Vicente Almandos Almonacid: El «Cóndor riojano» precursor de Aerolíneas y la Aeroposta, piloto en la primera guerra mundial y compañero de Saint-Exupéry

Vicente Almandos Almonacid, reconocido, prestigiado y condecorado héroe de la 1ra. Guerra Mundial que había luchado como piloto de bombarderos por la República Francesa, volvió a la Argentina luego de finalizada la misma.

El mundo vivía un proceso de expansión post-bélico. Los saltos tecnológicos derivados de la guerra derramaban en intenciones de su aprovechamiento con fines comerciales.

La aviación era uno de los ejemplos más claros. Paises como Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia y España, impulsaban las actividades privadas aero-comerciales que buscaban nuevos, lejanos y redituables horizontes para sus empresas.

Sudamérica era un enclave de oportunidades.

En 1918 había surgido en Francia por impulso del ingeniero y constructor de aviones, Pierre-Georges Latécoère, la Aéropostale (formalmente Compagnie generale Aeropostale); una empresa de aviación pionera fundada en Toulouse, Francia, como Société des lignes Latécoère, también conocida como Lignes aeriennes Latécoère o simplemente «La Línea» (La ligne) que transportaba correo de Francia a Marruecos, Senegal y América del Sur hacia Brasil con la idea de extenderse por todo el continente sudamericano.

En 1924, los encargados del estudio de la linea aérea en el tramo Brasil-Buenos Aires toman contacto con Almandos Almonacid, en función de su pretigio, experiencia y calidad de héroe de la aviación francesa, para interiorizarlo del proyecto de crecimiento comercial que tenía en vista a Buenos Aires y proponerle formar parte del mismo.

En 1927 el financista frances radicado en Brasil Marcel Bouilloux-Lafont, compra la compañía y contrata para las pretendidas operaciones en Argentina a Almandos Almonacid quien es designado en el cargo de director, gerente y técnico.

Reuniones oportunas de los empresarios franceses y Almandos Almonacid con el Presidente de la Nación Marcelo Torcuato de Alvear, culminan en la firma en setiembre de 1927, de un contrato de servicios y la creación de la Aeroposta Argentina S.A. como filial de la compañia francesa Compagnie Generale Aéropostale y conformada a los fines legales, por un directorio de empresarios y representantes del gobierno, por cuanto las circunstancias políticas del momento imposibilitaban que una empresa extranjera gestionara esa actividad en el territorio argentino.

El negocio de la Aeropostale fue un emprendimiento monumental que significó la creación de compañías aéreas similares en Brasil, Uruguay y Venezuela, como asimismo la firma de contratos de servicios con Chile, Perú, Bolivia y Paraguay.

Muy ligada la actividad, obviamente a los cambios políticos de cada pais y sobre todo a las ayudas aconómicas y subvenciones, por los altos costos operativos que demandaba.

Actualmente solo la original filial venezolana conserva el nombre de «Aeropostal» y con una antiguedad de 91 años aún mantiene una acotada vigencia debido a la situación del pais.

Para tener una idea de la magnitud de la empresa, digamos que para 1930 la Compañía General Aeropostal comprendía una red de 17000 kilómetros, con 80 pilotos, 250 mecánicos, 53 radio-estaciones, 250 marineros y poseía tambien 218 aviones, 21 hidroaviones y 8 barcos.

Como gerente de la filial argentina de la Aeropostal, Almandos Almonacid gestionó tres rutas aéreas que fueron históricas, la de Asunción en Paraguay, Santiago de Chile y la Patagonia. Desde 1927 a 1929 organiza toda la actividad de la compañía y se realizan vuelos exploratorios y experimentales hacia los destinos planificados; la falta de pilotos y personal calificado argentino hace necesaria la contratación de extranjeros, fundamentalmente franceses.

Así aparecerán en la historia de la empresa en sudamérica, apellidos como Guillaumet, Mermoz, Collenot, Saint-Exùpéry, Reine, Etienne, Delaunay, Divot, Depecker, Bédrignan, Ville, Rozés, Deley, Prunetta, Thomas, Daurat, Serre, Pranville, Tête, Barrière, Roblet, Lussat, Artigau y varios más.

Su preocupación respecto a la linea patagónica era cubrir la operatividad con pilotos y auxiliares argentinos, pero no era fácil la tarea. Una actividad en formación como la aeronavegación, se nutria de pilotos nacidos de los incipientes aeroclubles (pero con excelentes maestros).

Así aparecerán apellidos como Luro Cambaceres, Ficarelli, Selvetti, Gross, Prospero y Vito Palazzo, Irigoyen, Szlápelis, Tomás y Norberto Fernández, Arfinetti, Mignone, Lugones, Gatti, Castro, Masson, Papa, Van Heyden, Couceiro, Vera, Etchemaite, Bellaco, Vellani y muchos más.

Las oficinas centrales estaban en Buenos Aires, la base de operaciones de la compañía fue establecida en la localidad de General Pacheco en terrenos comprados a una estancia, y la línea hacia el sur en Bahía Blanca.

