La noche del martes 27 de agosto de 1957 en Carmelo, transcurría en calma, serena y con mucha humedad. El silencio dominaba, solo se escuchaban los ruidos de la naturaleza. Pasadas las 22.40 horas, la mayoría de sus habitantes dormía.
Los pocos televisores en la ciudad estaban apagados, dado que la única emisora de televisión de Buenos Aires a esa hora no transmitía. Por primera vez los habitantes de esa ciudad, la habían visto cinco años antes, en la noche del 10 de setiembre en la vidriera de la agencia Ford, en la actual calle Zorrilla de San Martín. El aparato y la correspondiente antena exterior, había sido confeccionada en su taller de la Av. Paraguay por el técnico Roberto Bonora.
A las 22.45 se quebró el silencio y se escuchó un tronar de sirenas y a continuación pitazos de auxilios. ¿Qué había pasado? ¿Dónde fue? Tiene que ser en el río… se preguntaban y contestaban muchos pobladores. Los más intrépidos se levantaron y se fueron hasta la playa Seré, para saber que ocurría. Al observar, se encontraron con luces, bengalas, resplandores y fuertes ruidos imprecisos al sur de la isla Juncal.
El “Ciudad de Buenos Aires” había zarpado con buen tiempo a las 17.00 hs. de la Dársena Norte del puerto de Buenos Aires, con destino a Concepción del Uruguay. Al mando iba el Capitán Silverio Leovigildo Brizuela, salteño y nacionalizado argentino en 1933. Tenía una larga y prestigiosa carrera naval, ingresando a la marina mercante argentina como baqueano el 25 de abril de 1922. Navegó por el Río de la Plata y el Uruguay por más de 36 años sin tener el menor incidente.
Pero el viaje estaba predestinado a no ser bueno: al poco tiempo de soltar amarras, estuvo a punto de embestir una chata arenera que se le cruzó. La embarcación le rozó la borda y se escuchó un “chirrido”, que dejó atónitos a los pasajeros que observaban desde cubierta. El capitán Brizuela con megáfono en mano, fustigó al patrón del remolcador de la arenera por tan peligrosa maniobra. Luego del incidente abandonó el canal Mitre, tomó rumbo al norte al canal Principal. Pasó junto a la isla Martín García y a las 22.30 hs. frente a Carmelo. Se dijo que había niebla y la noche estaba “cerrada”, pero testigos afirman que se podían ver las luces de la boyas del canal.
A las 22.45 horas y al llegar al Km 123 del canal Principal, el carguero norteamericano “Mormacsurf”, embiste al vapor de pasajeros “Ciudad de Buenos Aires” por estribor (banda derecha) entre el comedor y la sala de máquinas. Se sacude enteramente, escora (se inclina) varios grados hacia babor (banda izquierda), en medio de intensos crujidos, roturas de maderas y estallidos de vidrios. Se produce un rumbo e ingresa rápidamente agua, se quiebran las tuberías y estalla el tanque de full oil y el combustible viscoso se esparce por la superficie de las aguas.
El capitán Brizuela junto a sus “comisarios” (antigua denominación del personal superior) con revolver en mano, daban las órdenes: “pallotes de colisión”, guardar la calma, ponerse los salvavidas, arriar los botes y que los pasajeros fueran al centro de la nave para equilibrarla. El jefe de operadores Romeo Vásquez irradiaba el pedido de auxilio en precarias condiciones: con energía de emergencia y a la intemperie ya que su cabina había sido destruida por el choque provocado por el carguero norteamericano.
Al principio los pasajeros tenían más desconcierto que pánico, pero a medida que pasaban los minutos la gente comienza a correr gritando por los pasillos inclinados y tratando de ascender a las cubiertas superiores. Otros al escorarse rápidamente a babor quedaron “colgados” de su estructura y al soltarse caían al agua fría. Muchos estaban en el dormitorio durmiendo, cuando despertaron, salieron en ropa interior cubiertos por gruesos tapados o gabardinas. Varias mujeres corrían con sus hijitos en brazos o de la mano. La superficie del río se inundó rápidamente con una capa gruesa de full-oil lo que dificultó tremendamente el rescate de las personas. Los botes salvavidas estaban atascados, solo uno solo se pudo bajar y no se pudo utilizar al darse vuelta en el agua.
