¡Ha muerto Zapata!

El Caudillo del sur murió en una emboscada perpetrada por el coronel Jesús Guajardo en la hacienda de Chinameca, ubicada en los alrededores de Cuautla, en Morelos, el estado natal de Zapata. Con su muerte, el general Venustiano Carranza, presidente de México, pretendía terminar con la revolución del sur. Pancho Villa resistiría en el norte del país hasta 1923.

Zapata había conocido a Guajardo tan sólo un día antes. Para ganar su confianza, el coronel le obsequió un hermoso caballo alazán llamado As de Oros, así como una espléndida silla de montar. E impertérrito añadió el fusilamiento de 57 de sus propios hombres, soldados federales de los que hasta hacía poco dirigía, para demostrar su estrenada lealtad a Zapata.

Guajardo invitó a Emiliano a comer al día siguiente, 10 de abril de 1919, en la hacienda Chinameca. Extrañamente a su carácter desconfiado y cauteloso, que tantas veces le había salvado de múltiples emboscadas, Zapata cayó muerto al instante sobre la tierra que tanto amó. El Ejército de Liberación del Sur se desintegró y el general Álvaro Obregón depuso a Carranza en diciembre de 1920. La soñada reforma agraria de Zapata sólo fructificaría en 1934, impulsada por el presidente Lázaro Cárdenas.

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Seguidores del líder revolucionario posaron a lado del caudillo

Seguidores del líder revolucionario posaron a lado del caudillo

Emiliano Zapata había nacido el 8 de agosto de 1879 en San Miguel Anenecuilco, Morelos. Mestizo, hijo de un pequeño terrateniente, sin embargo fue consciente del sufrimiento de la mayoría de los campesinos durante la larga dictadura de 35 años de Porfirio Díaz, en que la fuerte concentración de tierras en México desposeyó a muchos campesinos de sus tierras.

El joven idealista Zapata, presumido, siempre bien vestido, no tardó en participar en acciones de guerrilla, ocupando y repartiendo tierras de terratenientes. Líder natural, rápidamente fundó el Ejército de Liberación del Sur y tejió alianzas con Pancho Villa, que comandaba el Ejército del Norte. Ambos se convirtieron en los caudillos más carismáticos de la revolución mexicana de 1910.

Los dos apoyaron a Francisco Madero, un liberal refugiado en Estados Unidos, en su campaña para desalojar del poder a Porfirio Díaz. Las revueltas culminaron con la renuncia del dictador en 1911 y la ascensión a la presidencia de Madero tras unas elecciones democráticas. Madero prometió la reforma agraria, pero Zapata no dejo las armas.

Espero las reformas prometidas por el nuevo poder y explicitó sus demandas en el famoso Plan de Ayala, que se reducía en esencia al famoso lema: “la tierra a quienes la trabajan”. Simple, pero radical. El Plan proponía la restitución de la tierra de los grandes terratenientes a los campesinos, la expropiación de un tercio de las haciendas del país -con indemnización- y la incautación de las tierras de los opositores a la revolución.

Madero, ni pudo ni quiso iniciar la reforma agraria. Ni tuvo tiempo. En febrero de 1913, fue asesinado por Victoriano Huerta, antiguo general leal a Porfirio Díaz, que asumió el poder. Villa y Zapata se negaron a apoyar a Huerta y se aliaron a Venustiano Carranza, líder del movimiento constitucionalista. Los tres promovieron una campaña contra Huerta, que acabó abandonando el país en 1914. Zapata y Villa entraron triunfantes en Ciudad de México. Fue su momento de gloria. Efímero. Se fotografiaron sentados en el sillón presidencial, pero quien realmente asumió el Gobierno fue Carranza.

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Francisco Villa en la silla presidencial en compañ̃ía de Emiliano Zapata, en 1914

Francisco Villa en la silla presidencial en compañ̃ía de Emiliano Zapata, en 1914

Y Carranza no dudó en aliarse con el comandante militar Álvaro Obregón e inició una cruzada para contener a las guerrillas de Zapata y Villa, llegando a ofrecer una recompensa por la cabeza de Emiliano. En 1917, Carranza y Obregón consiguieron derrotar a las tropas de Pancho Villa, que fue obligado a regresar al norte.

Con la derrota de Villa, las tropas de Zapata se atrincheraron en su estado natal: Morelos. Zapata decidió no esperar más y distribuyó las tierras a sus soldados y a sus fieles. El trabajo de los campos y los de las cooperativas campesinas se repartieron entre todos y se establecieron los consejos de las aldeas y sus líderes fueron elegidos democráticamente.

Pero la existencia de los zapatistas desafiaba al poder. Carranza no dudo en utilizar todos los medios: incendios, escuadrones de fusilamiento, destrucción de herramientas y ganado, e incluso la aviación, que encontró aquí su primer uso bélico. Aún así no consiguió aniquilar a su antiguo aliado. Zapata siempre rodeado por una tropa de fieles a su ideal agrario, resistió a las provocaciones de entablar combates abiertos. Carranza finalmente decidió asesinarlo.

Jueves, 10 de abril de 1919, desenlace. El coronel Guajardo fue el verdugo (recibió 50.000 pesos en monedas de oro y fue nombrado general); la hacienda de Chinameca, el cadalso (hoy Museo Nacional del Agrarismo). Emiliano Zapata, la víctima, 39 años, fiel a su divisa de “mejor morir de pie que vivir toda una vida arrodillado”, que más tarde haría célebre la dirigente comunista la Pasionaria durante la Guerra Civil española.

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