Helen Keller, la mujer sorda y ciega que fue escritora y activista política

Helen Keller no nació ni sorda ni ciega. A los 19 meses, sufrió una inflamación de las meninges. Nadie pudo precisar el origen de la enfermedad ni saber si se trataba de una meningitis meningocócica, una rubeola o una escarlatina que había infectado su sistema nervioso. Lo cierto es que quedó sin visión ni audición. Gracias a los meses que pudo ver y oír, por esta esa estimulación temprana, Helen no cayó en el autismo.

Su familia pertenecía a la pequeña burguesía local de Tuscumbia, Alabama, Estados Unidos. Sus dos abuelos habían sido oficiales confederados durante la Guerra Civil y su padre era editor del periódico local. Curiosamente uno de sus ancestros suizos fue el primer profesor de sordos de Zúrich.

Después de la meningitis, Helen quedó “sumergida en una densa neblina”, como escribió en su autobiografía. Una niña de dos años, hija de la cocinera de la familia, fue la primera que pudo comunicarse con ella, a través de un sistema de signos. Con este método, fue desarrollando una comunicación con la gente que la rodeaba. A los 7 años, tenía 60 signos para expresarse y ya podía distinguir a las personas por su forma de caminar.

En 1886, su madre leyó American Notes, de Charles Dickens, y por este medio se enteró que existía otra niña ciega y sorda llamada Laura Bridgman, que había sido educada mediante el código Braille. Sus padres, esperanzados, consultaron con el doctor Julian Chisolm, de Baltimore, que les recomendó conectarse con Alexander Graham Bell. El célebre inventor estaba trabajando con el Instituto Perkins para ciegos -donde se educó Laura Bridgman-, que promovía el método Tadoma, de lectura labial al tacto. Bell estaba muy interesado en tratar de mejorar la vida de quienes tenían limitaciones, especialmente auditivas, por los problemas que sufría su esposa.

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Una moneda en homenaje a Hellen Keller (Imagen Adobe Stock)

 

Una moneda en homenaje a Hellen Keller (Imagen Adobe Stock)

 

 

En el Instituto Perkins, pusieron a Helen bajo la supervisión de otra niña con graves problemas visuales, Anne Sullivan. Fue el inicio de una estrecha relación de 50 años. Anne fue la gran gestora del proceso educativo de Helen. Sin embargo, no fue tan popular como Helen. Fue Anne quien le enseñó a comunicarse deletreando las palabras, una forma compleja de formación que frecuentemente creaba frustraciones en la joven. Gracias a la perseverancia de Anne, fue posible superar la resistencia inicial. El momento en que se “ilumina” la percepción de Helen Keller, es cuando le ponen agua en una mano y deletrean el vocablo en la otra. “Fue cuando el misterio de las palabras me fue revelado”, señalaba la joven. Entonces, pudo escribir lo que percibía, compartir su experiencia única con el mundo.

En 1888, Helen y Ann asistieron al Instituto Perkins para ciegos. La relación con esta institución terminó abruptamente, ya que Hellen fue acusada de plagio por un cuento que había escrito. En 1894, tanto Anne con Helen asistieron al Instituto Horace Mann para hipoacúsicos, y en 1900, esta última ingresó a la Universidad de Harvard, donde conoció al célebre escritor Mark Twain, que la introdujo a Henry Huttleston Rogers, uno de los dueños de la Standard Oil. Fue Rogers quien pagó por la educación de la joven, que se convirtió en la primera persona sorda y ciega en acceder a un título universitario.

El momento en que se “iluminó” la percepción de Helen Keller fue cuando le pusieron agua en una mano y deletrearon el vocablo en la otra.

Durante sus estudios universitarios comenzó su formación política, siguiendo los principios del movimiento socialista y feminista de Emmeline Pankhurst, una sufragista británica conocida por la promoción agresiva de sus ideas. La ideología de avanzada de Helen contrastaba con la actitud conservadora de sus padres, especialmente su progenitor que como sureño convencido era esclavista y racista.

En 1903, Helen editó su autobiografía, obra que cimentaría su fama y que sería traducida a cincuenta idiomas. Sus inclinaciones políticas se radicalizaron y se afilió al partido socialista y después al IWW, una unión obrera que se oponía al conflicto armado de 1914. Junto a Anne viajaron invitadas a varios países -especialmente Japón dónde era muy conocida-, razón por la cual Helen aprendió a hablar para dictar conferencias. Como se expresaba con dificultad, Anne fue su intérprete por muchísimos años, aún cuando se casó con el periodista John Macy,

Helen también conoció al amor, “una alegre conmoción”, según lo describió. Un asistente llamado Peter Fagan fue quien le propuso matrimonio. Curiosamente, y a pesar de la actitud desafiante que tenía con la sociedad, Helen aceptó el rechazo de sus padres a esta propuesta.

Su apoyo al socialismo marxista suscitó obvias controversias. Varios periódicos que habían alabado su gesta de superación en el pasado y exaltado su vida ejemplar, comenzaron a hablar de sus limitaciones y falencias en su percepción. A uno de esos medios, le escribió: “Ustedes son socialmente sordos y ciegos, y defienden un sistema intolerable que es la causa de la ceguera y sordera física que nosotros tratamos de prevenir”. Y entre las causas de esta “ceguera física” estaba la prostitución y la sífilis que, a principio del siglo XX, era una causa frecuente de ceguera.

Convertida en una activista y filántropa, recaudó dinero para la Fundación Americana de Ciegos, fue figura activa de la Unión Americana por las Libertades Civiles, y recibió la Medalla Presidencial de la Libertad, otorgada por Lyndon Johnson, el último mandatario norteamericano que conoció personalmente, ya que desde 1905 se había entrevistado con todos los presidentes de su país. Hellen murió en junio de 1968 a los 87 años, mientras dormía.

 

Este texto también fue publicado en TN

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