La tortuosa vida de Robert Schumann: brillante como músico, consumido por la locura y la sífilis

El talento de Robert Schumann al piano le ha convertido en una figura clave en la historia de la música. Sin embargo, lejos de disfrutar de la merecida fama, su vida fue penosa y terrorífica a partes iguales, de acuerdo con la biografía de Judith Chernaik, «El rostro y la máscara».

Durante su carrera como compositor creó algunas de las piezas de más inspiradas y adorables que se hayan escrito, en una gran diversidad de géneros: canciones, partituras de piano, sinfonías, música de cámara…

La belleza de su música contrasta con la dureza de su propia historia. Es cierto que Schumann tuvo la suerte de poder casarse con el amor de su vida, Clara Wieck. Pero con ella también tuvo al lado a su peor enemigo, el padre de la talentosa pianista, Friedrich Wieck.

Robert conoció a Friedrich cuando entró en la Universidad de Leipzig en 1828, cuando tenía 18 años, donde le acogió como alumno de piano. La hija de Wieck tenía por entonces nueve años y ya estaba considerada un prodigio al frente de este instrumento.

Al principio, Friedrich se convirtió en el mentor de Schumann, su amigo y gran valedor. El pianista tuvo por aquel entonces bastantes relaciones amorosas, incluso, de acuerdo con Chernaik, que contrajo la sífilis durante sus encuentros con una sirvienta, de acuerdo con el Daily Mail.

Por ello, cuando Schumann y Clara se enamoraron en 1835 y él le pidió su mano, Wieck montó en cólera. A ojos de Friedrich, Robert no era más que un bebedor tartamudo que escribía unas composiciones musicales incomprensibles, que no se merecía a su hija, que ya había triunfado en París.

«Al borde de la desesperación»

La pareja fue separada a la fuerza durante 18 meses, período en el que el pianista compuso una serie de sonatas y fantasías increíbles, a través de las cuales Schumann llamaba a su amada. A lo largo de un año más, el padre de Clara la obligó a vivir con él y le amenazaba con que si veía a Robert, la desheredaría.

Tal fue la campaña que Wieck lanzó sobre Schumann, que fue condenado por difamación y enviado a prisión, en la que estuvo durante 18 días. La pareja acudió a la Corte de Apelación para poder saltarse la negación del padre de Clara a casarse y obtener el permiso, que al fin consiguieron.

No obstante, durante su matrimonio, tal y como pone de manifiesto esta biografía, Schumann sufrió un colapso nervioso a lo largo de cuatro años en los que «me asaltaban pensamientos terribles que me llevaron al borde de la desesperación», escribía después.

Entonces, cogió un puesto de trabajo poco recomendable: director musical en Dusseldorf. Hacerse cargo de una multitud de musicos amateurs le acarreó una gran insatisfacción, por no mencionar que la burguesía de la época no le perdonó esa decisión.

Su pasión hacia Clara contrastaba con su melancolía y desesperación en una mezcla de emociones que provocaba una gran profundidad en su música, de acuerdo con Chernaik.

Su errático carácter le condujo una vez, en 1854, a dejar la casa en la que ambos vivían en mitad de la noche. En pijama y zapatillas y tarareando una canción que «los ángeles le habían susurrado», fue hasta el Rhin, tiró su alianza al río y después se lanzó él mismo.

Fue rescatado por un barquero e ingresado en un asilo cerca de Bonn, donde no permitieron que su mujer le visitara. Según su médico, sus encuentros le causaban demasiada agitación.

Clara solo lo pudo ver una vez más, en 1856, en su lecho de muerte. La historia médica de Schumann se hizo pública en 1988 y apuntaba que la causa de la muerte fue sífilis terciaria que se manifestó a través de la demencia paralítica.

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