La mafia rusa

La mafia rusa surgió gracias a personas que han sabido explotar con inteligencia y crueldad las nuevas oportunidades, aprovechando con estructuras, orden y reglas el vacío de poder, la debilidad y la podredumbre del Estado (en esto todas las mafias se asemejan). Las organizaciones mafiosas rusas se forjaron en medio de la represión staliniana, que amontonó en gulags a delincuentes y disidentes, algunos de los cuales, a su vez, habían sido antiguos presos indultados durante la Segunda Guerra Mundial para pelear por la URSS y luego encarcelados de nuevo. Ahí nació la sociedad de los “vori v zakone”, que en pocos años llegaron a gestionar todos los gulags de la URSS, pero a su manera y desde adentro.

Como todas las organizaciones mafiosas, la Mafiya ha prosperado gracias a las reglas. Las reglas tienen muchas declinaciones, se explican en rituales y leyendas, y se concretan en preceptos que hay que seguir al pie de la letra para ser un miembro digno de la organización. Todo está codificado, todo tiene un lugar dentro de las reglas. El honor y la lealtad son comunes a todas las mafias, uniendo al camorrista y al vor (“vor” es la forma abrevida de “vor v zakone”, que literalmente significa “ladrón en la ley”, o sea un delincuente que se ha ganado el honor de mandar, según las reglas de la organización). También se asemejan el carácter sagrado de algunos gestos, la administración interna y los rituales.

En la Mafiya lo que fundamenta el ritual es el paso de un estado a otro, el cambio de jerarquía. El vor es bautizado, es castigado si fracasa y premiado si obtiene el resultado buscado. Antes, el vor era una especie de asceta que rehuía de la mayoría de los placeres, se hacía tatuar las rodillas como símbolo de que nunca se arrodillaría ante autoridades (que no fueran de su organización); hoy en día se admiten el lujo y la ostentación.

Los capos de los rusos usan marcas caras desde los calzoncillos hasta las valijas, gozan de protección política a todos los niveles, controlan nombramientos y contrataciones públicas, celebran megafiestas increíbles en las que circula de todo sin que aparezca la policía.

Cada clan tiene una “obschak”, una caja común en la que se deposita un porcentaje de los ingresos derivados de delitos como extorsiones y atracos, dinero que se utilizará para cubrir los gastos de los “vori” (término plural de “vor”) que sean encarcelados o para pagar sobornos a policías o políticos corruptos. Los vori tienen a su servicio, dentro y fuera de la cárcel, a soldados, abogados, lobbistas y gestores de gran habilidad.

En la época comunista los vori trabajaron codo a odo con la élite de la Unión Soviética, ejerciendo influencia en cada rincón del aparato estatal. Durante la época de Brézhnev explotaron el estancamiento de la economía comunista y crearon un impresionante mercado negro; la Mafiya podía satisfacer cualquier deseo de quien pudiera permitírselo. Eran proveedores de restaurantes, comercios, gerentes, empresarios, funcionarios de gobierno y políticos; todos traficaban y recurrían a los servicios de la mafia rusa. Desde comida a medicinas, cualquier artículo se comercializaba en el mercado negro. Los vori encontraban lo que estaba prohibido al pueblo en nombre del socialismo y llevaban a la casa de los dirigentes del partido los bienes del “sucio capitalismo”, lo que fue generando una alianza entre ambas partes.

La caída del comunismo dejó un abismo económico, moral y social que la Mafiya se apresuró a llenar. Generaciones de personas quedaron sin trabajo, sin dinero, con hambre: la Mafiya podía reclutar legiones de mano de obra. Policías, militares, veteranos de la guerra afgana, todos se ofrecieron sin dudarlo. Antiguos miembros del KGB y ex funcionarios del gobierno pusieron sus contactos al servicio del crimen organizado, incluyendo el tráfico de droga y armas. La transición al capitalismo no tenía aún las leyes ni las infraestructuras adecuadas, y eso era tierra fértil para la Mafiya, a la que si algo le sobraba era dinero, agilidad de movimientos, contactos y capacidad de intimidación. Los “nuevos ricos rusos”, que se enriquecían vertiginosamente al abrirse los mercados del mundo para Rusia, se acercaron a la Mafiya ya que encontraron más que conveniente pagar un “impuesto” con el que se aseguraban protección para sus empresas frente a otros grupos y a su vez ayuda para resolver problemas con deudores y competidores. Cortar dedos con tijera era un mecanismo de intimación inicial de lo más corriente, y los peces pequeños no podían más que agachar la cabeza.

