La historia del capitán Wilhelm Hosenfeld: un católico alemán que ayudó a salvar a polacos

Un patriota alemán nacido en una devota familia católica

Wilhelm Adalbert Hosenfeld, habitualmente conocido como Wilm, nació el 2 de mayo de 1895 en Mackenzell, un pueblecito del estado de Hesse, entonces parte del reino de Prusia. Creció en una familia católica muy devota, siendo el cuarto de seis hijos, y creció en un ambiente conservador y patriótico. Su padre era maestro en una escuela católica y procuró que el pequeño Wilm fuese educado en el sentido de la caridad, algo a lo que contribuyó su militancia en Acción Católica. El joven Hosenfeld quiso seguir los pasos de su padre y convertirse en maestro, pero en julio de 1914, cuando tenía 19 años, estalló la Primera Guerra Mundial. Wilm participó en la contienda como soldado de infantería, siendo gravemente herido en 1917 y recibiendo la Cruz de Hierro de Segunda Clase. Tras su convalecencia, volvió a su pueblo natal, empezando a trabajar como maestro en 1918. Dos años más tarde se casó con Annemarie Krummacher, una joven protestante de ideas pacifistas e hija del pintor impresionista Karl Krummacher, un hombre de ideas liberales. Annemarie y Wilm tuvieron dos hijos y tres hijas: Helmut (nacido en 1921), Anemone (1924), Detlev (1927), Jorinde (1932) y Uta (1937).

29068173527_19c4080d94_o.jpg

Wilm Hosenfeld con su esposa y cuatro de sus hijos en Thalau en 1936. De  izquierda a derecha se ve a Wilm, Jorinde, Detlev, Anemone, Annemarie y  Helmut. La benjamina de la familia, Uta, nació al año siguiente de  tomarse esta foto

Wilm Hosenfeld con su esposa y cuatro de sus hijos en Thalau en 1936. De izquierda a derecha se ve a Wilm, Jorinde, Detlev, Anemone, Annemarie y Helmut. La benjamina de la familia, Uta, nació al año siguiente de tomarse esta foto

Las primeras ayudas de Hosenfeld a los polacos en 1939

Las ideas patrióticas de Wilm le hicieron sentirse atraído por el nacional-socialismo en 1933, afiliándose al NSDAP en 1935, aunque no compartía el antisemitismo de los nazis ni su hostilidad a la Iglesia Católica. Como muchos alemanes, veía a los nazis como un movimiento de recuperación nacional tras la humillante derrota alemana de 1918 y la grave crisis de la postguerra. Wilm fue nuevamente llamado a filas en agosto de 1939. Cuando Alemania invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939, Wilm tenía 44 años. Fue enviado a Polonia a mediados de ese mes con el rango de sargento como parte de un batallón de infantería perteneciente al Landwehr, una milicia que encuadraba a hombres con edades comprendidas entre los 35 y los 45 años. A finales de septiembre de 1939 fue enviado a Pabianice, participando en la construcción y la custodia de un campo de prisioneros de guerra polacos. Wilm era un hombre amable y gentil, que no tenía temor de mostrarse hablando con judíos y cogiendo en brazos a niños polacos. En una ocasión, cuando iba en bicicleta cerca de Pabianice, se encontró con una joven judía que corría por el camino. Cuando le preguntó a dónde iba, ella le contestó asustada, diciéndole que estaba embarazada y que su esposo esta preso en el campo de prisioneros. Iba hacia allí a pedir su liberación. Wilm anotó el nombre del prisionero y le dijo: “Tu esposo estará de nuevo en casa en tres días”. Y así fue.

