Guerra civil en Uganda

Finalmente, en diciembre de 1980, unas elecciones fraudulentas llevaron al poder en manos de quien había sido el primer presidente de Uganda entre 1962 y 1969: Milton Obote, el mismo que había nombrado a Idi Amin como jefe del Estado Mayor y que luego había sido derrocado por él. Obote había sido “relativamente honesto” en el comienzo de su primer mandato aunque luego se había ensuciado compartiendo negociados y corruptelas con Amin. El exilio, sin embargo, alimentó su resentimiento.

En este segundo mandato, Obote gobernó Uganda dedicándose a beneficiar a sus tribus favoritas (los acholi, los teso y su propia tribu, los langi), todas ellas víctimas de la tiranía y los crímenes de Amin. Milton Obote desarrolló en poco tiempo una dictadura (otra más, y van…) casi tan perversa como la de Amin, aunque menos excéntrica y bizarra.

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Milton Obote

Milton Obote

La oposición a Obote se aglutinó alrededor de Yoweri Museveni, en lo que se denominó el Ejército Nacional de la Resistencia (ENR). Museveni era un bantú del sur, de la tribu banyankole; fue educado por misioneros cristianos y cursó sus estudios universitarios en Tanzania, licenciándose en ciencias políticas y en economía.

La mayor resistencia a Obote estaba ubicada geográficamente en llamado “triángulo de Luwero”, al norte de Kampala, la capital. Por eso, los soldados de Obote eligieron esa zona para sembrar el terror más que en ninguna otra; de hecho, provocaron la huida de dos tercios de los pobladores de la región.

Obote fue asesorado por Corea del Norte (Dios los cría y ellos se juntan), quienes enseguida le enseñaron a sus hombres lo último en materia de técnicas de tortura. El ejército de Obote aprendió rápido y torturaron gente por doquier, hasta en edificios “neutrales” como el de la Cruz Roja.

Mientras tanto, los rebeldes de Museveni reclutaban adeptos y militantes entre los huérfanos creados por las masacres del ejército; Museveni les enseñaba más política que ideas revolucionarias o violentas.

En 1984 fueron masacrados decenas de ciudadanos de Namugongo, en las afueras de Kampala, y esa fue la gota que rebalsó el vaso. Recién en este momento la comunidad internacional condenó oficialmente al régimen de Obote. En 1985, el comandante del ejército gubernamental en triángulo de Luwero, un acholi llamado Bazilio (Tito) Olara Okello, derrocó a Obote, que huyó a exiliarse en Zambia.

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Bazilio Olara Okello

Bazilio Olara Okello

Okello, por su parte, comenzó su mandato de mala manera: sus tropas irrumpieron en Kampala matando y saqueando impunemente (cada uno que llegaba al poder era tan malo como el que se iba, parece). Ante este panorama, el pueblo se volcó a apoyar a los rebeldes de Museveni, que esperó su momento: cuando el odio del pueblo hacia el nuevo régimen de Okello se hiciera incontenible. Mientras tanto, el ENR, partidario de Museveni, tomaba la ciudad de Masaka, un enclave estratégico, lo que obligó a Okello a firmar un acuerdo de paz en Nairobi, Kenia, en el que se proclamaba la unión de los dos ejércitos y la vicepresidencia para Museveni. Pero lo decidido en ese pacto duró poco, el pueblo ya no aguantaba a la gente de Okello y pedía por Museveni. Así, en enero de 1986, el ENR toma la ciudad de Kampala sin oposición alguna, poniendo fin a la guerra civil. El nuevo gobierno forma un Consejo Nacional de Resistencia, conformado por 98 miembros de todos los sectores políticos (aparecían todos de nuevo, como siempre), tratando de crear una imagen de unidad nacional. Este Consejo nombra a Yoweri Museveni como presidente de Uganda y ministro de defensa a la vez.

Esta vez la toma del poder no fue seguida de asesinatos en masa y los hombres de Museveni no fueron acusados de excesos o atrocidades. Museveni terminó poco a poco con la resistencia en las zonas rurales y logró instalar un nivel de paz y seguridad notables dados los sangrientos antecedentes vividos en Uganda durante los más de 15 años anteriores.

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Yoweri Museveni

Yoweri Museveni

Pero… resulta que el gobierno de Museveni también se ve envuelto en varios casos de corrupción y malversación de fondos públicos. Para colmo, éramos pocos… y apareció el “Ejército de Resistencia del Señor” (LRA, “Lord Ressistance Army”), un movimiento armado fundamentalista cristiano, fundado y encabezado por Joseph Kony, un líder mesiánico a fines de los ’80, cuyo objetivo es formar un régimen basado en los diez mandamientos bíblicos, que tratan de imponer a la población con violencia de la peor calaña. Kony, que afirma estar poseído por el Espíritu Santo y que mezcla su ideología católica extrema con influencias animistas y primitivas creencias africanas, se declara un elegido divino escogido para cambiar su país (un mesías local, digamos). Ese cambio se conseguirá, según dice, el día en que se imponga la paz y no existan las armas de fuego. Por eso su ejército, formado sobre todo por jóvenes y hasta por niños, recibe la orden de usar como arma el machete, por lo cual su práctica más extendida es la mutilación (es en serio, eso es lo que dice).

El ejército rebelde de Joseph Kony, que pertenece a la etnia de los acholi, recibió durante muchos años apoyo económico y logístico de Sudán (que limita al sur con Uganda), donde están muchos de sus campamentos y campos de formación militar.

El LRA ha actuado de manera continuada durante años en territorio ugandés generando de hecho algo muy parecido a una “guerra civil permanente” que afecta a Uganda, con varios “alto el fuego” y posterior ruptura de los mismos, desde que terminó la “guerra civil oficial” en 1986. Pero esto es otra historia.

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