Hasta las donaciones de Estados Unidos y los países europeos destinadas a reforzar la sociedad civil postsoviética contribuyeron indiectamente a engordar a la Mafiya. Como estas donaciones iban dirigidas preferentemente a organizaciones no gubernamentales tratando de evitar que terminaran en los bolsillos de los excomunistas, muchas ayudas fueron interceptadas por los muchachos de la mafia y nunca llegaron a destino.

Con la nueva ley del sector bancario aparecieron un montón de bancos nuevos. Así, los mafiosos ya no necesitaban corromper a las autoridades bancarias tradicionales; con su dinero (que no era poco) y algunos testaferros bien pagos (y bien amenazados) abrían sus propios bancos, ubicando en ellos a amigos, parientes y compañeros que salían de la cárcel y transformando sus bancos y entidades financieras en usinas para lavar dinero en cantidad. Otra ley que les vino más que bien fue el gran plan de privatización, que daba a los ciudadanos porcentaje de participación en las empresas “soviéticas” , desde empresas energéticas hasta hoteles. La gente necesitada (que era muchísima) vendía acciones que ni siquera entendía a un precio más que bajo y la élite mafiosa acaparaba las mismas. La relación entre la Mafiya y el gobierno formó una simbiosis que se prolongó durante mucho tiempo, y bien que funcionaba: los sobornos le iban bien a todo el mundo. La Mafiya estaba en todas partes. La Mafiya era ahora el Estado.

En la década del ’90 nadie estaba a salvo. Empresas y fábricas se veían obligadas a llegar a un acuerdo con la Mafiya, de lo contrario eran saboteadas o eliminadas. A esta altura, el FBI consideraba a la mafia rusa la más violenta de todas, a la vez que hacía una diferencia: muchos de sus miembros eran licenciados, ingenieros, economistas, científicos, empleados de oficina, hablaban varios idiomas; sanguinarios e instruidos a la vez. Cuando empiezan a comprender el problema, la Mafiya ya no sólo ha ocupado el vacío de poder en Rusia sino que muchos de sus hombres más temibles ya están dispersos en otros países, con lo que no sólo son activos en la mayoría de los sectores de la sociedad rusa sino internacionalmente en muchos rubros en los que son expertos, como el comercio ilegal de petróleo, el tráfico de personas, el narcotráfico, el tráfico de armas y el lavado de dinero. Sus conexiones con los cárteles de la droga de América latina les permitieron importar cocaína a Rusia y sus conexiones con la Cosa Nostra y las Tríadas chinas les permitieron extenderse prácticamente a todo el mundo. Recaudan en todos lados, los muchachos.

En la Mafiya nadie manda si no es capaz de disparar, pero sobre todo si no sabe cómo invertir para acumular poder y dinero. En 2011, la revista Time hizo un ranking de los capos mafiosos más importantes de la historia. El primer puesto lo ocupó Semion Yudkovich Mogilevich, uno de los grandes capos de la mafia rusa. El segundo fue Al Capone, y luego seguían Lucky Luciano, Pablo Escobar y Totò Riina.

Semion Yudkovich comenzó a figurar en 2009 entre la lista de los diez más buscados por el FBI. Pero se ve que se dieron por vencidos, porque en diciembre del 2015 fue dado de baja de dicha lista. A pesar de las órdenes de detención emitidas contra él, sigue viviendo libremente en Moscú, según el FBI. Eso quizá sea la mejor ratificación de su poder. Que es el poder de la Mafiya.

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