42196646690_953651c65b_b.jpg

Wilm Hosenfeld con el hijo de unos amigos polacos en Pabianice. El  oficial alemán sentía simpatía por los polacos e incluso aprendió su  idioma. Asistía regularmente a Misa en una iglesia polaca

Wilm Hosenfeld con el hijo de unos amigos polacos en Pabianice. El oficial alemán sentía simpatía por los polacos e incluso aprendió su idioma. Asistía regularmente a Misa en una iglesia polaca

En otra ocasión, Wilm se enteró de que la Gestapo, la temible policía secreta del Tercer Reich, había reunido a varios hombres, entre ellos el cuñado de un sacerdote polaco. Les llevaban a un campo de trabajos forzados y el cuñado del clérigo iba a ser ejecutado. Wilm vio el camión con los prisioneros y le dijo a un oficial de las SS que necesitaba a un hombre para un trabajo. De entre los prisioneros que iban en el camión, Wilm eligió al cuñado del sacerdote, el que iba a ser fusilado, fingiendo elegir al azar. Gracias a eso salvó la vida de aquel hombre.

El radical distanciamiento de Hosenfeld del nazismo

En diciembre de 1939 fue enviado a Węgrów. Por entonces Wilm ya estaba desencantado del nazismo, al ser testigo de las atrocidades perpetradas por sus compatriotas contra los polacos, tanto católicos como judíos. En sus cartas a su esposa, y a pesar del riesgo que corría -debido a la censura postal de guerra- le manifestaba su repugnancia por el comunismo y el nazismo, al que consideraba ideologías igualmente criminales (recordemos que Alemania y la URSS se habían repartido Polonia en 1939, cometiendo numerosas atrocidades en sus respectivas zonas de ocupación). También manifestaba en esas cartas su vergüenza por los crímenes cometidos por los alemanes en Polonia:

Tienes que preguntarte cómo pudo haber ocurrido que en nuestra nación tengamos una escoria tan degenerada. ¿Han liberado a criminales y a personas trastornadas de hospitales psiquiátricos que funcionan como perros rabiosos? Desafortunadamente, no, éstas son las personas que ocupan altos cargos en nuestro país“.

42196344710_01d8f0748e_b.jpg

Wilm Hosenfeld (izquierda) junto a su amigo Joachim Prut, un antiguo  oficial polaco. Prut fue una de las personas que pidió la liberación de  Hosenfeld tras la guerra (Foto: Spiegel.de / Archivo privado de la familia Hosenfeld)

Wilm Hosenfeld (izquierda) junto a su amigo Joachim Prut, un antiguo oficial polaco. Prut fue una de las personas que pidió la liberación de Hosenfeld tras la guerra (Foto: Spiegel.de / Archivo privado de la familia Hosenfeld)

Su fe en Dios le dio fuerzas en medio de este horror, y también le animó a ayudar a los perseguidos. En Sokołów Podlaski empezó a socorrer a los polacos que estaban siendo deportados a Alemania. En junio de 1940, ya como teniente, Wilm fue enviado a Varsovia con el 660º Batallón de la Guardia. Una vez allí, su simpatía por los polacos le llevó a aprender la lengua polaca. Al ser católico, acudía frecuentemente a Misa en una iglesia polaca y comulgaba. Pronto empezó a proporcionar documentos falsos a algunos polacos, incluyendo judíos, logrando salvar sus vidas. A menudo les empleaba en la escuela deportiva de la Wehrmacht que Wilm dirigía en Varsovia. El 1 de septiembre de 1942, Wilm escribió una carta a su esposa mostrándose convencido de que los crímenes alemanes en Polonia eran consecuencia del alejamiento de Dios: “sin él somos solo animales en conflicto, que creemos que debemos destruirnos unos a otros. No escucharemos el mandamiento divino: «Amaos los unos a los otros»”.

