La historia detrás del viaje de los Reyes Magos

Según el Evangelio de Mateo, los “magos”, venidos de Oriente, se presentaron en Jerusalén siguiendo una estrella. Al llegar preguntaron: “¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer?”. Advertido Herodes sobre la aparición de este nuevo Rey, consulta a los sacerdotes, quienes le comunican la profecía sobre el nacimiento de Cristo en Belén.

Los Magos continúan su viaje y se detienen justo en el lugar donde la estrella indica el nacimiento de Jesús (Mateo no habla de gruta ni de establo). Reconocen en Jesús al nuevo Rey de los judíos y le ofrecen oro, incienso y mirra. Después retornan a sus lugares de origen sin pasar por Jerusalén para evitar a Herodes. Mateo no habla de magos, ni de reyes, ni de razas, ni de edades, ni siquiera dice que sean tres. Todas estas son tradiciones recogidas por la Leyenda Dorada. Una parte de la historia de los Reyes Magos nació en el Siglo IV de nuestra era y se encuentra en el “Opus Imperfectum in Matthaeum”, texto redactado en latín por un escriba iraní inspirado a su vez en el “Libro de Set”, escrito a su vez durante el siglo III en Edessa. Según estos textos, vueltos a su país de origen, los Magos vivieron piadosamente y con los años recibieron el bautismo y la prédica del apóstol Tomás en su camino a la India.

Estos hombres sabios siguieron la estrella de Belén, que probablemente sea la conjunción de Venus y Júpiter. Tal accidente celestial ocurrió durante el año 2 de nuestra era.

Otro fenómeno astronómico que ocurrió por esos años y que podría dar lugar a esta estrella de Belén es la conjunción de Júpiter y Saturno, circunstancia que sucedió tres veces durante los años 4 y 6 de nuestra era. No era esta una conjunción muy brillante pero un fenómeno con esta particularidad y frecuencia en tan poco tiempo, convierte al acontecimiento en algo excepcional.

Por último, en el año 5 DC una Nova fue detectada por astrónomos chinos. Otra versión sostiene que entre los años 8 y 6 anteriores a nuestra era se produjo una conjunción del Sol, la Luna y los cuatro planetas más brillantes del firmamento más la estrella Régulus (llamada la estrella Rey) en la constelación de Piscis. Esta conjunción sólo podía ser estudiada por astrónomos versados. En Roma esta aparición fue interpretada como una confirmación divina de la soberanía de los emperadores.

Probablemente los magos viniesen de Persia, donde estaba difundida la religión de Zoroastro en la que también existía una profecía sobre la llegada de un Mesías.

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Los tres reyes en camino Mosaico Bizantino
Los tres reyes en camino Mosaico Bizantino

 

Los magos

Aunque en ninguna parte de los evangelios canónicos se diga que los magos fueran tres, la tradición les otorga nombres y orígenes disímiles.

El evangelio armenio es el primero en darles nombres: Melkon es el rey de los persas; Gaspar, de los indios, y Baltazar, de los árabes. Al parecer estos eran muy generosos porque traían objetos preciosos como regalo y venían al frente de un ejército de doce mil hombres.

Para el “Liber Pontificalis”, Melchor (Melichior) es el Rey de Persia, Baltazar (Bithisarea) es el Rey de la India y Gaspar (Gathaspa) es el Rey de Arabia. El evangelio árabe de la infancia de Jesús los hace oriundos de Persia y seguidores de Zoroastro.

El oro que regala Melchor al niño simboliza la realeza. El incienso que perfumará el ambiente es entregado por Gaspar como símbolo del misterio sacerdotal. La mirra es regalada por Baltazar. Esta planta medicinal encarna la verdadera condición humana destinada al sufrimiento y la muerte.

San Bernardo sostiene una interpretación más concreta: el oro asistía económicamente a José y a María, con el incienso perfumaron el establo y la mirra les sería de utilidad para curar cualquier mal de Jesús.

La adoración de los Reyes (el 6 de Enero, trece días después del nacimiento de Cristo), narra el comienzo de la Epifanía (del griego epipharmera: “brillar sobre”, “mostrarse”, “manifestarse”). Esta es la celebración de la manifestación de Jesús como Dios en la Iglesia de oriente u ortodoxa.

Hasta el siglo XIV los Reyes fueron representados con aspecto occidental. Desde entonces fueron considerados como los descendientes de Noé (jafet y Cam), representando a su vez las tres edades de la vida, las tres razas hasta entonces conocidas y sus respectivos continentes. Melchor, el más viejo, simboliza a Europa; Gaspar, un joven imberbe que usa un turbante, es el árabe y Baltazar, un joven de color, representa al África. Así lo cuenta Petrus de Natalibus en su “Catálogos Sanchtorum”, del siglo XV, aunque no existan coincidencias porque en las catacumbas son tres y a veces cuatro, para la iglesia de Siria eran doce (como prefiguración de los apóstoles) y en la iglesia Copta parecen ser sesenta. Después del descubrimiento de América no faltaron quienes aconsejaron incluir a los habitantes de América entre los hombres sabios que adoraron a Jesús. Así aparece en un retablo de la catedral de Viseu, en Portugal, un rey de tez oscura luciendo una vistosa lanza con plumas. Esta ocurrencia pictórica no tuvo descendencia artística.

Los Reyes, cuyas reliquias supuestamente reposan en la catedral de Colonia, son considerados los patronos de los viajeros y los peregrinos por el largo viaje que emprendieron para ver al niño Jesús.

La adoración de los reyes, de Botticelli

Guasperro del Lara fue quien encargó a Sandro Botticelli esta obra. Este florentino hijo de un barbero, nació en 1411. Por años, en el “catasto” (una suerte de impuesto a las ganancias instituido en Florencia) los aportes de Del Lara fueron escasos, debido a sus estrecheces económicas.

Hacia 1470 su estrella había mejorado y gracias a especulaciones financieras se convirtió en un hombre rico, dispuesto a inmortalizar su nombre. A tal fin encomendó esta obra a Sandro Botticelli, donde Del Lara figura en el grupo a la derecha de la Virgen. Es el hombre canoso con ropas celestes que parece mirar al espectador.

Para granjearse la amistad del hombre fuerte de Florencia, lo ubica a Cosimo Medici a los pies del niño Jesús sin que éste pudiese arrodillarse dado el lamentable estado de sus articulaciones. También se encuentran los hijos de Cosimo, destacándose la presencia de Lorenzo espléndidamente trajeado. Botticelli no dejó pasar la oportunidad de inmiscuirse entre tantos personajes célebres. Él es el joven de la extrema derecha que mira con cierto aire de superioridad al espectador, como diciendo: “Yo hice esta maravilla”.

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