Después de la Primera Guerra Mundial, un gran número de artistas e intelectuales migraron de sus países de origen para escapar de un destino incierto en los campos de batalla. Suiza fue un país neutral durante el conflicto bélico, por lo que se convirtió en el refugio ideal para decenas de personas que anhelaban un nuevo hogar que albergara un nuevo pensamiento de libertad y escuchara las voces que exigían poner un alto a la guerra. Junto con esa ola de migración, en 1916, el poeta Tristan Tzara abandonó su natal Rumania y llegó a Zurich. El Cabaret Voltaire (que había sido fundado el 5 de febrero de 1916 en Zurich por la pareja Hugo Ball y Emmy Hennings) se convirtió en un centro de reunión para los migrantes, y Tzara propuso al grupo de artistas e intelectuales que allí se reunían cantar al mismo tiempo canciones de cada uno de los países involucrados en la guerra, como una respuesta artística que combatiera las armas. Esta acción fue una protesta para unir la inmensidad fragmentada del mundo en un pequeño bar suizo. Con esta acción se inició el dadaísmo.
Los dadaístas se reunían en el Cabaret Voltaire para leer poesía, acompañar las declamaciones con música, y bailar al ritmo del desorden. Era una guarida para la cultura libre e independiente, sus miembros Carl Jung, Francis Picabia, Emmy Hennings, Hans Harp, Marcel Janco, Marcel Duchamp, Hugo Ball y Tristan Tzara convirtieron esta cafetería en una trinchera para el arte que convivía con una fusión entre el escándalo y la revolución que plasmaban en panfletos y revistas en las que mezclaron tintas y caligrafías para darle una fuerza vital a las páginas del dadá.
En la planta baja del local se montó un teatro, escenario de parodias que exaltaban el nihilismo y la creatividad pura. Se organizaron proyecciones de cine, lecturas de poesía, exposiciones de pintura y escultura, etc. Entre todos estos eventos surgió la corriente artística que cambió, junto con las demás vanguardias del siglo XX, toda la Historia del Arte.
A finales de 1920, el dueño expulsó a los dadaístas que amenazaban con quemar el lugar en una de sus performances. Años más tarde, el Cabaret Voltaire quebró y cayó en el olvido, casi al mismo tiempo Tristan Tzara se mudó a París, donde vivió hasta el final de su vida.
Durante muchos años la cuna del dadaísmo permaneció cerrada y abandonada hasta que, en 2002, un grupo de artistas neo-dadaístas lo intervinieron, salvándolo de una compañía que quería construir en su lugar un edificio con departamentos. Los “okupas”, como se hicieron llamar, pintaron el espacio con obras de influencia dadaísta como un llamado a la memoria. La policía expulsó a los artistas, pero habían logrado despertar la conciencia del patrimonio artístico que habitaba las paredes del local, por lo que el Ayuntamiento de Zurich tomó posesión del espacio y junto con la marca de relojes Swatch lo restauraron, hasta que en 2004 se inauguró como el museo-cafetería “Dadahaus”, dedicado a albergar exposiciones y eventos; además, tiene una biblioteca especializada en la vanguardia que vio nacer entre sus muros.