El proyecto Sputnik: a ver quién llega primero…

Cuando la esfera de aluminio lanzada por los soviéticos dio la vuelta alrededor del planeta, los norteamericanos quedaron algo aturdidos y, por qué no decirlo, masticando bronca: un país al que ellos mismos consideraban tecnológicamente inferior los había superado, o por lo menos en ese momento hacía punta y marcaba el rumbo en la incipiente carrera espacial.

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Sputnik I

Si después del Sputnik I se sintieron mal, ni qué hablar cuando al mes siguiente, concretamente el 3 de noviembre de 1957, los soviéticos pusieron en órbita el Sputnik II, con la perra Laika a bordo.

Laika (que en ruso significa “ladradora”, originalísimo el nombre) era una perrita callejera. Tenía 3 años y pesaba entre 5 y 6 kg. Su nombre anterior era Kudryavka (en ruso “rizadita”), pero se ve que no les gustó el nombre y se lo cambiaron un par de veces hasta que quedó “Laika” y fue elegida entre otros 9 perros de similar proveniencia y condición. Los soviéticos preferían perros callejeros porque consideraban que estos animales ya habían probado tener aptitudes de supervivencia ante carencias varias y ante el frío extremo. Al final de la selección, quedaron tres perras: Albina, Mushka y Laika; los científicos soviéticos especializados Vladimir Yazdovsky y Oleg Gazenko fueron los encargados de entrenar a las perras.

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Mushka, Laika y Albina.

Mushka, Laika y Albina.

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Entrenamiento de Laika.

Entrenamiento de Laika.

Sin embargo, la muerte de Laika se produjo por causas exactamente opuestas al frío extremo: murió por el calentamiento excesivo que tuvo que soportar, posiblemente por una falla en el sistema de mantenimiento térmico de la nave. El fallecimiento de Laika se produjo unas horas después del lanzamiento, aunque su muerte fue informada seis días después, y el momento exacto de la misma, así como su causa, recién fueron informados oficialmente en… 2002.

El plan original era que Laika fuera sacrificada a los diez días del lanzamiento, ya que no se contemplaba el regreso, y lo que se quería establecer eran las posibilidades de supervivencia de seres vivos en el espacio. De hecho, luego del Sputnik II, los soviéticos enviaron otros 12 perros al espacio, de los que regresaron 5.

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Laika.

Laika.

La preocupación de los estadounidenses por los satélites Sputnik tenía dos motivos principales: por una parte, el sorprendente logro de los soviéticos les daba cierta ventaja en la “guerra propagandística”, de las cuales la carrera espacial era un más que destacado exponente; por otra parte, temían que la tecnología espacial pudiera ser utilizada en la industria armamentista (en su momento, EEUU se había negado a creer el anuncio de que la URSS había probado el primer misil balístico intercontinental, un arma nuclear autopropulsada capaz de cruzar el océano, pero por otra parte decidieron reforzar su propio programa de misiles, el programa Atlas). Ahora, el liderazgo de Moscú parecía evidente, y la opinión pública norteamericana exigía un satélite. La carrera espacial había comenzado, y EEUU arrancaba de atrás.

En EEUU se estaban desarrollando en ese entonces tres programas de cohetes. En 1955, el presidente Dwight Eisenhower había seleccionado el proyecto de la armada norteamericana para la investigación espacial (proyecto Vanguard), otro similar de la fuerza aérea (programa Atlas, que proyectaba también la fabricación de un misil intercontinental), y otro proyecto del ejército, más bien de apoyo a los anteriores. El proyecto Vanguard contaba con pocos fondos, y el científico más importante de todos, Werner von Braun, participaba del proyecto del ejército.

En diciembre de 1957, EEUU lanzó un cohete Vanguard con un satélite, pero el mismo explotó en la rampa de lanzamiento. Un mes después fue lanzado con éxito el satélite Explorer I utilizando un cohete que había diseñado von Braun, y sus instrumentos hicieron un descubrimiento importante: dos franjas de radiación sobre la atmósfera terrestre (los cinturones Van Allen).

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Explosión de un cohete Vanguard durante el lanzamiento (6 de diciembre de 1957).

Explosión de un cohete Vanguard durante el lanzamiento (6 de diciembre de 1957).

En plena competencia, ambas potencias lanzaron satélites con frecuencia, y las fuerzas armadas norteamericanas (apoyadas por el entonces senador de Texas Lyndon Johnson) empezaron a presionar al gobierno para establecer bases militares en la Luna. Para lo cual había que llegar a la Luna primero, claro. Y antes que los soviéticos, en lo posible. En sintonía con esa especie de obsesión nacional, en julio de 1958 Eisenhower estableció la NASA (National Aeronautics and Space Agency), que reclutó a 7 astronautas y contrató a Werner von Braun como ingeniero jefe.

Cuando Moscú puso en órbita al primer hombre, en 1961, ambos países ya habían sacrificado muchos animales, y la carrera espacial ya se había convertido en una obsesión nacional declarada. De los dos bandos, eh.

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