Nacido en Mar del Plata en 1943, hijo de un catalán que se desempeñaba como inspector de Obras Sanitarias y una criolla, Soriano pasó junto a su familia una infancia errante debido al trabajo de su padre. Vivió en distintos pueblos del interior del país, hasta instalarse en Tandil.
En tercer año abandonó el colegio secundario y a los 26 se trasladó a Buenos Aires para integrarse a la revista “Primera Plana”. A partir de ese momento comenzaría su intermitente, aunque infatigable relación con el periodismo.
Osvaldo Soriano trabajó en las revistas “Panorama”, “Confirmado” y en los diarios “Noticias”, “El Cronista” y “La Opinión”; fue corresponsal de “Il Manifiesto” italiano y cofundador de “Página/12”, donde se desempeñó como asesor de directorio y columnista de contratapas.
Muchos de sus relatos transcurren en Neuquén, en Allen, en Barda del Medio. La mayoría de ellos están relacionados con una de las grandes pasiones de Soriano, el fútbol. Rasgos de la maestría narrativa de Soriano se puede apreciar en: “Gallardo Pérez, referí” y “El penal más largo del mundo”.
En 1983 se publicó “No habrá más penas ni olvido”, llevada al cine por Héctor Olivera y se publicaron seis ediciones de “Cuarteles de invierno”, que venía de ser considerada mejor novela extranjera en Italia en 1981, también adaptada para la pantalla grande, esta vez en dos oportunidades.
En 1984 apareció “Artistas locos y criminales” y en 1988, “Rebeldes, soñadores y fugitivos” y su novela de mayor éxito editorial: “A sus plantas rendido un león”, considerada una bisagra en su obra por el fuerte tono paródico; dos años más tarde se publicaría “Una sombra ya pronto serás”, llevada al cine en 1994 una vez más por Hector Olivera.
Sus once libros, que se vendieron en forma constante, serían traducidos a más de quince idiomas y publicados en veinte países. En el año 1995 el Grupo Editorial Norma pagó medio millón de dólares por los derechos de toda su obra.
Recibió pocos premios, pero gozó con el “Raymond Chandler Award” que le otorgó el Festival de cine Courmoyeur, que anteriormente había sido recibido por Graham Greene.
Fue de los autores argentinos más vendidos en Argentina en las décadas de los 80 y 90 con más de un millón de ejemplares. Escribió novelas como Triste, solitario y final (1973), No habrá más penas ni olvido (1978), Cuarteles de invierno (1980) y A sus plantas rendido un león (1986).
Cuando escribía Triste, solitario y final, su gato negro lo ayudó a resolver una encrucijada de la historia. Al ser consultado por su amor a los felinos, respondió: “Un escritor sin gato es como un ciego sin lazarillo”.