recolección y registro de esos cantos que compiló, posteriormente, en un libro llamado “El Mapa Musical Argentino”.

A principios de los años 50 se fue a residir a Francia, a París, donde, en 1952, se encuentra con María Elena Walsh y juntas crean el dúo folclórico “Leda y María” que actuó en diversas localidades europeas. Para 1956 ambas regresan a la Argentina y graban el disco “Canciones del tiempo de María Castaña” (un compilado de antiguas canciones folclóricas españolas) y hacen giras por todo el país con un éxito equidistante.

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Algunos años más tarde, durante la década del 60, le fue otorgada una beca del Fondo Nacional de las Artes para continuar con sus estudios documentales y así, con su modesto grabador “Geloso” recopiló la voz, la música y el canto tradicional de varios copleros como Teresita Cruz, Marta Córdoba de Terán, Pepita Córdoba de Ramos Padilla, Gallo Cruz entre otros.

Para los 70s comenzó a construir puentes entre jóvenes músicos y cantores del campo para luego compartir escenarios y grabar discos con músicos del rock nacional. La cualidad connatural para la polifonía derivó en sonidos con texturas que, hasta ese momento, parecían incompatibles. Así fue que, en 1979, en plena dictadura militar, formó “el Movimiento por la Reconstrucción de la Cultura Nacional” con la idea motriz de hacer conciertos donde pudiesen actuar todas las artes juntas. Debido a esta iniciativa terminó entablándose una polémica entre Leda y Ernesto Sábato porque este comenzó a hablar de las culturas “superiores” e “inferiores” y ella lo refutó diciendo que era tan importante un Miguel Ángel como una vasija modelada por un guaraní porque cada cosa está hecha con una necesidad y en un momento determinado.

Durante las dos décadas siguientes, Leda, se dedicó de lleno a la investigación de las músicas étnicas de África, toda América y Asia, creando y dejando cuantiosos e inusitados escritos y grabaciones de imponderable valor documental, hasta que en 1999 se retiró de la actividad artística debido al Alzheimer que la llevó a internarse en un hogar para ancianos en el cual murió a sus 92 años rodeada de instrumentos variopintos, grabaciones heteróclitas y una nutrida y ecléctica biblioteca.

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