En el Parque Tres de Febrero, casi a las puertas del Rosedal hay un impresionante monumento del poeta ucraniano Tarás Shevchenko. Por un lado una monumental estatua de bronce y a su lado un gran bajo relieve sobre granito gris que muestra a hombres en actitud beligerante. Esta obra fue donada a la ciudad de Buenos Aires por la colectividad ucraniana, que eligió a este poeta, escritor y folklorista de su colectividad para agradecer la hospitalidad de la nación Argentina. La figura en bronce del poeta fue realizada por Leo Mol (ucraniano), y el relieve, de dos faces, en granito por Orio Dal Porto (argentino).
Hoy recordamos a este paladín de la libertad homenajeado con este monumento en uno de los lugares más hermosos de la ciudad.
Tarás Shevchenko nació el 9 de marzo de 1814 en el seno de una familia de siervos de la gleba, en una zona de Ucrania, Zvenigorodsky, centro de convulsionadas luchas libertarias. Tuvo una infancia bastante desgraciada por la muerte de su madre y el maltrato de su madrastra. A los once quedó huérfano de padre y Tarás debió ganarse la vida de distintas formas, mientras dificultosamente adquiría su formación como pintor. Sirviendo a Parel Engelhardt -Señor de Vilshana- fue hallado dibujando al cosaco Matvéi Plátov, héroe de la Revolución independentista de 1812. Por esa razón, Tarás fue flagelado por su amo.
En los años que siguieron adquirió habilidades como artista plástico. El mismo señor que lo había castigado por sus dibujos lo tomó como pintor de cámara y lo llevó a San Petersburgo, donde artistas ucranianos y rusos le permitieron juntar los medios para adquirir su libertad.
Se ganaba la vida como pintor (con cierto reconocimiento académico) mientras escribía poesía. En esos años compuso una de sus obras más famosas, Kobzar.
Aunque residía en San Petesburgo, viajaba frecuentemente a Ucrania, donde se relaciona con intelectuales. La opresión en la que vivían de sus connacionales fue el tema recurrente de su obra. En 1815 fue arrestado por pertenecer a la hermandad de San Cirilo y Metódicos, una sociedad clandestina que tenía por objeto separar a Ucrania del Imperio. Por burlarse del Zar Nicolás I y la Zarina en su poema “El sueño”, fue condenado a prisión y posteriormente exiliado como soldado raso a Orak, una remota guarnición en medio de los Urales. El mismo Zar indicó que debía ser custodiado y le fue prohibido taxativamente escribir o pintar. Sin embargo, en lugar tan alejado, la orden no fue cumplida y Tarás pudo expresarse con ciertas restricciones. Después de doce años volvió a Ucrania donde fue acusado de blasfemia y obligado a dirigirse a San Petesburgo, lugar en el que pasó los últimos años de su vida. Fue enterrado en Smolensk, aunque su poema “Testamento” pedía que su cuerpo reposase en Ucrania.
“Cuando muera, enterradme
frente a la ancha estepa
en mi Ucrania querida,
para que los campos extensos,
y el Dniéper, y los acantilados,
sean vistos, sean oídos”.
[…]
“Enterradme y alzaos,
Romped las cadenas
Y con feroz sangre
Rociad la libertad
Y a mí en la familia grande”.
Finalmente su deseo fue cumplido por sus amigos. Paradójicamente murió una semana antes de la emancipación de los siervos ucranianos.
Su poesía asistió a otorgar conciencia nacional y modernizar la lengua ucraniana. Su peso nacionalista es tal que en la era soviética, fue prohibida su mención. Sin embargo la diáspora ucraniana lo llevó en su memoria a todos los rincones del mundo donde se asentaron, aún, en esta lejana República Argentina.