“No merecemos misericordia; todos somos culpables”

El 16 de junio de 1943, Wilm escribía en su diario, horrorizado, refiriéndose a los crímenes cometidos por los alemanes durante la liquidación del Gueto de Varsovia: “Innumerables judíos han sido asesinados así, sin ninguna razón, sin sentido. Está más allá de la comprensión. Ahora los últimos restos de los habitantes judíos del gueto están siendo exterminados. Un SS Sturmführer se jactó de la forma en que asesinaron a los judíos mientras corrían fuera de los edificios en llamas. Todo el ghetto ha sido arrasado por el fuego. Estos brutos piensan que ganaremos la guerra de esa manera. Pero hemos perdido la guerra con este espantoso asesinato en masa de los judíos”. Y añadía: “No merecemos misericordia; todos somos culpables“.

La repulsión de Wilm por las atrocidades de los alemanes le hacía sentir una mezcla de indignación y de vergüenza. El 13 de agosto de 1943 escribía en su diario: “Es imposible creer todas estas cosas, aunque son verdad. Ayer vi a dos de estas bestias en el tranvía. Sostenían látigos en sus manos cuando salieron del gueto. Me gustaría arrojar a esos perros bajo el tranvía. Qué cobardes somos, deseando ser mejores y permitiendo que todo esto ocurra. Por esto, nosotros también seremos castigados, y nuestros niños inocentes después de nosotros, porque al permitir que ocurran estas malas acciones, somos partícipes de la culpa“. El 5 de diciembre de 1943 escribía: “Toda nuestra nación tendrá que pagar por todos estos errores y esta infelicidad, todos los crímenes que hemos cometido. Muchas personas inocentes deben ser sacrificadas antes de que la culpabilidad por la sangre en la que hemos incurrido pueda quedar extinguida“.

43957249902_822fbe18fd_b.jpg

El sacerdote Antoni Cieciora, miembro de la resistencia polaca, estaba  en la lista de buscados por la Gestapo. Fue una de las personas a las  que Hosenfeld salvó, facilitándole una documentación falsa y un empleo  en la escuela de deportes de la Wehrmacht en Varsovia (Foto: Spiegel.de / Archivo privado de la familia Hosenfeld)

El sacerdote Antoni Cieciora, miembro de la resistencia polaca, estaba en la lista de buscados por la Gestapo. Fue una de las personas a las que Hosenfeld salvó, facilitándole una documentación falsa y un empleo en la escuela de deportes de la Wehrmacht en Varsovia (Foto: Spiegel.de / Archivo privado de la familia Hosenfeld)

Una imagen de la Virgen de Czestochowa como muestra de agradecimiento

Otra de las personas a las que ayudó Wilm durante la guerra fue Leon Warm, un judío que se había fugado del campo de exterminio de Treblinka. El oficial alemán le protegió y le consiguió documentos falsos, arriesgando con ello su propia vida. Wilm también le salvó la vida al sacerdote Antoni Cieciora, miembro de la resistencia polaca y que estaba en la lista de buscados por la Gestapo. Wilm le dio un empleo tras facilitarle documentos falsos. El 29 de marzo de 1944, los 27 polacos a los que Wilm había empleado en la escuela de deportes de la Wehrmacht en Varsovia firmaron un documento de agradecimiento al hombre que les había ayudado. Junto al documento le regalaron una imagen de la Virgen de Czestochowa, pues sabían que el oficial era católico. Esto demuestra la popularidad que tenía Wilm entre sus conocidos polacos debido a su humanidad.

42196344390_64d19f17d3_b.jpg

El 29 de marzo de 1944, los polacos a los que salvó Hosenfeld, dándoles  un empleo en la escuela de deportes de la Wehrmacht en Varsovia, le  entregaron este documento a modo de agradecimiento, junto a una imagen  de la Virgen de Czestochowa (Foto: Spiegel.de / Archivo privado de la familia Hosenfeld)

El 29 de marzo de 1944, los polacos a los que salvó Hosenfeld, dándoles un empleo en la escuela de deportes de la Wehrmacht en Varsovia, le entregaron este documento a modo de agradecimiento, junto a una imagen de la Virgen de Czestochowa (Foto: Spiegel.de / Archivo privado de la familia Hosenfeld)

