Manuel de Falla nació en Cádiz el 23 de noviembre de 1876 y falleció en Alta Gracia el 14 de noviembre de 1946, Era hijo de José María Falla y Franco, y de María Jesús Matheu y Zabala. Su madre (intérprete del piano) y su abuelo, lo introducen en las primeras nociones de música, que a los 9 años de edad continúa con una profesora de piano, Eloisa Galluzo. En 1889 continúa sus estudios de piano con Alejandro Odero, y aprende armonía y contrapunto con Enrique Broca. A los quince años sus intereses parecen ser principalmente la literatura y el periodismo. Con un grupo de amigos funda una revista literaria, El Burlón, y en 1890 participa en una segunda titulada El Cascabel, que termina dirigiendo.
Carrera musical
En 1893, asistiendo a un concierto en Cádiz donde se interpretan, entre otras, obras de Edvard Grieg siente, según sus propias palabras, que su vocación definitiva es la música. Orientado en esa dirección, a partir de 1896 comienza a viajar a Madrid, donde asiste al Conservatorio. Allí se perfecciona en piano con José Tragó, logrando en 1899 obtener un primer premio en un concurso de intérpretes de este instrumento. Por esta época, el joven músico empieza a usar el apellido De Falla ―su nombre completo de bautismo era Manuel María de los Dolores Falla y Matheu―, con el que será conocido.
En 1897 se traslada a Madrid definitivamente, donde al año siguiente termina con honores sus estudios en el Conservatorio, y en 1901 conoce a Felipe Pedrell, quien tendrá notable influencia en su posterior carrera. Tras algunas zarzuelas, hoy perdidas u olvidadas, como Los amores de Inés, los años de estudio en la capital española culminaron con la composición de la ópera La vida breve, que se hizo acreedora del primer premio de un concurso convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en el Salvador. Aunque las bases del concurso estipulaban que el trabajo ganador debía representarse en el Teatro Real de Madrid, Falla hubo de esperar ocho años para dar a conocer su partitura, y no en Madrid sino en Niza.
Etapa parisina
Afincado en París desde 1907, por consejo de Joaquín Turina y Víctor Mirecki, entró en relación con Claude Debussy, Maurice Ravel, Paul Dukas e Isaac Albéniz, cuya influencia sería perceptible en varias obras posteriores como Noches en los jardines de España, obra en la que, a pesar del innegable aroma español que presenta, está latente cierto impresionismo en la instrumentación.
En París también conoció y trabó amistad con Pablo Picasso. La madurez creativa de Falla empieza con su regreso a España, en el año 1914. Es el momento en que compone sus obras más célebres: la pantomima El amor brujo y el ballet El sombrero de tres picos, compuesto para cumplimentar un encargo de los célebres Ballets Rusos de Serguéi Diáguilev, las Siete canciones populares españolas para voz y piano, la Fantasía bética para piano y la ya citada Noches en los Jardines de España, estrenada en el Teatro Real de Madrid en 1916.
Su estilo fue evolucionando a través de estas composiciones desde el nacionalismo folclorista que revelan estas primeras partituras, inspiradas en temas, melodías, ritmos y giros andaluces o castellanos, hasta un nacionalismo que buscaba su inspiración en la tradición musical del Siglo de Oro español y al que responden la ópera para marionetas El retablo de maese Pedro, una de sus obras más alabadas, y el Concierto para clave y cinco instrumentos.
Etapa granadina
En 1919 se trasladó a Granada viviendo en el Carmen del Ave María, en la callejuela de la Antequeruela Alta, en la ladera de la Alhambra donde llevó una vida retirada, rodeado de un grupo de amigos entre los que se encontraba Federico García Lorca. En 1936, Falla intentó por todos los medios salvar a Lorca del fusilamiento a manos de las tropas insurrectas del ejército nacionalista, aunque no lo consiguió.
Mientras que en sus obras anteriores Falla hacía gala de una extensa paleta sonora, heredada directamente de la escuela francesa, en estas últimas composiciones, su estilo fue haciéndose más austero y conciso, y de manera especial en el Concierto. Los últimos veinte años de su vida, Manuel de Falla los pasó trabajando en la que consideraba había de ser la obra de su vida: la cantata escénica La Atlántida, sobre un poema del poeta en catalán Jacinto Verdaguer, que le había obsesionado desde su infancia y en el cual veía reflejadas todas sus preocupaciones filosóficas, religiosas y humanísticas.
Exilio en Argentina
El 28 de septiembre de 1939 sale de Granada invitado por la Institución Cultural Española de Buenos Aires para dirigir una serie de conciertos con ocasión del 25 aniversario de la institución. Manuel de Falla acepta esta oferta dada la precariedad económica en que vivía, y que fue un exilio disimulado huyendo de las penalidades de la guerra civil española ―Federico García Lorca (también homosexual como Falla) había sido asesinado por los fascistas franquistas― y de las que traía la Segunda Guerra Mundial en puertas. Años después, la dictadura franquista le ofreció una pensión si regresbaa a España. Vive en su exilio argentino gracias a la ayuda de los conciertos, alguna última composición Suite Homenajes y a algunos mecenas, entre ellos la familia Cambó. Después de los conciertos se retira de forma tranquila en una casa en las sierras de la provincia argentina de Córdoba, en el pueblecito de Alta Gracia, donde su hermana cuidó de él ya que casi siempre estaba enfermo.
Muerte
Muere de tuberculosis en 1946, sin que hubiera podido culminar su última obra: La Atlántida, tantos años trabajada. La tarea de finalizarla según los esbozos dejados por el maestro correspondió a su discípulo Ernesto Halffter.
En 1947 sus restos fueron trasladados desde Buenos Aires en el Cabo de Buena Esperanza, hasta las Canarias. Allí es trasbordado al minador Marte. En Cádiz fueron recibidos por su familia, por José María Pemán y por diferentes autoridades eclesiásticas, civiles y militares, entre las que se encontraba el ministro de Justicia, Raimundo Fernández Cuesta, en representación del dictador Francisco Franco. El cortejo fúnebre se dirigió del muelle a la Catedral, donde se celebró un solemne funeral. Con autorización expresa del papa Pío XII, los restos fueron enterrados en la Cripta de la Catedral, donde se encuentran actualmente junto a los de José María Pemán.
Obra
Es la personalidad más destacada del momento; con él se llega a la esencia del nacionalismo musical español. Con Falla, de nuevo la música comienza a tener presencia en el contexto mundial. Entre sus obras destacamos: El amor brujo y El sombrero de tres picos, impregnadas de folclore andaluz y, posteriormente, El retablo de Maese Pedro y, sobre todo El concierto de clave, donde aparece un Falla más evolucionado y ascético.