La economía en las barricadas

En el Parque (lo que hoy es Plaza Lavalle y adyacencias, llamado así porque existía entonces un cuartel de artillería) varios miles de personas enfrentaron a un ejército dirigido por el general Levalle, que no dudó en usar la artillería contra insurrectos, mientras el Zorro Roca intentaba llegar a un acuerdo con los oficiales rebeldes tras bambalinas.

Por esta revolución, la dupla Roca-Pellegrini se consolidó como la conducción conservadora, mientras la Unión Cívica Radical se convirtió en el principal frente opositor del país.

“Cuando todo el mundo se equivoca, todo el mundo tiene razón”, le había dicho Mitre a Roca, cuando éste lo consultó por el devenir de los acontecimientos.

Don Bartolo era un jovencito cuando se dejó de pagar el servicio de la deuda con los Baring Brothers, allá en 1828. Había presenciado las crisis económicas por los bloqueos, el fenomenal aumento del oro durante el terror mazorquero, había escuchado a Avellaneda proclamar que gobernaría sobre la sed y el hambre de los argentinos para pagar la deuda nacional, había visto a los porteños matarse siguiendo a Carlos Tejedor y ahora era testigo de un colosal desmadre económico.

Allí estaba Roca, preocupado en cómo salvar la gobernabilidad de un partido que se desmoronaba ante la inercia de su cuñado. Alguna culpa le tocaba aunque, desde hacía tiempo había sido dejado de lado… Si al menos Juárez Celman lo hubiese escuchado, no habrían llegado a esta situación.

Roca se hizo cargo del manejo del gobierno, mientras seguía dialogando con los militares sublevados, con la asistencia del gringo Pellegrini. Ya no podía contar con Juárez Celman, desprestigiado y sobrepasado por la situación.

El general Mitre, cumpliendo una vieja promesa de no volver a levantarse en armas contra la nación (como había hecho en 1874), considerando el cariz violento de los acontecimientos, se fue del país, preservando su figura para circunstancias más propicias.

¿Cómo se llegó a esta crisis?

En 1883 se estableció la ley de convertibilidad, el peso papel podía cambiarse por oro, pero tanto el Banco Nacional como el de la Provincia de Buenos Aires podían emitir billetes… y lo hacían a veces más allá de la prudencia.

Cuando el público requería oro, los bancos no siempre estaban en condiciones de satisfacer a demanda, de allí que solo 17 meses después de la entrada en vigencia de la ley, los bancos se resistieron a la convertibilidad.

Las políticas monetarias expansivas aumentaron el déficit fiscal de 7 millones de pesos oro en 1881, a 52 millones en 1891.

Obviamente, hubo inflación y depreciación del peso.

El presidente Juárez Celman había promulgado la ley de bancos garantidos, en la que se autorizaba a cualquier banco con requisitos mínimos de capital a emitir pesos papel por el monto de bonos en oro respaldados por el gobierno. Si bien este sistema nos parece extraño, era el que se usaba en USA, hecha la excepción por dos detalles de singular importancia: 1) En EE.UU. existía el patrón oro que respaldaba al circulante.

2) En Argentina, el Tesoro emitía los bonos oro que respaldaban la emisión por los bancos garantidos.

El Banco Nacional debería haber mantenido el volumen de oro para respaldar al circulante, pero no lo hizo.

Mientras que hubo afluencia de capital extranjero la situación se pudo sostener y los bancos expandieron el crédito, pero el sistema era muy vulnerable a la restricción de ingreso de capital. El sistema estaba apalancado más allá de lo que indicaba prudencia.

Desde 1889 los Bancos ingleses se mostraron reacios a comprar deuda argentina y los bonistas vendieron sus haberes. La inflación subió y el peso se depreció.

El público intentó proteger sus ahorros cambiando sus pesos a oro y el Banco Nacional vendió sus reservas. Para 1891 el oro del Estado estaba en manos privadas.

Como el Banco de Inglaterra estaba preocupado por la exposición de los bonos de la Baring Brothers, diseñó un rescate de estos papeles. En Inglaterra la crisis fue menor, pero en la corrida llevó a la iliquidez del Banco Nacional y el Provincia, ya que perdieron el 50 % de sus depósitos en poco tiempo.

La inflación llegó al 56 %, y el PBI tuvo una caída del 15 %.

La revuelta armada organizada por Leandro Alem fue reprimida tras tres días de luchas en el Parque. La represión encabezada por Levalle (que en el apuro se había olvidado de ponerse los pantalones) fue feroz, hubo cientos de muertos y heridos. Hubo militares enfrentados en ambos bandos, por lo que a veces los soldados se resistían a combatir contra sus camaradas y amigos. Levalle, pistola en mano, se encargaba de ejecutar a aquellos que tuviesen intención de abandonar el campo de batalla.

Finalmente vencieron las fuerzas gubernamentales, pero como dijo el diputado Pizarro, el gobierno estaba herido de muerte. Juárez Celman debió renunciar y Carlos Pellegrini asumió la primera magistratura (curiosamente había sido elevado a general después de la Revolución por su actuación a favor del gobierno).

Al hacerse cargo nombró a dos ministros que pertenecían al ala moderada de la Unión Cívica Radical: Fidel López en Hacienda, y Victorino de la Plaza como negociador de la deuda.

En enero del ’91 hubo una reforma tributaria que exigió el pago total en pesos oro de los derechos de importación y un impuesto temporal del 4 % a las exportaciones (que eran todos productos agropecuarios).

A pesar de las medidas (o quizás por las medidas) la recaudación cayó un 30 % y la moneda se depreció un 70 % (2,65 a 4,21 a fines de 1891).

Entonces Pellegrini propuso la ley de convertibilidad que crearía una Caja de Conversión con la intención de volver al patrón oro.

Para obtener el oro suficiente, Pellegrini negoció la financiación de la deuda con el Banco de Inglaterra que otorgó a la Argentina un préstamo de 15 millones de libras al 6 %. Con este medio el país pudo atender los servicios de la deuda en tres años.

El Banco Nacional se liquidó y se constituyó el Banco de la Nación, que prohibía financiar a cualquier entidad pública, hecha la excepción del gobierno nacional que, a su vez, tenía un crédito máximo de dos millones.

Para 1892, el nuevo presidente era Luís Sáenz Peña y nombró como secretario del Tesoro, Juanjo Romero, quien era un fuerte propulsor de la vuelta al patrón oro. Renegoció la deuda con Inglaterra y redujo el déficit fiscal de tal forma que en 1893 hubo superávit fiscal, el peso se apreció, la inflación bajó al 21 % y al 15 % un año después. El crecimiento del PBI fue del 5 %.

La inquietud social había creado una revuelta que en esta oportunidad (1893) fue encabezada por Hipólito Irigoyen y reprimida por el mismo general Roca.

Cuando Roca fue nombrado presidente del Senado en 1895, en su primer discurso proclamó el retorno al patrón oro.

Desde 1899 en adelante, después de una década turbulenta, el país volvió a crecer, aunque la inmigración y las ideas anarquistas y socialistas que traían de Europa fueron creando un clima de reclamo social… pero esa es otra historia.

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