La admiración de Hosenfeld por los miembros de la resistencia polaca

Tras el estallido del Levantamiento de Varsovia el 1 de agosto de 1944, Wilm sirvió en la contrainteligencia alemana, ocupándose del interrogatorio de miembros de la resistencia polaca y de soldados soviéticos. Wilm exigió tratar a los prisioneros de acuerdo con las normas de la Convención de Ginebra, contra la orden de Heinrich Himmler, el jefe de las SS, de tratarlos como “bandidos y rebeldes”. Durante los interrogatorios, Wilm intentó ayudar a miembros de la resistencia polaca, cuyo coraje admiraba. Ese mismo mes, Wilm hizo llegar a su esposa su diario (en el que relataba las atrocidades que había contemplado) escondido en un paquete de ropa.

El encuentro que le hizo famoso: el pianista judío Władysław Szpilman

Tras el final del Levantamiento de Varsovia, el 17 de noviembre de 1944, el entonces Capitán Hosenfeld llegó a un edificio abandonado de la Avenida Niepodległości 223 en Varsovia. Allí tuvo un inesperado encuentro que le llevaría a la fama muchos años después: Władysław Szpilman, uno de los sólo 20 judíos vivos que quedaban en Varsovia tras el Levantamiento. Szpilman era un pianista que se había hecho famoso tocando para la Radio Polaca antes de la guerra y que estaba refugiado allí desde agosto de 1944. Cuando Wilm le descubrió, Szpilman pensó que iba a arrestarle, pero en lugar de eso, cuando le dijo al oficial alemán que era pianista, Wilm le pidió que tocase algo en un piano que había en la planta baja del edificio. Szpilman tocó el Nocturno nº20 en do sostenido menor de Chopin, la misma composición que estaba tocando en la Radio Polaca el 23 de septiembre de 1939 cuando un bombardeo interrumpió la emisión. Podéis ver en este vídeo al propio Szpilman tocando esa misma pieza en 1997 en su hogar en Varsovia:

rfrfr

Wilm ayudó al pianista a mejorar su escondite y le trajo alimentos con frecuencia, incluso regalándole su abrigo para protegerse de las temperaturas gélidas del invierno polaco. Szpilman no conoció el nombre del oficial alemán hasta 1950. Contó lo ocurrido en sus memorias, tituladas “La muerte de una ciudad” y publicadas en 1946. En el libro, el pianista se refería al oficial alemán como “el único ser humano con uniforme alemán que conocí”. El régimen comunista censuró el libro, convirtiendo a Wilm en austriaco, ya que para los estalinistas era inaceptable presentar a un alemán protagonizando un acto humanitario.

42196344220_eb5dd5b5c4_b.jpg

La escena del encuentro entre Szpilman y Hosenfeld en la película "El  pianista" (2002) de Roman Polanski. El papel de Hosenfeld lo hizo el  actor alemán Thomas Kretschmann.

La escena del encuentro entre Szpilman y Hosenfeld en la película “El pianista” (2002) de Roman Polanski. El papel de Hosenfeld lo hizo el actor alemán Thomas Kretschmann.

Finalmente traducido más tarde a 35 idiomas, el libro de Szpilman inspiró a Roman Polanski para rodar su película “El pianista” (2002) sobre las vivencias de Szpilman en la Segunda Guerra Mundial. En la película, el papel de Wilm lo hizo el actor alemán Thomas Kretschmann. Esta película sirvió para dar a conocer al capitán Wilhelm Hosenfeld en todo el mundo. Curiosamente, en la escena del encuentro entre Wilm y Szpilman en la película, el pianista no interpreta el Nocturno nº20, sino la Balada nº1 en sol menor op.23:

rrr

Cautiverio, tortura y muerte de un hombre justo

El 17 de enero de 1945, Wilm fue hecho prisionero por los soviéticos en Błonie, una localidad polaca a 30 kilómetros al oeste de Varsovia, junto a los hombres de la compañía que lideraba. A finales de enero de 1945, el violinista polaco Zygmunt Lednicki pasó por la cerca de un centro de detención de Varsovia. Wilm estaba allí prisionero, y le preguntó desde el otro lado de la valla si conocía al pianista Szpilman. Lednicki le dijo que sí. “Debería salvarme, te lo imploro”, le suplicó el oficial. Pero por entonces Szpilman aún no conocía el nombre del oficial alemán que le había ayudado, de forma que no pudo localizarle.

