William Kidd era hijo del mar. El barco que transportaba a su padre nunca volvió a puerto y el joven William fue criado entre naves y marineros. A William, no le quedó otro destino más que el hacerse a la azarosa vida del navegante. A los 35 años, participó del motín en una nave corsaria y se convirtió en capitán del barco, bautizado “Blessed William”.
Enfrentamientos con un tal Culliford lo privaron de la capitanía de esta embarcación, una afrenta que jamás olvidaría. Puesto al servicio de Gran Bretaña, Kidd firmó contrato de corsario con Lord Bellomont, por entonces gobernador de New York, a fin de atacar naves francesas en las Indias Orientales con un barco armado por prominentes políticos que invertían su dinero en estas aventuras, pero no querían que se conociese su participación.
Eran tiempos de lealtades efímeras y conductas díscolas. Por tal razón, mantener la disciplina a bordo era un tema difícil que requería sanciones violentas. ¿Cuál es el límite del ejercicio de la coerción cuando se enfrenta a marinos que viven en condiciones precarias, que arriesgan su vida a cada momento y que no dudarán en atacar a las autoridades de a bordo cuando vieran la oportunidad?
Mantener la disciplina era una cuestión de vida o muerte para los capitanes, y no siempre era claro el límite entre sanción ejemplificadora o exceso en esa represión. ¿Se puede ser acusado de cruel y sanguinario cuando los propios marineros eran más crueles y sanguinarios? Con el Adventure Galley, surcaron el Atlántico hasta el cabo de Buena Esperanza.
Pocas naves francesas se cruzaron en el camino del Adventure, cosa que empeoraba el humor de la tripulación. Sus miembros solo podían aguantar los sinsabores de la vida a bordo, tentados por la expectativa del botín que cambiase su suerte. En más de una oportunidad, Kidd debió recurrir a la violencia para imponerse y un marino murió víctima de la enérgica respuesta del capitán.
Como el clima a bordo se enrarecía y la fortuna parecía ser esquiva, cuando avistaron el Quedagh Merchant en costas de la India, fue difícil sustraerse a la tentación ante esta nave armenia de docenas de cañones que enarbolaba una enseña francesa. La tripulación presionó al capitán Kidd y este accedió a tomar la nave rebosante de riquezas. La nave era el sueño del corsario. Como la toma del Quedagh lesionaba los intereses de algunos miembros de la poderosa Compañía de las Indias, pronto llegaron a oídos del gobierno británico esta captura que Kidd y los suyos estimaban dentro de su mandato de corsario.
Vueltos a Madagascar al frente de ambas naves, el Adventure Galley y la nueva bautizada Adventure Prize, se toparon con el Mocha Frigate, una nave comandada por Robert Culliford, el viejo enemigo del capitán Kidd, a quien venía a encontrar del otro lado del planeta. Cuando Kidd ordenó atacar la nave de Culliford para cobrarse antiguas deudas, la tripulación se insubordinó y sin más se pasó de bando. El capitán Kidd se encontró con solo trece hombres para navegar dos barcos, razón por la cual hundió el Adventure Galley y pasó parte del botín al Adventure Prize a fin de volver a New York.
Con el viento del océano, llegó a oídos de Kidd que lo estaban buscando por la captura de la nave armenia, razón por la cual decidió enterrar el tesoro en la Isla Gardiners, cerca de East Hampton, en espera de mejores tiempos que nunca llegarían, porque el gobernador Bellomont decidió ignorar lo acordado con Kidd ya que creía que podía ser juzgado por complicidad por los actos del capitán.
La mejor forma que encontró para salvar su pellejo fue atraer al capitán con promesas de clemencia y, una vez capturado, enviarlo encadenado a Londres. Allí fue juzgado por el Almirantazgo bajo los cargos de piratería y por la muerte de un miembro de su tripulación.
Durante el juicio, el capitán Kidd no reveló los nombres de los poderosos que habían provisto los fondos para su campaña corsaria. Condenado por unanimidad, el Capitán fue ahorcado en Tyburn, lugar donde se ajusticiaba a los reos.
Curiosamente, en el primer intento, la soga se rompió. Hubiese correspondido conmutar la pena, pero era necesario que Kidd muriera y se llevase al más allá el nombre de sus socios. Se lo volvió a colgar y su cuerpo fue expuesto sobre el Támesis. El cadáver permaneció expuesto por tres años purgando sus pecados a la vista de todas las naves que entraban al puerto de Londres, como macabra advertencia para todos aquellos que no comprendiesen la delicada diferencia entre robar para la corona y quedarse con unas rupias en el proceso.
Los tesoros escondidos por el capitán Kidd, cuya búsqueda continúa hasta la fecha, encendieron la imaginación de Robert Louis Stevenson, quien se inspiró en su historia para escribir La isla del Tesoro. Cerca de Madagascar, se ha hallado un lingote de plata que sería del Adventure Galley, hundido por el mismo Kidd cuando se vio librado a su suerte por los miembros de su tripulación. Todavía resuenan las últimas palabras del capitán Kidd: “Soy la persona más inocente de todas, solo que he sido juramentado por personas malintencionadas”. ¿Serán palabras de pirata o corsario?
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