Julia Clary: la primera reina de España sin origen noble que robó la perla Peregrina

Probablemente recuerdes el debate que se originó hace más de 15 años en ciertos círculos sobre la idoneidad de la boda de los reyes Felipe y Letizia. Unas críticas que en muchos casos se basaban en la falta de orígenes nobles de la periodista, lo que la hacía (a sus ojos anticuados) no apta para desempeñar el papel de reina.

Unos detractores que quizás no habían caído en la cuenta de que doña Letizia no sería la primera reina sin sangre azul de nuestra historia. No sabemos si quizás en los antiguos reinos visigodos o celtíberos hubo algún antecedente más, pero al menos tenemos la impactante historia de Julia Clary, esposa de José I de España.

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Julia Clary, con sus dos hijas, Zenaida y Carlota, en un retrato de François Gérard. (Galería Nacional de Irlanda)
Julia Clary, con sus dos hijas, Zenaida y Carlota, en un retrato de François Gérard. (Galería Nacional de Irlanda)

 

Nos trasladamos hasta nuestra convulsa nación en 1808, cuando tras la invasión de las tropas de Napoleón Bonaparte y el exilio de Carlos IV, el francés nombra rey a su hermano José (conocido nada cariñosamente por los españoles como Pepe Botella).

El nuevo monarca estaba casado con Julia Clary, también llamada Julia Bonaparte, que se convirtió en reina de España tras el nombramiento de su marido en Bayona (Francia). Al igual que José I, sus orígenes nada tienen de aristocráticos, aunque ella sí procedía de una acaudalada familia burguesa de Marsella.

Tras casarse en el año 1794 de forma civil (lo que se ocultó a la religiosa sociedad española de entonces para no crear aún mayor adversión a los nuevos reyes), la pareja no vivió un matrimonio al uso.

La reina que nunca conoció España

Mientras José I vivía en Madrid, Julia continuaba residiendo en París junto a sus hijas. De hecho, a pesar de ser consorte, nunca llegó a pisar sueño español. Parece que lejos de intrigas palaciegas o políticas, prefería vivir una vida tranquila (siendo rica, eso sí) en sus mansiones y fuera de la guerra civil que asolaba su nuevo reino.

Aunque quizás tampoco ayudaba la fama de mujeriego de su marido, que allá por donde pasaba (según narra Julián Balanso en su libro ‘Julia Bonaparte, reina de España’) iba dejando una lista interminable de amantes e hijos.

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Retrato de Julia Clary por Robert Lefèvre
Retrato de Julia Clary por Robert Lefèvre

 

Sin embargo, aunque fuera desde la distancia, Julia Bonaparte no tuvo reparos en disfrutar de algunas de las ventajas de su nuevo puesto. Así, José I dejó encargado que se le entregaran a su esposa las joyas de la realeza, entre las que encontraba la famosa perla Peregrina.

Las crónicas del siglo XIX en los periódicos narraron que el ministro de Hacienda Cabarrús dio las joyas más valiosas de los Borbones al ayuda de cámara Chimbelli, quien a su vez logró entregárselas a Julia en Mortefontaine (al norte de París).

Emperatriz (casi) de México

Tras el final del reinado de José I y su marcha a Estados Unidos, desde donde se le ofreció ser emperador de México, la pareja decidió repartir sus bienes. Quedándose Julia Clary con los restos del joyero real español. Decimos restos porque, según los libros de historia, buena parte de las campañas francesas fueron sufragadas con la venta de estas piezas.

Por suerte, uno de esos tesoros que se salvó fue la perla Peregrina que llevaba desde Felipe II en la Corona española. Sin embargo, en esta ocasión siguió en manos de la antigua reina a pesar de su desentronización.

Un gesto que entonces se vio como un auténtico robo, ya que tanto defensores como detractores de la pareja francesa entendían que, una vez terminado su papel como reyes de España, debían devolver a la Casa Real todo lo que pertenecía históricamente a ella.

