No es casualidad que se lo conozca como “el Rey”. Jack Kirby es sin duda uno de los hombres más importantes de la historia del comic y hay quienes se atreven a decir que fue él quien dio la forma definitiva al medio. Más allá de estos juicios, el valor de Kirby en este contexto es inestimable y resulta hasta doloroso ver la forma en la que hoy sus creaciones triunfan en el mundo mientras que él tuvo que sufrir una y otra vez las injusticias de una industria entonces atravesada por la explotación.
En este sentido, la historia de Kirby no se aleja demasiado de la de otros artistas que se iniciaron en la “época dorada” del comic. En la década del treinta, a pesar de la Depresión, el mundo de las historietas estaba empezando a dar sus primeros pasos hacia la masividad y había muchísima demanda de dibujantes. Consciente de que su trabajo ayudaba a mantener a su familia a flote, Kirby adoptó una ética de trabajo que lo seguiría por el resto de su vida y se dedicó a aceptar las oportunidades desde donde vinieran. Aunque no contaba con una educación formal, le gustaba muchísimo dibujar y logró entrar en diferentes “fábricas” de comics que nutrían a los medios gráficos de la época, incluida la pionera Eisner & Iger, en las cuales realizó centenares de páginas para todo tipo de tiras. Fue en este ambiente en donde conoció al que sería su primer gran partenaire, el escritor Joe Simon.
En este período hicieron muchas cosas en conjunto para diferentes editoriales, pero el dúo se hizo realmente reconocido a fines de 1940 con la creación del personaje de Capitán América para Timely Records (predecesora de Marvel). La idea de un superhéroe patriótico era atractiva y – con una imagen como la de la portada del número inicial, dónde se ve a Steve Rogers pegándole una piña a Hitler – no sorprende que fuera un éxito de ventas, pero sólo llegaron a hacer diez números antes de que fueran invitados a abandonar la saga. El problema parece haber sido que, al sentir que Timely no les estaba pagando lo que les correspondía, Simon y Kirby comenzaron a coquetear con otras editoriales y alguien alertó a sus jefes. Expulsados y buscando un nuevo hogar, el dúo se mudó a National Comics Publications a inicios de los cuarenta (lo que luego se convertiría formalmente en DC en 1977), desarrollando sagas memorables protagonizadas por niños como la de los Boy Commandos y Newsboy Legion.
La experiencia fue interrumpida con la entrada de los Estados Unidos a la guerra y el llamado de los dos artistas a servir en 1943, pero a su retorno continuaron trabajando para DC y, en un momento de “agotamiento” del medio, experimentando. Como cabal muestra del espíritu de Kirby, que buscaba expandir los límites del comic y sacarlo del público infantil, junto con Simon se propusieron desarrollar un tipo de historia que estuviera comercializado exclusivamente para los adultos e inventaron lo que hoy se conoce como la “historieta romántica”. Se ve que realmente supieron capitalizar el momento, ya que la serie Young Romance, primera de su género en 1947, fue un éxito de ventas que retrataba temas de romance y sexo que terminarían siendo copiados hasta el hartazgo por otras editoriales.
Aunque estaban en un gran momento creativo y hasta armaron su propia editorial, Mainline Publications, para finales de la década Simon y Kirby decidieron separarse. Este último tomó la decisión de seguir dibujando de forma freelance y, a partir de 1956, estuvo involucrado nuevamente con Timley (ahora conocido como Atlas Comics) y con DC, para la cual produjo algunos números de Flecha Verde y la serie Challenges of the Unknown, en la que empezó a definir su estilo personal. Sin embargo, una vez más, Kirby tuvo un desencuentro por cuestiones contractuales y se terminó alejando de la empresa en 1958.
Aunque no era lo que más lo emocionaba, se relocalizó semipermanentemente en Atlas, empresa dirigida por Stan Lee, y en los últimos años de la década desarrolló toda una serie de comics que exploraban temas de ciencia ficción y que incluían monstruos similares a los del cine clase B que fueron recibidos con entusiasmo. Estando allí, Kirby también fue testigo de la transformación de Atlas en Marvel e, insospechadamente, pasó a jugar un rol central en lo que se conocería luego como la Edad Plateada de los comics – algo así como un revival de los superhéroes que significó, a la vez, un cambio de paradigma en la forma en la que estos personajes eran construidos. La primera historieta representativa de este cambio fue Los cuatro fantásticos, publicada a finales de 1961. La saga no sólo fue un éxito y logró salirse de los cánones atrayendo a un público juvenil y universitario además de infantil, sino que también significó la generación de un estilo propio que definiría la forma en la que Marvel y, potencialmente, la industria dibujaría por los próximos cuarenta años.