La conexión patagónica a partir de 1929, fue vital porque el servicio de correspondencia y comunicación con Comodoro Rivadavia, donde operaba YPF, le permitia a la compañía obtener subsidios por el combustible para los aviones. Así nacieron hacia el sur las estaciones aéreas de San Antonio Oeste, Trelew, Comodoro Rivadavia, Puerto Deseado, Puerto San Julián, Puerto Santa Cruz, Río Gallegos, Ushuaia y tentativamente Punta Arenas.

En esta estapa aparecen nombres que nos interesan

Antoine de Saint-Exupéry, (tenia 29 años) es contratado en 1929 como Jefe de Tráfico y piloto, cuando por entonces cumplia funciones en la empresa como responsable de la aeroplaza de Cabo Juby en Africa del Norte. Saint-Exupéry terminaba de publicar su novela Courried Sud (Correo del Sud) y en 1926 lo había hecho con el relato corto L´Aviateur ( El Aviador).

Su experiencia de solo quince meses en la Argentina y sobre todo en la Patagonia, marcará su vida para siempre y esa huella se revelará permanentemente en su literatura posterior. En 1931 parte definitivamente a Francia llevándose los manuscritos de su maravillosa novela «Vol de Nuit» (Vuelo Nocturno) que refieren a su experiencia en nuestro sur.

– Rufino Luro Cambaceres (el Baqueano de los cielos patagónicos), piloto civil, fundador del Aeroclub de Bahía Blanca, designado jefe de la línea hacia el sur, verdadero creador de aeroestaciones y promotor de la comunicación y el enlace aéreo por toda nuestra geografía patagónica. En 1929 viajó desde Comodoro Rivadavia hasta Punta Arenas, en auto, visitando todas las localidades de la costa para determinar la posibilidad de establecer aeroestaciones y avanzar sobre su ubicación en las zonas más adecuadas y cercanas a cada pueblo.

En 1929 se inaugura oficialmente la línea en el tramo Bahia Blanca-Comodoro Rivadavia y en el 31 de marzo 1930 se hace el vuelo inaugural a Río Gallegos en dos aviones, un Late 28 matricula F-AJLO, piloteado por Antoine de Saint Exùperý -Director de Explotación de la empresa- Eliseo Negrin como copiloto y Alexandre Collenot como mecánico.

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Con los pasajeros Marcel Boilloux Lafont -Presidente del Directorio de la Aeroposta-, Capitán Vicente Almandos Almonacid -Director Técnico de la Compañía-, Ingeniero Julien Arthur Pranville -Director Operativo de la empresa-, Vizconde Jacques de Lalaut -Director de la agencia informativa internacional Havas-, sr. Libert Gutierrez -periodista del diario La Razón de Bs.As.- y el sr. Enrique Broszeit -famoso aerofotógrafo de esa época-; siendo acompañados por Rufino Luro Cambaceres -Jefe de explotación de la línea patagónica- en el LATÉ 25, matrícula F-AIQF con carga de correspondencia y otros pasajeros.

Los duros inviernos y el viento, a partir de allí impusieron sus condiciones, pero la frecuencia bisemanal y los horarios siempre se cumplieron a rajatabla.

Los cambios políticos graves en Argentina y Brasil, y la llegada de la «gran depresión» económica para todo el mundo, asientan duros golpes a la Aeroposta Argentina; sobrevienen subsidios que se conceden y se quitan; contratos postales con idas y vueltas, reclamos de usuarios a favor y presiones de la prensa y empresarios miembros del directorio.

Llega la etapa de la intervención estatal, luego del golpe militar contra Irigoyen, y por decreto del 29 de septiembre de 1931, la empresa queda sujeta a un contrato de arrendamiento y control de la Dirección General de Aeronáutica Civil y la Dirección General de Correos y Telégrafos, para la explotación de la línea entre Bahia Blanca y Río Gallegos, a título experimental y por el término de seis meses, alquilando el material de vuelo y las instalaciones de la empresa por el monto de $7000 mensuales.

En el aspecto jurídico se la designa Aeroposta Nacional, aunque a nivel de empresa sigue llamándose Aeroposta Argentina S.A. Este es el fin de la gestión de Almandos Almonacid en la aerolínea privada.

La empresa seguirá existiendo hasta el año 1949 en que se la fusiona con otras organizaciones aereas estatales regionales, (Flota Aérea Mercante Argentina (FAMA), Sociedad Mixta Aviación del Litoral Fluvial Argentino (ALFA) y Zonas Oeste y Norte de Aerolíneas Argentinas (ZONDA) para dar origen a Aerolíneas Argentinas.

La empresa madre francesa Compagnie Générale Aéropostale, inmersa en la política de la época en Francia y pujas comerciales e intereses tan poderosos bajo nombres como Lufthansa y Pan American, termina formando parte de Air France por 1933, finalmente fue estatizada en 1946.

Vicente Almandos Almonacid, comienza en 1932 otro capítulo notable de su vida novelesca. La llamada Guerra del Chaco se suscita entre Paraguay y Bolivia por problemas limítrofes.