En una carta escrita a su esposa, que vivía en la Alemania Occidental, en 1946, Wilm indicó los nombres de varios judíos a los que había ayudado -entre ellos Szpilman-, intentando obtener su intercesión para lograr su liberación. En 1947 sufrió el primero de una serie de derrames cerebrales, pasando largos periodos en las enfermerías de los campos de prisioneros en los que estuvo recluido. En 1950 un tribunal militar soviético de Minsk le sentenció a 25 años de prisión por crímenes de guerra por el simple hecho de ser un oficial alemán. Władysław Szpilman, Leon Warm y otras personas a las que Wilm había ayudado solicitaron su liberación, pero los soviéticos se negaron. El capitán alemán sufrió frecuentes torturas y brutales interrogatorios a manos de los soviéticos. Como he señalado, Wilm falleció el 13 de agosto de 1953 en Stalingrado, poco antes de las diez de la noche, a causa de una ruptura de la aorta torácica, posiblemente a causa de una sesión de tortura. Tenía 57 años y estaba física y mentalmente destrozado.

El reconocimiento de Israel y de Polonia

Tras la muerte de la viuda de Wilm, Annemarie, en 1998 su hija Jorinde encontró en el ático de su casa más de 600 cartas de su padre a su madre y a sus hijos, así como varios cuadernos. Estos documentos fueron publicados en 2004. En 1998 el nombre de Wilhelm Hosenfeld fue añadido a la edición alemana de las memorias de Szpilman, identificando por fin al oficial alemán medio siglo después, gracias a una investigación llevada a cabo por Wolf Biermann. Ese mismo año, Szpilman solicitó al Yad Vashem, el instituto israelí de la memoria del Holocausto, el reconocimiento para Wilhelm Hosenfeld como “Justo entre las Naciones”, la más alta distinción del Estado de Israel a los no judíos que ayudaron a salvar a judíos, pero las falsas acusaciones de crímenes de guerra hechas por los soviéticos contra el oficial alemán bloquearon el nombramiento. Tras la muerte de Szpilman en el año 2000, su hijo Andrzej siguió luchando por lograr ese reconocimiento para Hosenfeld. Por fin, el 16 de febrero de 2009 el Yad Vashem anunció la concesión de ese reconocimiento a Wilm Hosenfeld. El 19 de junio de 2009, diplomáticos israelíes hicieron entrega a Detlev, uno de los hijos de Hosenfeld, del nombramiento oficial de su padre como “Justo entre las Naciones”.

Polonia también reconoció al oficial alemán que había ayudado a salvar las vidas de polacos en la Segunda Guerra Mundial. En octubre de 2007 el entonces presidente de la República Polonia, Lech Kaczyński, hizo entrega en Berlín a Detlev Hosenfeld de la Cruz de Comandante de la Orden de Polonia Restituta -una de las más altas condecoraciones polacas- a nombre de su padre, a título póstumo. Además, el 4 de diciembre de 2011 se descubrió una placa en polaco y en inglés en el edificio de la Avenida Niepodległości 223, el lugar en el que Hosenfeld encontró a Szpilman, conmemorando aquel encuentro y la ayuda prestada por el oficial alemán. A la inauguración de la placa asistió una de las hijas de Hosenfeld, Jorinde, y Andrzej Szpilman, el hijo del pianista.

Texto extraído del sitio outono.net

Ultimos Artículos

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

TE PUEDE INTERESAR

    SUSCRIBITE AL
    NEWSLETTER