Gran parte del éxito de virtuosos como Niccolò Paganini y Franz Liszt, se debió al despliegue técnico en escena (y algunos escándalos de alcoba también). Músicos que hoy consideramos “serios”, tenían conductas extemporáneas que nada tenían que envidiarles a nuestras Rock Stars.
Hoy todos conocen a Johann Sebastian Bach pero solo algunos especialistas recuerdan a Louis Marchand. Sin embargo, Louis Marchand era más famosos que el alemán, a punto tal de ser considerado el mejor tecladista de su tiempo, y por tal razón llegó a ser el organista en la Corte de Versailles. A pesar de su brillo no pudo conservar este puesto mucho tiempo porque las peleas con su esposa eran escandalosas, tanto como las golpizas que solía propinarle. Luís XIV, en una medida de notoria equidad, decidió pasarle la mitad del sueldo de Marchand a su esposa.
La reacción de Marchand no se hizo esperar, y durante el servicio del domingo, en mitad de la celebración se levantó y se fue. El Rey mandó a preguntar por qué se había retirado antes de la finalización del servicio. ¿Acaso una indisposición? Marchand fue sincero: “Mire, si usted ha decidido pagarle la mitad de mi sueldo a mi esposa, pues que toque ella”. Obviamente pocos días después el irrespetuoso ejecutante estaba ofreciendo sus servicios para otras cortes europeas, entre ellas, la Corte del Augustus II, elector de Sajonia y Rey de Polonia, donde fue contratado como organista en Dresde.
Como usted adivinará, Marchand, un tipo soberbio y excéntrico, entró en conflictos con sus colegas, quienes fueron a quejarse al Maestro de Conciertos de la Corte, Jean Baptiste Volumier. Fue éste quien propuso, para solventar el puesto del francés, una puja entre Marchand y un tal Johann Sebastian Bach, un ejecutante de órgano y clavicordio de creciente reputación en Weimar. ¿Cuál de los dos era el mejor? Si Marchand ganaba, se quedaba en la Corte con un muy buen sueldo y además, el vencedor, se quedaría con una interesante bolsa que el conde Flemming ponía a disposición. En definitiva, una Copa del Mundo del teclado.
La puja musical despertó enormes expectativas. ¿Quién era mejor músico, el alemán o el francés?
Años antes se había llevado a cabo otra contienda armónica. En un rincón Johann J. Froberger, organista de la Corte de Viena. En el otro, Matthias Weckmann de Dresde. El premio entonces había sido una cadena de oro que quedó en esta última ciudad. Ahora Bach actuaba de local y le tocaba defender los méritos de Weckmann frente a la prepotencia del francés.
Todos estaban anotándose para ocupar el “ring side” en el Castillo de Flemming, cuando a los competidores les entró lo que puede llamarse “terror escénico”.
Ninguno conocía a su competidor más que de nombre. ¿Con qué podían encontrarse? Cada cual, por su lado le pidió a Volumier que le permitiese (secretamente) escuchar a su adversario. El maestro accedió porque no creía que esto afectase la sana competencia.
El día señalado, las personas más encumbradas de Dresde se acomodaban en sus sillones del Castillo Flemming, los jueces expectantes, el público ansioso: todos esperando ver y escuchar melodías celestiales ejecutadas por estos portentos del teclado. Sonó la campana e hizo su entrada la estrella local, ovacionada por su público. He aquí al padre de la polifonía, el maestro del contrapunto, el genio de la fuga… En el otro rincón, Marchand, el francés endiablado, el retador de Reyes y esposas… ¡Marchand!
¿Marchand? ¿Dónde está Marchand?
Pues, después de una espera más que prudente, los presentes se percataron que el galo no se iba a presentar… podía no ser el mejor tecladista, pero el título de maestro de la fuga seguía en disputa… Marchand, después de escuchar a Bach, no quería dar lugar a papelones y se había vuelto a Francia.
Johann Sebastian, con el orgullo de haber ganado por walkover deleitó a los presentes con varias improvisaciones que acrecentaron su fama, aunque no así su fortuna, ya que el encargado de entregar el premio en metálico, al igual que el contrincante se había dado a la tocata y fuga.
Le quedaba como consuelo moral a Johann Sebastian la victoria de tan particular contienda.
Con la magnanimidad de un dotado, Bach nunca habló mal de Marchand, alabó sus composiciones y en más de una oportunidad, las ejecutó en público… pasen a escuchar una de las pocas piezas del francés que nos ha llegado a nuestros días y que podrán disfrutar a continuación.