John Snow y los inicios de la epidemiología

John Snow nació el 15 de marzo de 1813 en el seno de una familia de trabajadores rurales. Sus primeros años los pasó en el barrio más humilde de la ciudad de York, una zona inundable, frecuentemente asolada por plagas y epidemias. De joven demostró un talento para las matemáticas, talento que le abrió las puertas para obtener una educación superior. Mientras avanzaba en su carrera como profesional de la salud (no solo se recibió de médico sino también de farmacéutico), le tocó atender una epidemia de cólera en el pueblo minero de Killingworth. Fueron momentos dramáticos pero que le hicieron ganar una experiencia que le sería de gran utilidad en el futuro.

Hombre humilde de costumbres frugales, era abstemio y vegano, además de ser un gran nadador. Snow jamás se casó.

En 1836 comenzó a trabajar en el Hunterian School of Medicine, cerca del centro de Londres, donde John Hunter, el cirujano más famoso de Inglaterra había reunido una enorme colección de rarezas médicas como el esqueleto del gigante O´Brien (por cuyo cadáver había pagado una fortuna) y a su vez la de una minúscula enana armónica llamada “el hada siciliana”, aunque Caroline Crachami había nacido en Irlanda. También se exhibía en dicho museo la porción de cáncer perforado que llevó a Napoleón al más allá. Se dice que Robert Louis Stevenson se habría inspirado en John Hunter (quien también escribía versos en sus momentos de ocio) para escribir “El extraño caso del Dr. Jekill y Mr. Hyde“.

John Snow terminó su formación en el Hospital de Westminster y en 1849 fundó la “Sociedad de Epidemiología” en el Colegio Médico de Londres. Su prestigio como profesional fue tan destacado que, cuando la Reina Victoria estaba por dar a luz a príncipe Leopoldo, solicitó los servicios de Snow para atender el parto y anestesiarla con cloroformo, una sustancia recientemente descubierta por James Young Simpson, que había probado sus propiedades como anestésico en sí mismo (aunque por poco muere por un exceso de dosis).

Snow se lo aplicó a Victoria con una mascarilla. Desde entonces esta forma de anestesiar se llama “a la Reina“.

Sin embargo, como decíamos antes, la gloria de John Snow se debe al estudio epidemiológico de un brote de cólera que azotó un distrito de Londres, por entonces la ciudad más poblada del mundo.

Corría el año 1854 y una epidemia se desató en Soho. Gracias a la ayuda del Reverendo Whitehead, Snow interrogó a los vecinos afectados para analizar las coincidencias y lugares en común. La mayor parte de los afectados habían bebido el agua de una fuente ubicada en la calle Broad (actualmente Broadwick). Aunque los exámenes de Snow nada pudieron demostrar (en esa época nada se sabía de gérmenes), pudo demostrar que la toma de agua estaba cerca de napas contaminadas.

El Dr. Snow elevó un informe al Medical Times, detallando la ubicación de los fallecidos en un mapa e interrogando a los agentes de policía de la vecindad. La evidencia fue tan elocuente que las autoridades clausuraron la bomba (que aún se conserva como un momento en memoria del Dr. Snow).

Los casos de cólera disminuyeron en pocos días, cuando ya habían muerto 600 personas. A pesar del notable éxito, las conclusiones de Snow fueron discutidas por las autoridades (que no habían actuado con la rapidez que el caso requería) y de muchos colegas entre lo que se destacaba William Farr, el padre de las estadísticas médicas. Éste le criticaba a Snow la falta de una explicación al porqué de dicha diseminación. En 1866, cuando Louis Pasteur difundió su teoría germinal de las enfermedades, Farr le concedió la razón a Snow, quien para ese entonces había muerto de un accidente cerebrovascular.

En estos tiempos del coronavirus vale recordar a John Snow y al doctor Li Wenliang (el médico chino que anunció el actual brote de este nuevo virus) como el propósito del profesional de la salud que lucha con la verdad contra la hipocresía burocrática.

 

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