El Restaurador de las Leyes

León Ortiz de Rozas, el padre de Juan Manuel, se había desempeñado como oficial del ejército colonial. Como capitán formó parte de la expedición de Antonio Biedma a la cordillera. A las órdenes de Juan de la Piedra marchó hacia el sur de la actual provincia de Buenos Aires en campaña contra los aborígenes. La expedición fue atacada y Ortiz de Rosas cayó prisionero del cacique Calpisqui. Pudo salvar su vida pero permaneció en cautiverio por varios meses (según diversas versiones, de 7 meses a casi dos años).

En 1790 se casó con Agustina López de Osornio con quien tuvo 20 hijos, 10 de los cuales murieron a corta edad.

La figura señera en la vida de Don Juan Manuel fue su madre Agustina, hija de Clemente López de Osornio quien llegó a ser comandante general de la Campaña de Buenos Aires, muerto a temprana edad en un enfrentamiento con los indios. Por estas experiencias familiares fue que Rosas siempre tuvo como prioridad la defensa de las fronteras y la lucha contra los aborígenes. A la muerte de su padre, Agustina debió hacerse cargo de la estancia familiar “Rincón de López”, cerca de la desembocadura del Salado. Agustina pudo sobrellevar las durezas de esta empresa gracias a su carácter firme y decidido. Mujer rica, piadosa y caritativa, educó a sus hijos con rigor, en consonancia con los tiempos que corrían.

Juan Manuel tenía por su madre un respeto reverencial y probablemente haya heredado de Agustina su personalidad dominante y aunque tuvo sus épocas de rebeldía adolescente, cuando fue el hombre más poderoso del país, aún tomaba al pie de la letra los dictámenes de su progenitora.

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Retrato de Juan Manuel de Rosas, cuando este era un niño.

Retrato de Juan Manuel de Rosas, cuando este era un niño.

Nació Juan Manuel en el predio familiar de la entonces calle Santa Lucía (hoy, paradójicamente, llamada Sarmiento). A los 8 años concurrió a la escuela que dirigía Francisco Argerich. Éste solía decirle que no debía “hacerse mala sangre con las cosas de libro”, que aprendiese a escribir con buena letra, pues su vida iba a transcurrir en una estancia. Las predicciones de Argerich solo se cumplieron parcialmente, pero Juan Manuel siempre conservó una buena caligrafía y nunca fue muy adicto a la lectura más allá de los documentos oficiales que él mismo se encargaba de ordenar.

Cuando la primera invasión inglesa y con apenas 13 años incitó a combatir a un grupo de jóvenes que él mismo condujo ante Liniers. Después de la rendición, el mismo jefe lo felicitó por su desempeño y le dio una carta de congratulaciones a sus padres alabando su bravura “digna de la causa que defendía”. Los testimonios sobre la participación de su padre en esta contingencia son contradictorios, ya que algunos autores sostienen que no intervino en la lucha y por tal razón, fue alejado del escalafón militar. No todos coinciden con esta afirmación.

Lo cierto es que un año más tarde, el joven Juan Manuel participó como soldado en el escuadrón de caballería de Migueletes al mando de Alejo Castex. Aunque estuvo enfermo antes de la segunda invasión, Juan Manuel participó en la Defensa de Buenos Aires, los días 5 y 6 de julio. Nuevamente sus padres recibieron una carta de congratulaciones, en este caso firmada por Martín de Álzaga.

Se ha divulgado una anécdota que pinta la indócil actitud del joven cuando, siguiendo las costumbres de las clases acomodadas porteñas, fue enviado a trabajar en un comercio a fin de adquirir experiencia en el trato con las personas. Sin embargo Juan Manuel no estaba acostumbrado a recibir órdenes, por lo que pronto se rebeló ante el propietario del comercio quien lo envió de vuelta a su hogar. Doña Agustina lo encerró en un cuarto como sanción. Sin embargo el joven escapó (según algunas versiones ligero de ropa) refugiándose en casa de sus primos, los Anchorena.

Lo cierto es que hacia 1811 se le encomienda el manejo de la estancia familiar “El Rincón de López”. En uno de sus viajes de vuelta a Buenos Aires, inició un romance con Encarnación Ezcurra y Arguibel, quien sería su esposa y compañera de ambiciones políticas. A pesar de pertenecer al mismo círculo social sus padres se opusieron a esta relación, pero gracias a su ardid (le hicieron creer a las familias que ella estaba embarazada), el matrimonio pudo concretarse el 16 de marzo de 1813.

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Las desaveniencias entre la joven y su suegra impidieron que los cónyuges continuaran viviendo en la casa de los Ortiz de Rozas, razón por la cual Juan Manuel dejó de trabajar en la estancia de la familia. Por el enojo, pasó a llamarse solamente Rosas e inició su carrera como productor en sociedad con su amigo Juan Nepomuceno Terrero, estableciendo el famoso saladero “Las Higueritas”, uno de los grandes establecimientos de la época.

El resto es historia conocida y discutida: su participación en la anarquía del año 20, su destaca actividad como ganadero e industrial, la adquisición de predios por la enfiteusis en tiempos de Rivadavia, su apoyo al hermano de su socio, el coronel Manuel Dorrego y la conquista de su fama de amigo del orden que lo llevó a ganarse el apodo con el que pasó a la posteridad. “El restaurador de las Leyes”.

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