Mientras tanto, el carguero “Mormacsurf” -luego de la colisión- da marcha atrás; el capitán Sommers ordena: irradiar el S.O.S, tronar las sirenas y los pitazos de auxilio, encender todas las luces, lanzar bengalas, arrojar varios cables y cuerdas para aferrar al buque de pasajeros y tirar a las aguas “todo lo que flote”. Minutos más tarde, el buque de carga vuelve a chocarlo, se parte en dos y se hunde por la popa, produciendo el remolino por succión característico, arrastrando a muchos náufragos. A las 23.05 desaparece de la superficie, el que fuera el “vapor de la carrera”.
El rescate
Al escuchar los auxilios, procedente de Carmelo el experimentado hombre de río y carpintero naval Don Julio Tagliafico junto a su padre Eugenio, en su pequeña embarcación fueron los primeros en llegar y prestar los socorros que pudieron.
El buque frigorífico “Don Bautista” que llevaba la misma dirección, destino que el “Mormacsurf” y que minutos antes lo había aventajado; el remolcador “Pancho” que estaba en operaciones a 16 km al sur y el remolcador “Laura”, fueron lo que más rescataron personas. Luego se dirigieron al puerto de Nueva Palmira
Allí llegaron a las dos de la madrugada del día 28, se había previsto la emergencia en centros de salud de Nueva Palmira y Carmelo y la colaboración de muchos ciudadanos. La empresa ONDA inclusive dispuso dos ómnibus para traslados de heridos.
Más tarde se sumó en el rescate despachado desde Carmelo: la embarcación PS2 de la Armada Nacional y la DHR de la Dirección de Hidrografía del MOP, además de diversas embarcaciones de ambos países. Otros náufragos fueron trasladados a la isla Martín García y desde ahí a Buenos Aires dada su jurisdicción territorial.
Muchas preguntas e incógnitas persisten hasta el día de hoy: ¿cómo puede colisionar un buque con otro, por el lado de estribor, cuando este llevaba dirección norte y el carguero “Mormacsurf” con rumbo sur, de babor? ¿Por qué ambos buques no utilizaron debidamente todos los sistemas de comunicación y de señales: radares, radios, telégrafos, luces, etc, si se decía que había escasa visibilidad? ¿Por qué embistió el buque norteamericano por segunda vez, cuando la corriente de agua era fuerte y el Ciudad de Buenos Aires estaba casi perpendicular al canal? ¿Cómo pudieron llegar primero Julio y Eugenio Tagliafico desde Carmelo, cuando esto ocurrió sobre la costa Argentina? ¿Por qué en proporción a su número, se salvaron muchos más tripulantes que pasajeros?
Lo cierto es que se reportaron 96 personas muertas. Se salvó un solo niño, no se pudo saber con exactitud cuántos perecieron, no había registro, dado que los menores de 10 años no pagaban pasaje. Ninguno de los botes de salvamento pudo ser utilizado, testimonios indican que los mecanismos estaban oxidados o las cuerdas y aparejos estaban pegadas por la pintura. Tampoco la mayoría de los 935 salvavidas personales, que aseguran no estaban en óptimas condiciones.
El Capitán Brizuela, se suicidó con el revolver en su camarote aseguraron varios testigos. El Jefe de Operadores Romeo Vázquez irradió la posición y la señal de socorro hasta hundirse el buque.
En las ciudades de Nueva Palmira, Carmelo y zonas rurales, hubo una gran colaboración en ayuda y socorro como: alojando a los desdichados náufragos en sus domicilios, haciendo traslados en sus vehículos o gente del campo, recorriendo la costa ayudando y complementando la labores de búsqueda de las prefecturas.
En Argentina se abrió una importante investigación y un gran debate sobre rescates y la seguridad en la navegación. En ese sentido hubo inmediatamente varios pronunciamientos del Centro de Comisarios Navales y de los numerosos centros y gremios navales argentinos.
Después de 15 días seguían apareciendo cadáveres o parte de él y aún no había desaparecido el olor nauseabundo en esa zona de la costa del departamento de Colonia.