Ante las reiteradas amenazas –«No podemos garantizar la seguridad de las personas que lo rodean»–, el presidente Illia optó por retirarse. Salió a la Plaza de Mayo junto a un grupo de colaboradores que lo acompañaban. Sintió el frío de esa mañana del 28 de junio de 1966 y recordó cuántas veces había fantaseado con ese momento, con ese final anunciado.
«Podría haber sido peor», pensó en soledad.
No tenía auto, lo había vendido cuando asumió la presidencia. Paró un taxi y pidió que lo llevara a la casa de su hermano en Martínez.
Archivo General de la Nación. Departamento Documentos Fotográficos. Inventario 292194.
Arturo Umberto Illia camina en el jardín de la casa de su hermano Ricardo, donde se alojó desde el 28 de junio, día en que fue depuesto de la presidencia de la Nación por la revolución, Martínez, Provincia de Buenos Aires, 2 de julio de 1966. Archivo General de la Nación. Departamento Documentos Fotográficos. Inventario 292194.
Arturo Frondizi y manejado la conducción de José María Guido. Fue elegido por un agónico 25%, ante la prescindencia de Ricardo Balbín. Por un impensado camino del destino Don Arturo Illia, un médico cordobés de larga militancia radical, era el nuevo presidente de la nación.
El presidente Illia anuló los contratos petroleros firmados por Arturo Frondizi –que había abandonado la primigenia postura radical–, pero solo se eliminaron unos pocos acuerdos y la mayor parte de las empresas continuaron trabajando en el país.
El Dr. Illia gobernó a pesar de las presiones de los militares y el sindicalismo de Vandor, el líder de la Unión Obrera Metalúrgica que pretendía un «peronismo sin Perón», y que terminó siendo asesinado años más tarde.
En 1963 Vandor coqueteaba con los militares y confabulaba contra el gobierno radical. Para hostigar a la figura del presidente, Vandor emparentó la imagen de Illia con la de una tortuga, fogoneando el malestar social, a pesar de que este gobierno había instituido la Ley del salario mínimo, vital y móvil el 15 de junio de 1964.
Nunca se invirtió tanto en educación (23% del PBI). Aun así hubo quejas de universitarios que marcharon bajo la consigna «Zapallo, verdura, Illia a la basura».
Hubo incidentes cuando el gobierno, a instancias del General en jefe (el General Juan Carlos Onganía) envió tropas a República Dominicana, después de la invasión estadounidense. En las manifestaciones que se produjeron a raíz de la intervención hubo un muerto y varios heridos.
Los ferrocarriles, que sufrían un déficit de 1.000.000 al día cuando Illia asumió, arrojaban un ligero superávit al momento en que Don Arturo hizo abandono de la Casa Rosada.
El gobierno radical logró la Resolución 2065 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la cual se reconocía la disputa entre Gran Bretaña y Argentina por las Islas Malvinas, el paso más importante dado hasta el momento en la larga historia del conflicto.
La «Ley Oñativia» (que debió su nombre al entonces ministro de Salud Pública) estableció una política de precios y control de medicamentos a través de genéricos, limitando la publicidad y las sumas que las empresas de fármacos podían girar al exterior.
Esta norma creó inquietud entre las Fuerzas Armadas, permeables a los intereses estadounidenses, que presionaron en busca de una «solución» al problema Illia. El apoyo del sindicalismo fortaleció este descontento que culminó con su derrocamiento.
Ese mismo año de 1966 murió la esposa del Doctor. Abatido, el expresidente Illia se retiró a Córdoba, donde continuó con el ejercicio de la Medicina hasta su muerte en 1983, cuando se vislumbraba el retorno de la democracia después de un período de turbulencias y una sucesión de gobiernos cívico-militares que solamente pusieron de relieve el sereno accionar de este patriota que nos dio una lección de cómo pelear contra la adversidad con entereza y honestidad.