La biografía de uno de los grandes pintores de la historia, Rembrandt

A pesar de pertenecer a una familia humilde y numerosa, su padre era molinero y quizá tuvo siete o más hermanos, recibió una buena educación. Empezó sus estudios en la escuela latina de Leiden y con catorce años fue admitido en la universidad de su ciudad natal, algo bastante frecuente en la época. Pese a lograr entrar en la universidad Rembrandt abandonó pronto los estudios para dedicarse por entero a su gran pasión, la pintura.

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En 1621 inició sus estudios artísticos bajo la tutela de Jacob van Swanenburg y más tarde, ya en Amsterdam, como discípulo de Lastman. Seis meses más tarde regresó a Leiden y se estableció como pintor independiente en sociedad con su amigo Jan Lievens. Su éxito fue rápido y pronto empezó a contar con discípulos propios, entre los que se encontraba Gerrit Dou (a partir de 1628).

A los 26 años asombró al mundo con La lección de anatomía y diez años más tarde pintó una segunda obra maestra, La ronda de noche. Ambos eran cuadros corales, narrativos, con un sentido tangible del movimiento, una composición impecable y un juego de luz y sombra que convertían al autor en un hereje antiacadémico, como dijeron algunos contemporáneos con poca disimulada envidia. A los 36 años, Rembrandt era una superestrella y un genio en plenitud de facultades cuando todavía le quedaban, en teoría, muchos años de éxito por delante.

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La parte oscura de la vida del maestro empezó diez años más tarde, a los 46: estaba en la ruina, tenía que mendigar encargos o dar clases a alumnos mediocres. Para mayor dolor, su vida personal era un aluvión de tragedias y enormes desgracias. Su hijo Rumbartus murió a los dos meses y sus dos hijas, ambas llamadas Cornelia, antes de cumplir uno. Sólo su cuarto hijo, Titus van Rijn (1641) llegó a alcanzar la madurez, pero la madre y primera mujer de Rembrandt, la amada Saskia van Uylenburgh, modelo de algunos cuadros del pintor, falleció en 1642, al poco del parto, a los 30 años y seguramente de tuberculosis.

Tres años mas tarde blanqueó su romance con Hendrickje Stoffels, inicialmente contratada como asistenta doméstica y veinte años más joven que Rembrandt. El nacimiento en 1654 de la primera hija de la pareja, también llamada Cornelia, motivó que Hendrickje fuese excomulgada por “haber cometido los actos de una prostituta con Rembrandt el pintor” —no estaban casados porque el artista quería asegurar la herencia de Titus—. La pareja mantuvo la convivencia, pero la mujer también murió prematuramente, en 1663, a los 37 años.

Rembrandt siempre había vivido por encima de sus posibilidades, invirtiendo en arte y en todo tipo de curiosidades. En 1656 tuvo que intervenir un juzgado para evitar la declaración de bancarrota y el artista se vio obligado, para pagar a los acreedores, a vender la mayoría de sus pinturas y su colección de antigüedades (entre las que había una armadura japonesa, rarezas minerales y animales, bustos romanos….). Como el dinero recaudado era insuficiente, Rembrandt vendió en 1660 su casa y su taller de grabado para trasladarse a un modesto apartamento. Pese a que el pintor tenía todavía prestigio en la ciudad, la sociedad de pintores de Ámsterdam, dominada por resentidos y moralistas, consideró que la vida del mejor artista de la historia de Holanda era un escándalo y modificaron los reglamentos del gremio para nadie que estuviese en una situación económica como la de Rembrandt pudiese comerciar como pintor. Para evitar esta medida, Hendrickje y Titus abrieron su propio negocio de arte en 1660, en el que Rembrandt trabajaba como empleado. Titus murió en 1668, un año antes que Rembrandt, que fue enterrado en una tumba sin nombre.

La última etapa de la obra de Rembrandt se presentó con un nuevo cambio en su estilo. Los cuadros adoptaron un tamaño mayor, los colores perdieron parte de la frialdad de la etapa anterior y se hicieron más cálidos, las pinceladas más fuertes. Esto supuso una importante evolución en su obra pero acentuó su distanciamiento con respecto a la moda de su época, más inclinada hacia la pincelada fina y los acabados delicados. Pese a tener menos encargos que en otras épocas, Rembrandt alcanzó en este periodo uno de los momentos más brillantes, como se reflejó en el excepcional retrato de Jan Six (1654), donde el artista mostró su increíble virtuosismo técnico y su manejo de la luz. Los temas bíblicos desaparecieron durante un tiempo de la mente del artista, para aparecer años más tarde en forma de retratos y escenas de mayor intimidad tales como José y la mujer de Putifar (1655) o El regreso del hijo pródigo (1669). La tendencia hacia el intimismo se fue acentuando con los años, así, hacia el final de su vida, pintó algunos de los más bellos autorretratos, en los que reflejó perfectamente la tristeza que embargaba al artista en sus últimos años, un ejemplo de ello sería la obra Autorretrato a la edad de 63 años, hacia 1669, su último año de vida.

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<i>El regreso del hijo pródigo </i>(Museo del Hermitage).”></div>
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