Cambalache fue la cumbre. ¿Otros tangos de su autoría? Nada menos que “Malevaje”, “Uno”, “Esta noche me emborracho”, y muchos otros famosos. Para un ser humano que vivió sólo 50 años, fue increíble su valiosa y diversificada creatividad. Enrique Santos Discépolo fue un hombre triste y retraído, acorralado por la incomprensión, la injusticia y la frialdad. Y en la letra de casi todos sus tangos, muestra tipos humanos fracasados, ridículos, traicionados. Y nos dice, sin decirlo, que el dolor es el dibujante de la fisonomía.
Pero el poeta había vendido pocos días antes a un productor cinematográfico, Ángel Mentasti, la exclusividad de este tango para una película con Libertad Lamarque. Por lo tanto, la Bozán no podía legalmente cantarlo. Cometería un delito. Mentasti, con un abogado, apareció dispuesto a impedir que ese tango se estrenase allí. Amadori, empresario del teatro, para hacer tiempo, llevó al enojado Mentasti hasta una confitería, invitándolo a tomar un café. Conversando, pasó el tiempo hasta que Amadori notó que la gente ya estaba saliendo del teatro. “Cambalache” se había estrenado pese al impedimento legal. Años después, dos grandes, Troilo y Manzi, que hoy también nos miran desde el cielo, unieron sus talentos y sus corazones y nació otro tango “Discepolín”. Discépolo moriría un 23 de diciembre de 1951. Su profundidad en la observación de la vida y su talento no común traen a mi mente este aforismo: “Los grandes perciben que predican en un desierto. Pero siguen predicando”.