Sin embargo, no fue así, y tras su fallecimiento le legó a su sobrino Carlos Luis Napoleón-Bonaparte (futuro Napoleón III) esta pieza. Tras ser derrocado, el francés se exilia en Inglaterra, donde vendió la famosa perla en 1848 al marqués de Abercorn, y desde allí fue pasando a diversos coleccionistas y millonarios de forma privada.

Años en los que Alfonso XIII intentó hacerse también con ella como regalo para la reina Victoria Eugenia, pero no llegaron a un acuerdo con la joyería londinense R. G. Hennell & Sons, por lo que adquirió una muy similar que es la que hoy se mantiene en la familia real.

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Elizabeth Taylor, caracterizada en 1969 con la perla Peregrina para
Elizabeth Taylor, caracterizada en 1969 con la perla Peregrina para ‘Ana de los mil días’. (Hal B. Wallis)

 

El final de la perla Peregrina

No sería hasta 1969 cuando de nuevo saltó al público por salir a subasta en la firma Parke Bernet de Nueva York. El actor Richard Burton la compró por 37.000 dólares a través de su abogado, Arron R. Frosch, para regalársela a Elizabeth Taylor, a la que quería reconquistar. De nuevo juntos, la actriz la lució en múltiples fiestas y eventos, e incluso en películas como ‘Ana de los mil días’.

Tras el fallecimiento de la estrella de Hollywood, la perla salió a subasta en diciembre con un precio de inicio entre dos y tres millones de dólares en la sala Christie’s de Nueva York y fue adquirida por unos nueve millones de euros en 2011.

Así, la perla que salió de España por Julia Clary ha viajado a lo largo de los años por diversos países, al contrario de lo que hiciera su antigua propietaria. Volviendo a la historia de la reina Bonaparte, continuó viviendo en Francia durante toda su vida.

Aunque los últimos años viajó hasta Florencia para reencontrarse con su marido, José I, como narra María José Rubio en su libro ‘Reinas de España’. Allí vivieron juntos durante ocho años, falleciendo con solo unos meses de diferencia.

El reencuentro de la pareja real

Italia había logrado que tras más de 26 años separados, con unas vidas que seguro han inspirado a más de un guionista de telenovela turca, el matrimonio se reuniera de nuevo.

Por último, si has visitado Florencia, quizás has estado más cerca de la reina de lo que imaginas, ya que su tumba está en la conocida basílica de la Santa Cruz junto a personajes históricos como Galileo Galilei, Miguel Ángel o el compositor Gioachino Rossini.

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1 COMENTARIO

  1. No creo que sea correcto hablar de robo por parte de la ex reina de España Julie Clary, esposa de José Bonaparte, en referencia a la perla peregrina. Como se dice en el artículo, no fue Julie quien tomó posesión de la perla sino su marido, quien se la envió a su esposa. Está claro que la decisión de devolver la perla a la Corona española después de que ya no fuera reina de España no la podía tomar la propia reina, sino su marido o las autoridades francesas. Tengo entendido que la única biografía de la reina Julia es la escrita por Juan Balansó, quien afirma haber encontrado los documentos que demuestran que no fue Julia Clary quien se deshizo de la perla sino su marido el ex rey José, quien parece se la hubiera vendido en Londres al Marqués de Abecorn. Balansó añade que no parece que Julia la luciera jamás; el hecho de que prefiriera vivir la vida de una burguesa antes que participar frecuentemente en la vida social de la corte es consistente con lo anterior. De la biografía antes mencionada se desprende que Julia Clary era amada y estimada por todos los que la conocieron. Es verdad que nunca se fue a España, pero aprendió el castellano. Soy italiano y, por tanto, no tengo interés en defender a una francesa, pero creo que no sea justo ensombrecer a una persona tan respetada y estimada por tanta gente que ni siquiera los enemigos más acérrimos del régimen bonapartista, como la reina María Carolina de las Dos Sicilias, había encontrado argumentos en su comportamiento para darle una mala imagen.

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