El arte de Kirby era realmente rupturista y extremadamente personal, al punto de que, aún sin créditos, era posible reconocer su marca. Todo en sus historietas es enorme y exagerado, tomándose a veces una o dos páginas enteras para meter al lector de lleno en la acción. En ese sentido era muy hábil, ya que, aunque grandes y llamativos, Kirby priorizaba que los dibujos fueran sencillos y dinámicos en vez de detallados, para que el ojo no se distrajera y siguiera la acción con fluidez. A la par, experimentaba con la forma y el espacio entre viñetas, y se preocupaba por “llenarlas” con primeros planos, cuerpos, máquinas y movimientos, que en conjunto formaban esos mundos dentro de mundos que tanto le gustaba explorar y que se terminarían volviendo centrales en el Universo de Marvel.
La unión de Kirby con Lee realmente fue una de las más importantes y prolíficas de la historia del comic y no llama la atención que juntos hayan desarrollado personajes tan icónicos como El Increíble Hulk, Thor, Pantera Negra, los X-Men o los Avengers, por sólo nombrar algunos. Hoy realmente se reivindica la forma en la que Kirby dio forma a ese mundo, pero todavía no está del todo esclarecido cuanto de la acción que transcurría en él fue también pensado por su dibujante. Según se dice – y ciertamente parece ser cierto al considerar todo el cuerpo de trabajo de Kirby – Lee no hacía más que dar ideas generales, dejando los detalles de la trama a sus artistas, pero sin un crédito que especificara su intervención.
A raíz de este conflicto creciente, para finales de la década del sesenta, furioso por ver la forma en la que Lee se estaba llevando todo el crédito por cosas que él había ayudado a crear, terminó renunciando y volviendo a DC en 1970. En esta editorial desarrolló su segunda importante línea de trabajo creando personajes de diferentes mundos como OMAC, Kamandi, Etrigan el demonio y Kobra, pero se destacó especialmente la serie The Fourth World, una especie de mini universo – concepto poco desarrollado hasta el momento – que incluía varios comics diferentes y que le permitía explorar diferentes interacciones entre sus personajes. Dentro de todas las sagas que formaron parte de ella, la más icónica de todas terminaría siendo Los Nuevos Dioses, un comic de gran éxito que le permitió explorar el tema de la mitología que siempre le había interesado.
Aunque esta fue una época de gran auge para él, la hostilidad dentro del ambiente y falta de libertad creativa lo inspiraron a volver a Marvel por un breve período entre 1976 y 1978 en el que desarrolló, notablemente, su serie The Eternals. Los sempiternos problemas, sin embargo, no tardaron en reaparecer y para inicios de los ochenta – excepto por algunas intervenciones aisladas – se retiró del ambiente.
En estos, los últimos años de su vida, continuó dibujando e, incluso, participó activamente en el mundo de la animación, pero todo terminaría siendo opacado por las batallas legales que sostuvo hasta el día de su muerte el 6 de febrero de 1994. Estaba convencido, como dijo más de una vez, que el mundo de los comics le había roto el corazón, y es algo triste ver que, mientras vivió, aunque fue admirado, jamás pudo acceder al reconocimiento que se merecía. Como les sucedió a muchos artistas, el problema de la autoría y los derechos sobre los dibujos realizados no estaba del todo claro, por lo que era común que, tal como le sucedió a Kirby, las editoriales se quedaran con ellos. La cuestión parece haber mejorado un poco en 1975, cuando se aprobó una nueva legislación referida a la propiedad intelectual, y muchas editoriales empezaron a devolver los originales a los artistas. En el caso de Marvel, la solución no fue tan sencilla. Kirby reclamó sus dibujos y, no sólo no le fueron devueltos, sino que, según denunció, desde la editorial intentaron chantajearlo para que cediera los derechos a cambio de recuperar menos del 1% de lo que había dibujado. Fue sólo después de tratarlos públicamente de delincuentes que accedieron a devolverle unas 2 mil páginas de las casi 10 mil que produjo, y reservándose derechos sobre su propiedad. El resto de su producción nunca fue devuelto y, cada tanto, reaparecen algunos de sus dibujos en subastas.