La simpatía y buena relación que había logrado con ese país por su gestión al frente de la Aeroposta, más la necesidad que tenía el Paraguay de organizar un ejército del aire inexistente y seguramente los desafíos personales y recuerdos de su actuación heroica en la «gran guerra» lo llevan a ofrecer sus servicios.

En el Paraguay es designado con la jerarquía de Mayor y Director General de Aeronáutica, organismo hasta entonces inexistente. Publica un manual de aviación para operaciones en el Chaco paraguayo, organiza la 1a. Escuadrilla de Caza y el 1a. Escuadrilla de Reconocimiento y Bombardeo.

La carencia de medios del ejército paraguayo respecto a los aviones era tal que las operaciones aéreas solamente se relacionaban con exploración y reconocimiento del terreno. Finamente al año siguiente, por controversias surgidas a raiz de pretendidas compras de aviones de guerra de dudoso desempeño (frente a lo propuesto por Almandos Almonacid) deja su puesto y retorna a la Argentina.

El Presidente Agustín P. Justo lo designó en 1935 cónsul y conservador de la casa donde falleció el General San Martin en Boulogne-Sur-mer (Hasta 1966 el consulado argentino en esa ciudad funcionaba en la misma casa de San Martín).

La invasión nazi a Francia lo obliga a retirarse a Bélgica y origina su regreso al país en octubre de 1941; siendo nombrado por la cancillería en el consulado de Concepción, Chile, donde permaneció hasta 1945.

El 15 de Octubre de 1950, el Circulo de Aeronáutica lo declaró miembro honorario a perpetuidad.

Muere un 16 de Noviembre de 1953; sus restos fueron velados en la Unión de Ex Combatientes Franceses que presidiera, y descansa en el Cementerio de Olivos.

En sus últimos años se dedicó al yachting, obteniendo distintos premios en regatas de veleros y fue socio honorario del Jockey Club.

Aerolíneas Argentinas lo distinguió colocando su retrato en el salón de acuerdos de la sede, y el comodoro Juan José Güiraldes, como presidente de dicha entidad, dispuso bautizar un avión Douglas D.C.4 con su nombre.

En La Rioja, el 17 de Noviembre de 1956, se erigió un monolito en su memoria, frente al Aeropuerto.

Por ley 18.559, el 21 de Enero de 1970 , se le otorgó el título de “Precursor de la Aeronáutica Argentina”, y en la misma ley se lo designó “Benemérito de la Aeronáutica”.

El 24 de Agosto de 1972, el poder ejecutivo designa el aeropuerto de La Rioja con el nombre de “Capitán Vicente Almandos Almonacid”.

El 19 de Noviembre de 1982, se impuso su nombre a una plazoleta del barrio de Saavedra en la ciudad de Buenos Aires.

El helipuerto anexo a la casa rosada tambien lleva su nombre.

Su vida novelesca, atrapante y digna de ser desempolvada, siempre estuvo relacionada a cuanta actividad social, cultural, científica y deportiva emergente de la aviación se realizara. La ensoñación infantil del vuelo de los cóndores en las montañas de su Rioja natal, que marcó su vida, hizo que luego lo apodaran «el cóndor riojano».

Su apoyo y compromiso hacia instituciones civiles y militares que «volaban» como: aeroclubes, aviación militar y a partir de 1945 fuerza aérea, emprendimientos particulares, escuelas de aviación o talleres y fábricas, fue permanente.

Las circunstancias históricas mundiales lo encontraron en Francia detrás del proyecto de su «aeromóvil» al producirse la»gran guerra» y no dudo en aprovechar la oportunidad para desarrollarse en lo personal.

El haber sido proclamado héroe le posibilitaba permanecer en Europa y disfrutar de todas las ventajas personales derivadas de esa condición y estatus social alcanzado.

No era este su objetivo y volvió a su tierra luego de la guerra.

Rechazó rotundamente la propuesta de ser ciudadano francés al proponérsele gerenciar la filial local de la empresa Aeroposta, con las ventajas económicas que le proponian simultáneamente.

En 1919 el Congreso Nacional votó la ley 10989 que le reconocía el grado militar obtenido en Francia y lo incorporaba al ejército argentino, pero llamativamente nunca pudo concretarse la promulgación de la misma. La burocracia fue más fuerte.

Recién en 1983 la Fuerza Aérea le confirió el grado de capitán de la reserva del escalafón del aire.

En la conexión aérea de la Patagonia no escatimó decisiones durante el lapso de su gestión frente a la Aeroposta y supo demostrar e imponer el valor estratégico de ese medio, por sobre la ecuación económica, para enlazar adecuadamente a sus pueblos y a la gente.

¡Si lo sabremos los patagónicos, que aún debatimos frecuencias, escalas, valores y empresas de fomento en nuestro quehacer cotidiano!

Alguna vez nuestros nuestros pueblos patagónicos estuvieron responsablemente enlazados por la vía aérea.

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