Feliciano Antonio Chiclana: El Prócer sin estatua

Feliciano Antonio Chiclana nació en Buenos Aires, el 9 de junio de 1761. Era hijo de don Diego Chiclana, comerciante, y de doña María Magdalena Ximénes de Paz.

Realizó estudios de filosofía en el Convento de Santo Domingo y terminó sus estudios secundarios en el Real Colegio de San Carlos, los prosiguió en la Universidad de Santiago de Chile donde se graduó de abogado en 1783.

Parece ser que tuvo dificultades a raíz de sus estudios en el país trasandino. Ya que a la Real Audiencia de Chile elevó una causa criminal, en 1786. En el mismo año, remitió una carta al Rey sincerándose de las acusaciones que se le habían hecho.

Después, en 1787, rindió examen teórico y práctico ante la Real Audiencia de Buenos Aires, que le fueron tomados por los doctores Mariano Zavaleta y Francisco Pombo y Otero.

Al año siguiente, se anotó en la Matrícula de Abogados que llevaba la Real Audiencia, fecha en la que comenzó a ejercer la profesión en esta ciudad.

En 1791, actuó como secretario del Alcalde ordinario de 1er. Voto don Santiago Saavedra. Pronto se hizo una buena posición, y en 1799 contrajo matrimonio con doña Micaela Juana Alcaraz.

Desempeñó el cargo de Asesor del Cabildo, y en 1803, presentó al Rey un proyecto por el cual proponía atraer a los indios, entablando intercambio comercial con ellos, dándoles facilidades de trabajo, y ocupándolos de forma permanente.

Ejercía este cargo, cuando se produjeron las Invasiones Inglesas en las que actuó como voluntario en las fuerzas que al mando de Santiago de Liniers, como capitán de Patricios.

Al producirse la asonada del 1ero. de enero de 1809, asumió una actitud decidida, concurriendo al Fuerte con algunos patriotas donde arrebató de manos del escribano la renuncia que acababa de firmar el Virrey Liniers, la que hizo pedazos ante el asombro de los circunstantes. Con este acto audaz, Chiclana se recomendó ante el Virrey, que premió el servicio designándolo administrador de impuestos municipales de alumbrado, carros de limpieza y empedrado, comunicando el nombramiento al Cabildo.

Cuando en 1810, se preparaba la Revolución de Mayo, Chiclana actuó con el grupo de patriotas, figurando entre los primeros revolucionarios. Intervino en forma destacada en los sucesos que la provocaron, y asistió al Cabildo Abierto, el 25 de mayo, donde aparece su firma entre las primeras.

Formada la Junta de Gobierno se lo designó auditor del Ejército Auxiliar del Perú, el 14 de junio de 1810, y de inmediato, coronel efectivo.

En agosto fue nombrado gobernador Intendente interino de Salta, cargo que ejerció hasta el 13 de noviembre de ese año, en que fue trasladado con el mismo puesto a Potosí.

Cuando estalló en Buenos Aires la revolución del 4 y 5 de abril de 1811, Chiclana se hallaba en el norte, y a pesar de ofrecérsele un cargo en la Junta lo rechazó repetidas veces.

De regreso a Buenos Aires se le eligió popularmente el 23 de septiembre como miembro del Triunvirato, en compañía de Sarratea y Paso, en cuyo desempeño cooperó en el sofocamiento de la conspiración encabezada por don Martín de Álzaga, en la que Chiclana procedió con la debida energía.

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La Revolución del 8 de octubre de 1812, puso término al mandato del doctor Chiclana. Al mes siguiente, volvió a ser nombrado gobernador intendente de Salta donde prestó importantes servicios al general Belgrano en la organización del ejército.

Por diversas causas, muchas de ellas producto de malos entendidos, presentó la renuncia del cargo que le fue aceptada, siendo reemplazado por el coronel Francisco Fernández de la Cruz, el 26 de octubre de 1813.

No obstante, volvió al norte en virtud de que fue designado en diciembre de 1814, por el Director Posadas, comisionado para la provisión de víveres del Ejército Auxiliar del Perú, cargo que mantuvo hasta 1816 en que regresó a Buenos Aires.

Posteriormente, debido a la oposición que hizo al gobierno de Pueyrredón, fue desterrado por éste en 1817, a los Estados Unidos, estableciéndose en la ciudad de Baltimore.

En mayo de 1818, por la miseria que pasaba, decidió volver al país permaneciendo por un tiempo en Montevideo, ocasión en la que su esposa solicitó del gobierno asilo en algún punto de las provincias, siendo desterrado a Mendoza, lugar donde no pudo llegar por su estado de salud, y entre los requerimientos respectivos, se le permitió regresar a Buenos Aires.

En 1819, se le repuso en su grado de coronel, e hizo la Campaña contra los indios ranqueles del sur, que cometían graves y frecuentes devastaciones por los campos. Con ellos firmó un tratado de paz y aceptó la extensión de las fronteras.

Obtuvo el retiro absoluto del ejército en 1822. Pasó sus últimos años en su hogar, y falleció en Buenos Aires, el 17 de septiembre de 1826, a los 61 años.

En 1830, el gobierno dictó un decreto disponiendo la erección de un monumento en el Cementerio de la Recoleta para guardar sus restos, cosa que no se ha cumplido hasta la fecha, y por lo visto parece que no habrá de llevarse a cabo.

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