Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari, o simplemente Xul Solar, nació en San Fernando, provincia de Buenos Aires, el 14 de diciembre de 1887, a las 11.20 de la mañana, en un día de sol radiante. Este último detalle fue anotado por una tía en su diario en un impulso premonitorio de que los astros y ese niño estaban ya relacionados por un destino sin secretos. Desde muy joven dio cuenta de su vocación por el arte plástico. Una anécdota de su infancia quizás nos ayude a visualizar al pequeño Xul: A los siete años se escapó de su casa. Lo buscaron desesperadamente por todos los lugares que podían fascinar a un niño de su edad. Lo encuentran en la estación de ferrocarril, dibujando locomotoras. Se estableció en Europa entre 1913 y 1924, y se dice que en ese lapso llegó a dominar cerca de veinte idiomas, como el francés, el inglés, el italiano o el japonés.
Su erudición idiomática se sintetizó en una tarea: la creación del idioma “criol” o “neocriollo” y de la “panlengua”, proposición del idioma universal superior al esperanto en su estructura y musicalidad. La “panlengua” es una hábil y sencilla construcción idiomática que resulta, a más de eufónica, de funcionalidad taquigráfica. Los meollos gramaticales están en panlengua reducidos a esquemas representados simplemente por letras funcionando con la perfección que Xul Solar encontró en el orden irreprochable de la astrología. La T, por ejemplo (letra que corresponde a Saturno), denota cantidad. Ti, poco; Tu, mucho; To, más; Te, menos. Combinando el esquema de la T con otros de diferente significado, se obtiene el lenguaje tan sencillo como funcional que estructura Xul Solar. Los inventos de Xul Solar resultan tan sorprendentes por lo inverosímil de su apariencia como por la sabiduría de sus cualidades. Uno de ellos, el “panajedrez”, es uno de los más notables. Se trata de un ajedrez de doscientas piezas, hechas de palo de escoba y convertida en objetos bellísimos, que juegan en un tablero de doce cuadros por lado. Las piezas responden a cuerpos y seres astrológicos para que se aprenda astrología como consecuencia inevitable de la distracción. Las reglas del juego, que permiten, entre otras innovaciones, la superposición de piezas, hacen que los movimientos del contrario sean prácticamente imprevisibles, lo que permite una inequívoca medición de la inteligencia del jugador.
El teclado de piano creado por Xul Solar no es menos singular. Tanto su reducida longitud como su constitución facilitan la ejecución. Las teclas, dispuestas en tres hileras, responden con su coloración a la vibración que representan, lo que también facilita el método de aprendizaje. El talento plástico de Xul Solar fue desbordante, y aunque se lo quiso comparar con grandes artistas plásticos de su época, el cuerpo de obra de Xul, por la variedad y profundidad de temas que abarcó, no encuentran parangón. Para el año 1949 Jorge Luis Borges así lo describía: “Hombre versado en todas las disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de escrituras, de lenguaje, de utopías, de mitologías, huésped de infiernos y de cielos, autor panajedrecista y astrólogo, perfecto en la indulgente ironía y en la generosa amistad, Xul Solar es uno de los acontecimientos más singular de nuestra época… Sus pinturas son documentos del mundo ultraterreno, del mundo metafísico en que los dioses toman la forma de la imaginación que los sueña”. Leopoldo Marechal lo incluyó como personaje en su Adán Buenos aires: “Usted anda innovándolo todo -le advirtió-. Primero el idioma de los argentinos, después la etnografía nacional, ahora la música. ¡Ojo! Ya lo veo con una llave inglesa en la mano queriendo aflojar los bulones del sistema solar”.
Así se definía a sí mismo: “Alejandro Xul Solar, pintor, escribidor y pocas cosas más, duodecimal y catrólico (ca -cabalista, tro – astrológico, co -coísta o cooperador). Recreador, no inventor, campeón mundial de panajedrez y otros serios juegos que casi nadie juega; padre de una panlengua, que quiere ser perfecta y casi nadie habla, y padrino de otra lengua vulgar sin vulgo; autor de grafías platiútiles que casi nadie lee; exegeta de doce (+ una total) religiones y filosofías que casi nadie escucha. Esto que parece negativo, deviene positivo con un adverbio: aún, y un casi: creciente”.